martes, 30 de octubre de 2012

534.- COSTA RICA: LA ISLA QUE SOMOS



COSTA RICA: La isla que somos

Por Isaac Felipe Azofeifa
[Costa Rica, 1909-1997]


El costarricense que viaja y el extranjero que nos visita, hacen la misma frase: "Esta es una isla en el mundo". Pero este país no es una isla, no una tierra en medio del mar, sino una nación, un país hecho de sustancia distinta de los demás que componen el mundo.

Por lo pronto, está situado en esa zona en que el Istmo centroamericano se adelgaza más y más descendiendo hacia la cintura del Continente donde el Canal de Panamá muestra su herida abierta. El nombre del país es paradojal, pues su vida tío está en las costas, que las tiene en ambos océanos. Y estas costas son las más pobres y abandonadas.

La vida de Costa Rica se concentra y se desarrolla en el encierro de un valle intermontano o Meseta Central, nombre con que está bautizado en las geografías escolares. Es un valle de apenas veinte kilómetros de ancho por sesenta de largo, mil metros de altura, circundado de cerros y volcanes, a cien kilómetros de cada una de las costas.

Más allá de esta Meseta existen llanuras extensas, bosques vírgenes, fértiles hondonadas, ríos caudalosos, lagunas ricas en pesca, y en la linde de los dos mares, playas para el ocio, y costas desoladas y bahías para contrabandistas, y tierras bajas, húmedas, rica presa del neocolonialismo de las compañías bananeras.

Más de la mitad de la población del país vive encerrado en el refugio amable de la Meseta. Cuando el costarricense habla de su tierra está pensando en la que va del volcán Irazú a los cerros del Aguacate; del volcán Poás a los cerros de Bustamante. Aquí, junto con la capital del país, a sólo 15 ó 20 kilómetros las demás, se agrupan las de cuatro provincias. Las tres restantes, periféricas, no cuentan. El costarricense las visita como turista y los políticos también. Pero es que hay razón: toda la historia del país durante tres siglos de coloniaje español y siglo y medio republicano se desenvuelven primero en el escenario de bosques, plantaciones de tabaco, campos de trigo, siembras de caña, y luego, desplazando aquellos cultivos, a partir del siglo XIX, todo ocurre sobre el fondo verde del cafetal, fundamento económico de la oligarquía de costumbres rurales, republicana, liberal, chata, miope y de vuelo corto que ha gobernado el país. Campesinos, en fin, con un miedo esencial a la aventura de las ideas y a la aventura del progreso. En la Meseta se equilibran, se atemperan y contrarrestan la humedad caliente de la zona atlántica y la sequía ardorosa del territorio abierto al Océano Pacífico. Así logra este valle un clima dulzón en que el barómetro marca todo el año los veintiún grados de permanente frescura primaveral; en el cielo durante seis meses exhiben las nubes una espectacular mise en scéne y otros seis se acomodan como compacto rebaño para el ordeño diario de la lluvia, y que es una lluvia con horario fijo. Pero la humedad hincha las maderas, enmohece cuanto se guarda, hace crecer hongos en todos los rincones, descompone y pudre velozmente la materia orgánica, hace germinar las semillas en los lugares más absurdos, y establece para el goce de la mirada y la calma de la sensibilidad, el color verde-azul del paisaje, que enerva y adormece como un aroma venenoso.


                                                           Isaac Felipe Azofeifa

Desconfiado y astuto como un montañés; cortés pero tímido; trabajador sin constancia, buscando el provecho fácil de esfuerzo; campesino egoísta pero bondadoso, cazurro siempre, vive aquí un pueblo que no ha sido ni miserable ni inmensamente rico; ni guerrero ni sumiso; ni servil ni rebelde; ¡independiente sin guerra de independencia; liberado del coloniaje español por virtud de un oficio llegado de Guatemala un día de octubre de 1821, en que se le hacía saber que desde el 15 de Setiembre... En suma, un pueblo sin sentido trágico de la existencia. Un pueblo sin héroes, y que si alcanza a tenerlos, los destruye o los olvida, que es otro modo de destruir. El conductor de la lucha victoriosa del año de 1856 contra los negreros sureños encabezados por William Walker, 1 el que salva a Centroamérica con su loca decisión de enfrentar los mercenarios un pueblo desarmado y sin experiencia guerrera, ese mismo acaba fusilado 2 apenas cuatro años después por comerciantes de la capital, alguno de ellos incluso pariente del ajusticiado. El líder de la lucha contra la tiranía de los dieciocho meses, de los hermanos Tinoco, Rogelio Fernández Güell, 3 asesinado por esbirros y no muerto por soldados, sólo tiene ofrecido a su memoria el nombre de una avenida, la Avenida Central de San José, que en la Guía de Teléfonos y en los avisos de los Ministerios de Gobierno aparece como Avenida Cero. El soldado adolescente 4 que muere bajo las balas del invasor norteamericano, cuando logra prender llama al mesón —cuartel del enemigo— apenas viene a ser una figura humana para animar fiestas escolares. El máximo héroe de nuestra cultura, Mauro Fernández, reformador de la enseñanza, enérgico propulsor de la escuela democrática, igualitaria, liberal, alcanza un día a tener un hermoso monumento que es destruido por las turbas y nunca se vuelve a levantar; por el contrario, su nombre azuza siempre el sentimiento de revancha de los católicos conservadores que han logrado sepultarlo en el olvido con la bovina aquiescencia del profesorado costarricense, católico, democrático y patriotero. Los creadores de nuestro Estado, Ramírez y Carrillo, 5 han sufrido también la pena de la desmemoria, de desacato valorativo, al que el hombre costarricense condena a sus grandes creadores, como si, incapaz de hombrearse por estimación de sí mismo, con las cimas humanas de su cultura, las condenara por oscuro rencor de una sociedad de medianías al purgatorio de los frustrados. Así es evidente que somos sin sentimiento heroico de la existencia. Un pueblo feliz, contento de vivir bobaliconamente el sainete sin hieles de su historia, anclado en el mar de verdura de su Meseta Central, como una isla.

Resulta entonces que somos un pueblo que sufre de pueril satisfacción de sí mismo. Su insularidad —hallazgo verbal de un joven escritor—, le pone a cubierto de deprimentes sentimientos de minusvalía. Por esto mismo tiene un goce ingenuo y generalmente un poco grosero, aldeano, del humor. No se hizo para él la cara trágica ni el discurso complejo de la vida, del mundo. Es optimista. Le gusta la anarquía, la informalidad, el desorden, que confunde con la libertad. Por esto le carga el orden, la disciplina, la jerarquía. Cuando aparece uno de esos caracteres que ordenan, disciplinan, jerarquizan, lo admira, pero no lo imita. Por esto mismo confunde todos los valores o mejor, no le preocupa carecer de una escala de estos. Todo lo contrario, la mejor actitud es negarlos, decapitarlos con el choteo, con la risa mostrenca del resentido, del desconfiado, del tímido, del oscuro vengador de su propia incapacidad de grandeza. Por esto viene a ser su humor, broma pueril y burda o choteo. Ambas se juntan en aquel acto universitario de unos jóvenes introduciendo un caballo en la sala de clases, o haciendo explotar petardos en el local de la Facultad.

Como ni la historia de su cultura, ni su educación como sistema de propósitos le ofrece una valiosa imagen de sí mismo como hombre o como nación, carece de impulsos y de metas; de ambiciones a las cuales aplicar su voluntad. Todo lo contrario, no le importa tener poco, hacer a medias lo que se propuso, con tal de ahorrar esfuerzos. Bien está la abundancia, la riqueza, si la buena suerte ayuda, nunca con el sacrificio de los buenos ratos de ocio, nunca corriendo sin aliento en busca de las cosas. El europeo que vemos amasando una fortuna habiendo llegado al país "en alpargatas", "con una mano delante y otra atrás", —según la realista expresión de nuestro pueblo— no mueve a envidia a nadie, ni a emulación. ¿Crear riqueza, levantar con enormes esfuerzos una empresa productiva, sacrificando horas de sueño, de ocio, de diversión, de charla, de comida? Sólo pensar que nuestro empeño ha de servir mejor a nuestros descendientes que a nosotros mismos, nos desalienta, nos quita el ánimo. Buscamos el éxito rápido, seguro, pero sin esfuerzo, aunque nuestro provecho sea limitado: tenemos sicología de pulperos, se ha dicho. Pero el pulpero es generalmente también un campesino con santo horror al ingrato trabajo de la tierra.

Lo que nos duele de todo esto es la cantidad de vida (humana creadora, sensible, abierta al don de ser y crecer, digna de mejor destino, que se pierde en un país al cual, como a este, le brotó el narcisismo idiota, la autocontemplación vacía, ya en los tempranos días de la independencia. Apenas habían asado veinte años de este suceso y ya un extranjero, 6 en periódico satírico de la época, se burla de la opinión vanidosa que tiene de sí mismo este país: único en el mundo —se dice— por sus bellas mujeres, su excelente clima, su riqueza bien distribuida, su paz arcádica. Pero si en algún momento antes esta insularidad y este narcisismo fueron útiles, significaron algo, ahora, al cumplirse los primeros ciento cincuenta años de autonomía política, (inminente ya un gran cambio en el mundo, determinado por el sentido solidario de la conducta humana y el reencuentro de sí mismo en la comunidad en la cual el hombre participa), estará bien que consideremos algunos de los datos más visibles en el haber y el deber del capital con que nuestra nacionalidad va a asociarse a la gran empresa de nuestro tiempo.

En el fondo, el resorte anímico más evidente de esta conducta, del carácter que venimos describiendo, es la insolidaridad, el egoísmo, la mutilación del sentido social de la existencia. El origen de este persistente rasgo está lejos en el tiempo, pero es claro. Los que han perseguido su estudio, todos, citan una y otra vez las frases desoladas de los gobernadores de esta Provincia de la Corona española: "Esta provincia está apartada de todo el comercio de vuestros reinos, y así se crían por estos montes sin ver otras gentes ni comunicarlos". (Informe del gobernador Chaves y Mendoza al Rey. 26 de abril de 1648). En 1719, la capital de la provincia, Cartago, con todo y su escudo de armas y su título regio de "Muy noble y leal ciudad", sólo alcanza a ser para el gobernador don Diego de la Haya Fernández 7 el más lamentable sitio del mundo americano: "En medio de las pocas casas con que se halla esta ciudad, son muchos menos los vecino que la habitan por tener sus haciendas en el campo en los contornos de ella, en las que ordinariamente residen por la suma pobreza del país, pues pasan de trescientas familias las que están en los campos, en casas de paja... y solamente vienen a la ciudad en los días festivos a oír misa siendo cierto que en los demás días apenas se hallan diez o doce hombres . . . La moneda corriente es el grano de cacao, sin que se conozca el real de plata en lo presente en toda ella, ni haberse podido descubrir de donde tuvo derivación el título de Costa Rica siendo tan sumamente pobre . . . razón porque cada vecino es preciso haya de sembrar y criar lo que ha de consumir y gastar en su casa al año, habiendo de ejecutar esto mismo el gobernador, porque de lo contrario pereciera . . ." Veinte años después, un nuevo gobernador agrega otros datos a este cuadro de miseria: "No hay escuela de niños, las calles están indignas, desempedradas, los vagabundos abundan, la ociosidad crece, la unión de los pobres para sus sementeras, para que el trabajo les sea más tolerable, no se excita, los ríos no tienen puentes. . ." Todavía en 1803, y en 1809, el gobernador Tomás de Acosta 8 nos revela que prevalece la situación denunciada desde 1684. —¡Un siglo y medio en que no ha pasado nada!—: ". . . de lo dicho se deduce que así por la pobreza de esta provincia como por su ningún comercio . . . no se hacen ni pueden hacerse abundantes siembras de los frutos de que es susceptible, porque el labrador, el artesano, el comerciante, el noble y el plebeyo, todos hacen sementera de lo que han menester para el sustento de sus familias". En una palabra, aislamiento del país, extrema pobreza generalizada, que elimina los estamentos sociales; aislamiento de todos entre sí, metidos cada uno en su hacienda, en su casa, en miseria; y en consecuencia, abandono de todo interés por la vida colectiva, en comunidad: ni escuelas, ni calles, ni estímulos al trabajo individual ni menos al colectivo, ni interés por la suerte de la ciudad, del grupo. Nada más allá de mi casa, mi hacienda, mi familia.

Si ya es síntoma grave que en 1648 se describa una sociedad paupérrima, es catastrófico que en 1809 la situación sea la misma, si se considera que tal cosa ocurre en el mismo momento en que las colonias españolas están conmoviéndose por el ascenso de la nueva clase, los criollos, ricos y poderosos, prontos a sacudir el pesado yugo de servidumbre económica a que los tiene sometidos la Madre España. Ah, pero es que en todas partes de América había encontrado el español lo que buscaba: minas para explotar, indios para trabajarlas. En nuestro miserable país, en cambio, nobles y plebeyos, —se lamentan los gobernadores—, acabaron por dedicarse a trabajar todos la tierra, y se volvieron labradores los señores. Hasta el burócrata gobernador se ve obligado a "criar y sembrar lo que había de gastar y consumir todo el año, pues de lo contrario pereciera". En una palabra, aquí la evolución identifico a todos en el mismo nivel de miseria. Miseria material, que acarrea la miseria cultural. Posiblemente lo que diferenciaba a algunos de todos los demás era su rango burocrático. Y quizá de aquí deriva el prestigio que esta ocupación estéril gana entre los costarricenses. ¡La estampa de perdonavidas que exhiben hogaño algunos de nuestros burócratas! Pero de ahí también la indiferencia, la desconfianza de nuestro pueblo hacia el valor de los estamentos militares, y su poquísimo respeto y frío reconocimiento de las jerarquías sociales. Mas, también, sobre todo, su insolidaridad, su utilitarismo egoísta, sus hábitos de pobre con su orgullo de pobre pero sin amos. Ni la costumbre del boato, ni la insolencia nobiliaria del español, ni el ánimo guerrero u opresivo contra el indio, ni la condición humillante de las masas esclavizadas, aunque sí hubo como era usual en la época, servicio de esclavos indios y negros hasta bien entrado el siglo XIX. No pudo establecer la gran tradición religiosa, política, cultural, a la española, con ostentación de borlas y vestiduras, de grados y prebendas, de las catedrales barrocas, de los salones coloniales, de la universidad medieval, vivientes en virreinos y capitanías generales esparcidos por América, a veces más pretensiosos que la misma Corte española. Y con todo esto, desapareció también el espectáculo colectivo del baile y la canción popular tradicionales.

En tal estado de miseria material y cultural nos cayó como del cielo por lo inesperada, la independencia. Durante sus buenos quince años lucharon las familias aristocratizantes de la vieja capital colonial, Cartago, y su hija menor, Heredia, por defender el magro legado feudal de la Colonia, frente a la reciente pujanza económica y el claro sentimiento republicano de San José y Alajuela. Pero no les fue fácil a los republicanos lograr establecer la autonomía del nuevo Estado libre de Costa Rica. Mora Fernández, 9 lo mismo que Ramírez en su breve pero enérgico paso por el poder, y más lejos Carrillo se vieron obligados a menudo a tomar decisiones drásticas para imponer la autoridad central sobre el grupo de los que deseaban detener la historia, muchas disposiciones contra los sediciosos, —a veces se emplea el término de traidores—, y penas de muerte aplicadas perentoriamente, nos muestran que aunque el país no vivió la violencia sangrienta de las luchas por la independencia, para consolidar este bien sí tuvieron los primeros gobernantes que actuar en concordancia con el estado de revolución que se vivía. La necesidad de afirmar el cambio de las estructuras políticas imponía severas medidas. Claro que el método más comúnmente puesto en práctica por los próceres fieles al régimen caído era el de la intriga y el cabildeo. La intriga y el cabildeo, mas no el enfrentamiento claro de doctrinas, sigue siendo costumbre inveterada del costarricense. Y porque así nos gusta, pasamos por alto que aquel fue período de violencia revolucionaria. Todo cambio requiere medidas heroicas. No le tembló la mano al bondadoso y civil Juan Mora Fernández para firmar la sentencia de muerte contra el sedicioso realista español Zamora, ni a Gregorio José Ramírez durante su dictadura relámpago de diez días, ni a Braulio Carrillo, durante su enérgica administración, para suscribir penas de confinamiento y deportación contra los enemigos de la independencia del nuevo Estado. Aquí también se polarizó la lucha entre patriotas y realistas o imperialistas; pero la lucha, en fin de cuentas, fue incruenta. Los intereses económicos y de clase, sí existían, pero el grupo de los conservadores era débil, y si obtenía éxitos en la triquiñuela política alguna vez, salía siempre derrotado cuando tenía que enfrentarse a las armas y la decisión de los líderes liberales.

En realidad, las actitudes de unos y otros, eran más bien atizadas y puestas al rojo por influencias foráneas. Los viejos costarricenses no sentían arder las pasiones feroces que mantenían en estado de anarquía permanente a los demás países. Por esto las batallas campales terminaban las más de las veces en sainetes. También por esto, desde el principio, todos aquellos hombres, formados en el pensamiento de la Ilustración, agitaban sólo una mágica palabra: las luces, el conocimiento racional. No se había terminado todavía el año 21, y ya estaba listo el que con riguroso lenguaje del siglo XVIII se llama Pacto social fundamental interino de Costa Rica, también llamado de significativo modo, Pacto de Concordia. Los corazones juntos, aunque las ideas sean distintas. Y luego, inmediatamente, a fundar escuelas. La situación en que el nuevo estado democrático hallaba la cultura del pueblo, requería cuidados urgentes. Un licenciado elocuente, culto, intrigante, republicano, indeciso, ambicioso y hábil político, nicaragüense por más señas, 10 parece que hizo por esas fechas un juicio amargo sobre el estado de cultura en que los próceres iban afrontar las responsabilidades de la independencia. "El costarricense es ignorante por costumbre". En la joven ciudad de Alajuela apenas había seis personas que supieran leer. El nuevo régimen requería el rápido establecimiento de escuelas. Y así fue como este país vio asociarse milagrosa y dramáticamente, a la idea democrática, y al sentimiento de la libertad, la doctrina de la educación para todos. No arrastraba el país el fardo y fárrago de una tradición cultural asociada al dominio de una clase. La escuela fue de esta manera pensada de una vez como escuela de todos, para todos, sin distinciones, sin discriminaciones por razón del nacimiento o la fortuna. De aquí parte la forja de nuestra democracia en la sala de clases. Apenas empieza a ejercer el poder el primer Jefe de Estado, y ya está ahí el proyecto de establecer casas de enseñanza en todos los municipios; escribe: "En vano se decreta la libertad de los pueblos, la libertad de los individuos, la responsabilidad de los funcionarios, la división de los poderes, la igualdad, propiedad y seguridad. En vano se establece el Cuerpo Legislativo, si no se crían ciudadanos hábiles para el caso; ni Corte de Justicia, ni Poder Ejecutivo, si no hay individuos de qué componerlos y si en la masa de los pueblos de cuyas opiniones depende el acierto de aquellos, no se riega anticipadamente la semilla de las luces, que las han de producir". Y así echa a andar por la historia un nuevo Estado en el mundo. Bajo el signo de progreso de la escuela, que pronto será declarada común, gratuita y obligatoria en su nivel primario o elemental. Pobre pero libre; aislado, pero dispuesto a ganar su relación con las riquezas del mundo manejando un producto milagrosamente aparecido con la independencia: el café; ignorante, en fin, pero con la voluntad de levantarse como empresa cultural moderna, en nombre del pueblo.

Durante esta primera mitad del siglo XIX, tan decisiva para el destino de nuestra historia, va a nacer y va a llegar a determinar las características esenciales de nuestra cultura y nuestra política una oligarquía agraria mercantil, una especie de burguesía rural imbuida primero del racionalismo dieciochesco y luego del positivismo y utilitarismo del siglo XIX. Hay que imaginarse a aquellos políticos de la primera mitad piel siglo pasado en un trabajo como este: hacer o escuchar largos raciocinios o fogosos discursos en que se expone por todo lo largo la filosofía política del momento; leer los más recientes acuerdos del gobierno federal; 11 o leer los tratados políticos de los franceses, de los ingleses, de algún español, sobre las formas de gobierno y sus diferencias; o comentar las noticias que llegan de los demás países americanos, que mezclan nombres de generales rebeldes, presidentes depuestos, traidores ejecutados... En la sobria sala del Ayuntamiento empieza luego la labor de legislar para un país sin tradición intelectual ninguna. Están empezando a crearla. Todo en frío, en abstracto. Sólo la resistencia de algunos curas a aceptar los nuevos principios; o la actitud recalcitrante de algunos aristócratas de Cartago, levanta obstáculos doctrinarios prontamente abatidos. Es tiempo de definición de principios. A propósito de cada suceso, problema, obstáculo o duda, se esgrime una larga y especiosa argumentación doctrinaria. Los que gobiernan aplican un extraordinario poder de intuición política, pero también mantienen bien afinados los cauces lógicos de pensamiento. Por el origen de su cultura en el siglo XVIII y por la naturaleza de las actividades económicas a que viven entregados, esta burguesía naciente trae consigo una actitud eminentemente racionalista; su lengua es conceptual, y su estilo de gobierno estrictamente legalista. De este principio viene el estilo memorialesco de nuestra cultura, su formalismo jurídico y nuestra expresión hasta hoy en manos de abogados, leguleyos y sofistas. Recordemos, a propósito, que de la vieja Universidad de Santo Tomás, al cabo sobrevivió solamente la Facultad de Leyes junto a la Escuela de Farmacia. El farmacéutico es la primera instancia médica en nuestros pueblos. Pero es la presencia del licenciado en leyes y no la del general, en nuestra historia, la que forja un país profundamente respetuoso de la ley y del poder civil. Y por encima de todo, está la importancia que para gobernantes y gobernados adquiere la educación, la escuela, que evoluciona dentro de ese mismo carácter, —escolástico y formal— hasta hoy.

A fines del siglo XIX, una generación joven, de ideología liberal, rigurosamente laica, irrumpe en nuestra historia, resuelta a modernizar el Estado, que arrastraba muchas vejeces coloniales. Mientras otros trabajan en distintos campos, el reformador liberal de nuestra enseñanza, don Mauro Fernández, planeará sustituir de cuajo la decrépita Universidad de Santo Tomás, por otra, dentro de la modernidad de un Instituto Politécnico. Era el momento mayor del positivismo, y don Mauro leía a Spencer, Stuart Mill, Comte. También es el momento de mayor despliegue de la poderosa oligarquía cafetalera. La misma que construye un monumento a su propia grandeza en el fastuoso edificio del Teatro Nacional: bronces, mármoles, terciopelos, espejos rococó de candelabros y pinturas, en medio de una aldea chata, de misérrimo aspecto, polvorienta, que es la San José de fines de siglo. Esa misma miope oligarquía asentada sobre el oro verde de sus cafetales, cuyos hijos podían darse el gusto de hacer sus carreras en las universidades europeas, se olvidó de la de Santo Tomás, y de la de don Mauro. Y así fue como durante cincuenta y tantos años en esta historiada democracia el hijo del pueblo apenas tuvo la posibilidad de asistir a una escuela primaria generalizada, ciertamente democrática y a un liceo que sólo abría camino a estudios universitarios que le estaban vedados por su misma pobreza. La insistencia de la clase dominante en mantener un ambiente de sencillez y trato campechano, oculta al mismo tiempo una actitud de profunda desconfianza de las ideas foráneas. Se atiene a sus propios prejuicios, costumbres, modo de sentir y pensar, dentro de un contexto socio-cultural de inmovilismo que se aprecia en nuestra historia política llena de vacía retórica y fórmulas recurrentes. Lo mismo se aprecia en la literatura y el arte, generalmente adocenados, —aunque con débiles y generalmente frustrados intentos de romper esa losa de prejuicios—, que se hace hasta en derredor de 1940.

Así se instala una moral terriblemente alienadora, que ha llegado a generar en el costarricense medio la búsqueda loca de seguridad a toda costa y el miedo cerval a todo cambio. Esta es la historia de todos los días. El joven, —sea político o artista— rebelde, original, ansioso de lo nuevo si es justo y necesario, tiene dos vías abiertas: o se instala pronto y cómodamente en el régimen, o se aísla, rechazado por el régimen. Se dice que en esta Arcadia, a nadie se le corta la cabeza: con bajarle el piso 12 basta. El régimen compra barato al político en cierne con un puesto de gerente, una diputación, una embajada, o lo somete al más severo de los ostracismos si insiste en su actitud inusitada de rebeldía e inconformidad. Los maestros y profesores son por lo general las más obsecuentes víctimas de tal estado de cosas. Trabajar en una empresa y soñar con la imposible gerencia es el máximo objetivo vital de nuestros jóvenes con buenas disposiciones intelectuales. Incluso, se ve usado este señuelo en la propaganda de algunas empresas.

Una etapa nueva de la cultura costarricense se abre cuando la vieja universidad de Santo Tomás vendría a cumplir un siglo. En 1942 se hace realidad en cierta forma el sueño de don Mauro: una universidad moderna surge de las cenizas de aquella. Ha perdido la advocación al Santo y ahora es solamente de Costa Rica. Y en seguida, los problemas se precipitan vertiginosamente, como en todo el mundo de esta segunda mitad del siglo XX. La población crece con ritmo trepidante en el Continente americano. Aumenta sin cesar la población joven de nuestro país. La escuela primaria y secundaria, lo mismo que la universidad, no alcanzan de ningún modo a llenar las perentorias necesidades de la educación. Con la derogatoria de las leyes llamadas liberales, que mantenían la escuela primaria y la enseñanza media bajo control del Estado, crece la enseñanza privada. La industria y el comercio en agudo desarrollo, generan una nueva clase gerencial, ambiciosa, sin principios, sin escrúpulos, dirigida sólo por la moral utilitaria. La educación privada en manos de religiosos tiende a fijar jerarquías económico-sociales. La nueva burguesía empresarial adopta un estilo ultra-conservador, apenas moderado por su moral pro-americana y liberaloide. Las contradicciones de la nueva situación del país generan desempleo, miseria, desnutrición, analfabetismo, aguda crisis habitacional, inflación, carestía, delincuencia. Desaparece la antigua fisonomía de nuestras ciudades, en las cuales veíamos en otro tiempo, al lado de la casita del obrero, del pequeño comerciante, del maestro, la casona, sobria y acogedora, del gamonal, del hombre de empresa, del profesional de fortuna. Ahora, crecen los barrios residenciales, exclusivos, se elevan los grandes edificios de bancos, tiendas, oficinas de monopolios privados, y se construyen en los suburbios las ciudades-satélite o "ciudadelas", complejos habitacionales para una clase media baja de burócratas mal pagados, maestros y obreros, y los barrios pobres son cada vez más ruinosos, y se ocultan por caminos imposibles hacinamientos miserables de los tugurios y los ranchos campesinos. Los partidos políticos tradicionales, cuya diferencia no está en la doctrina sino en el hombre y el grupo que les hace rueda, —"argolla" se llama a esto en el dialecto político costarricense—, se muestran incapaces para encarar los nuevos problemas. Recientemente, un ciudadano ha hecho caudal político con el demagógico grito de lucha contra la miseria extrema, y la masa campesina miserable y la urbana paupérrima han corrido a darle su apoyo. La masa, el pueblo, sin conciencia de sus problemas lo sigue esperando todo de la providencia encarnada en el político de turno, sin apenas idea de su situación de víctima dentro de una sociedad capitalista que administra el orden y la tranquilidad en beneficio de quien posee el poder económico. Todos los medios publicitarios sirven a esos intereses.

En la universidad, tímidamente, se desenvuelve ya un pensamiento crítico de esa situación político-social explosiva cuyas consecuencias se adivinan. Pero a veces, los mismos medios de comunicación al servicio del sistema imperante, intuyen el peligro. Uno de los periódicos más influyentes en la opinión pública, acaba de decir en su página editorial unas cosas significativas: "...Y son pocos los que protestan. Quizá, piensan algunos, en estos casos no se desquicia el régimen democrático. Al contrario, se fortalece. Quizá, opinan otros, la muerte de la democracia y el germen de la violencia provienen de fuera, nunca de dentro. De acuerdo con este modo de sentir y de opinar se creerá que los enemigos de la democracia son solo los extremistas, no los falsos apóstoles de la democracia, aunque estos creen poseer patente de corso". El editorial se produjo a raíz de una resolución arbitraria de los políticos de la Asamblea Legislativa.

Las voces de alerta, los gritos de protesta, ciertamente inorgánicos y débiles todavía, no inquietan a nadie. El costarricense de hoy como el de ayer, se asoma al mundo por la ventana apenas entreabierta de los medios de comunicación sometidos a los intereses de poderosos anunciantes. Como en ellos se le trasmite una imagen a la medida de lo que el Gran Jefe le interesa que se conozca en este mundo de tercera clase y como ha sido educado para sentir que vive en un país sin problemas, que hay que mantener aislado de la locura del mundo, nuestro hombre sigue durmiendo tranquilo el sueño de sentirse inmune al desconcierto del siglo, gozando del aire fresco, —"aire acondicionado", dicen las guías de turismo—, de esta isla fantasmal que es nuestra Meseta.



Notas:

1. William Walker (1824-1860), filibustero norteamericano que después de haberse apoderado de algunos territorios mexicanos y de haberlos convertido en repúblicas, pretendió conquistar Centroamérica. En 1856-1857 fuerzas centroamericanas frustraron sus intentos de convertir estas tierras en territorios esclavistas. Fue fusilado el 12 de setiembre de 1860, en Honduras.

2. Se refiere al Presidente Juan Rafael Mora Porras, fusilado el 30 de setiembre de 1860, en Puntarenas.

3. Rogelio Fernández Güell (1868-1918). Periodista que combatió el régimen de los Tinoco contra el cual encabezó un movimiento revolucionario improvisado por su idealismo, que fracasó. Fue asesinado en 1918.

4. Soldado adolescente: Juan Santamaría, el héroe epónimo de Costa Rica. Era el tamborcillo del ejército costarricense que combatía al filibustero William Walker. En la batalla del 11 de abril de 1856 incendió el edificio donde se encontraban las fuerzas filibusteras y gana con el sacrificio de su vida los laureles de héroe nacional. Al ofrecerse como voluntario para la hazaña dijo: "Yo iré, pero les encargo que no se olviden de mi madre". (Relato de José María Bonilla. Costa Rica Ilustrada, 15 de mayo de 1891; reproducido en Dobles Segreda, Luis. El libro del héroe. (San José Costa Rica: Imprenta Lehmann, 1926), p. 95. En Alajuela, su ciudad natal, se le levantó en 1891 un monumento que se considera como una especie de santuario del patriotismo costarricense.

5. Ramírez y Carrillo.

Gregorio José Ramírez (1796-1823). Exponente de la causa liberal y republicana que estructuró el Estado de Costa Rica en 1821. En su calidad de Representante por Alajuela suscribió el Pacto de Concordia. Luchó contra las ideas imperialistas de clase y porque se respetaran los deseos del pueblo a participar libremente en la política. En 1823 se vio improvisado jefe militar. A su nombre "hasta el indio pusilánime se había hecho un feroz guerrero" —declaró Santos Lombardo—. Vencedor de la batalla de Ochomogo; a causa de este triunfo, se traslada la capital a San José. Durante diez días ejerció el mando con drasticidad mientras los Ayuntamientos y las Asambleas populares reorganizaban al Estado. Enseñó el respeto que se debe a la opinión pública y a las instituciones garantes del orden y de la libertad. Fue desinteresado y gran patriota. Se le conoce como el "Restaurador de nuestra Independencia". Fue declarado Benemérito de la Patria en setiembre de 1971. (Ver Pérez Zeledón, Pedro. Gregorio José Ramírez), San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica.

Braulio Carrillo (1800-1845). Hombre enérgico y dinámico. Había estudiado leyes. Jefe de Estado de 1835 a 1842. Verdaderas transformaciones se produjeron en esta época. Como estadista estructuró el Estado costarricense y logró la unidad nacional y sacar a Costa Rica de la anarquía y de la desarticulación. En 1838 declaró que "Costa Rica asumía la plenitud de su soberanía y formaba un Estado libre e independiente". En 1841 dio un paso torpe: se declaró Jefe vitalicio y, en 1842, fue derrocado. Murió asesinado en 1845, en El Salvador. Fue declarado Benemérito de la Patria en 1971. (Véase Francisco M. Iglesias, Braulio Carrillo; Tributo patrio. San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1971).

6. Se refiere a Adolphe Marie, periodista francés que radicó en nuestro país entre 1848 a 1856. Fundador del primer hebdomadario satírico costarricense, El Guerrillero (1850), desde el cual, con espíritu volteriano critica no sólo a la sociedad y costumbres costarricenses sino que, también, las intenciones federales, la anarquía, la violencia, la dictadura y robustece el naciente sentimiento de nacionalismo. Después redactó La Gaceta Oficial, El Eco de Irazú y otros periódicos. Fue colaborador íntimo del presidente Juan Rafael Mora, a quien sirvió como subsecretario de Relaciones Exteriores y enviado especial ante las cortes de Inglaterra y Francia en 1855. Murió en mayo de 1856, al servicio de las tropas costarricenses que luchaban contra William Walker. (Ver Jeannette Bernard Villar. Adolphe Marie, un periodista francés en Costa Rica; 1848-1856. Tesis presentada a la Universidad de Costa Rica para obtener el diploma de Licenciada en literatura y civilización francesa, 1971).

7. Diego de la Haya Fernández (1675-¿1739?)- Gobernó a Costa Rica de 1718 a 1727. De gran cultura y espíritu progresista e ilustrado. (Ver Chacón de Umaña, Luz Alba. Don Diego de la Haya Fernández. San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1967).

8. Don Tomás de Acosta (1774-1821). Fue uno de los gobernadores de Costa Rica más progresistas. (1796-1810). Auténtico ilustrado. Se le tiene como el verdadero introductor del café en Costa Rica, un cantón de la provincia de San José fue bautizado en su honor. (Ver Estrada M., Ligia M. La Costa Rica de don Tomás de Acosta. San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1966).

9. Juan Mora Fernández (1784-1852). Primer Jefe de Estado, de 1824-1833. Se distinguió por su tono patriarcal, comprensivo, inteligente, bondadoso y al mismo tiempo enérgico. Se preocupó por la enseñanza y en hacer progresar a Costa Rica en todo sentido. Durante su segunda administración llegó al país la primera imprenta y se publicó el primer periódico costarricense llamado Noticioso Universal.

10. Se refiere al bachiller Rafael Francisco Osejo, primer rector de la Casa de Enseñanza Santo Tomás. Primer profesor de filosofía en Costa Rica. El liberalismo costarricense surgió con Osejo como abanderado. Autor de las primeras obras didácticas escritas en nuestro país. (Ver Zelaya G., Chester, El bachiller don Rafael Francisco Osejo. San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1971). Y, Láscaris C, Constantino. Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica. (San José, Costa Rica. Editorial Costa Rica, 1964), pp. 50-58.

11. Costa Rica estuvo incorporada a la República Federal de Centroamérica, de 1824 a 1838. (Ver Facio, Rodrigo. La Federación de Centroamérica; sus antecedentes, su vida y su disolución. San José, Costa Rica: ESAPAC, 1957).

12. Expresión acuñada por la novelista Yolanda Oreamuno, para designar el espíritu mediocratizante del intelectual costarricense. (Ver Oreamuno, Yolanda. A lo largo del corto camino. San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1961), p. 19.

(Notas de Luis Ferrero, 1971)






lunes, 22 de octubre de 2012

533.- Mujer: cuerpo de castigo



Mujer: cuerpo de castigo

Por Patricia Karina Vergara Sánchez 

Soy lesbiana y estoy escribiendo sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Se me ha dicho en distintas ocasiones que no me corresponde hablar de este tema porque mis prácticas sexuales no me ponen en peligro de un embarazo no deseado. Sin embargo, ese supuesto es un mito. Soy lesbiana y he abortado. Aborté siendo muy joven y vulnerable, aborté en una época y lugar que me obligaron a la clandestinidad. A pesar del riesgo vivido, no me arrepiento. No viví el síndrome post-aborto del que hablan algunos textos conservadores, tampoco quedé estéril, ni he muerto, no fui al infierno y no atormentan mis noches los rostros de niños no natos de las imágenes chantajistas de los carteles que los militantes anti elección cuelgan en los puentes del Periférico. Sin embargo, soy consciente de que fue un procedimiento que viví en condiciones de mucho miedo ante lo desconocido, con maltrato médico y con angustia económica y sé que no quiero que vivan esas condiciones injustas otras mujeres, si tienen que someterse a un procedimiento similar.

Si bien es cierto que las realidades de las mujeres en este país son complejas y diversas y que somos mucho, mucho más allá que meramente objetos cosificados, que senos, nalgas, piernas que parecen ser lo que se utiliza para comerciar con nuestras imágenes y más que aquellos úteros que parecen preocupar tanto para su tutelaje a clérigos y ciertos estadistas; cabe el preguntarse sobre lo que pasa concretamente con nuestros cuerpos y cuál es la razón por la que la vigilancia sobre éstos resulta tan relevante que ocupa un debate constante en los medios de comunicación y que en la práctica determina la vida de tantas de nosotras, porque somos innumerables las que hemos vivido en propia piel el costo que las mujeres tenemos que pagar por querer elegir, por desear, por proponer.

Las lesbianas que deseamos vivir la maternidad en nuestros cuerpos en este país, podemos hacerlo sólo si tenemos las posibilidades económicas para ello, ya que nos vemos obligadas a pagar altas cantidades de dinero para tener acceso a las técnicas de reproducción asistida, pues el Estado, tan ocupado en regular la maternidad de unas, se niega a mirar hacia otras maternidades. Así mismo, cuando ya vivimos la maternidad, constantemente pagamos en lo emocional cuando el entorno se toma la atribución de pretender llamarnos a cuentas por el desfase de ser madres y lesbianas al que nos hemos atrevido.

También, por desgracia, sigue ocurriendo que en pleno 2010, lesbianas seamos agredidas, abusadas, golpeadas, aisladas o discriminadas por ejercer nuestra preferencia sexual.[1]

Es este es uno de los puntos clave de coincidencia entre mujeres heterosexuales y no heterosexuales, el estar inmersas en una cultura de castigo sobre y por los cuerpos femeninos. Ya sea por buscar el parir, por buscar el no parir, por utilizarlo para el disfrute y el placer, incluso por reconocer el cuerpo como propio.

Es interesante observar lo que ocurre con los cuerpos que al nacer presentan genitales femeninos, el cómo a partir de ellos se crean los cimientos que sostienen al sistema dominante. Basta encender el televisor, pulsar el acceso a Internet o pararse frente a un puesto de revistas, ventanas por excelencia del mundo contemporáneo, para recibir un inmediato bombardeo en donde priman dos tipos recurrentes de imágenes: Por una parte, la nota roja, con su baño cotidiano de sangre, muerte y dolor pasteurizado, normalizado. Por otra parte, cuerpos de mujeres expuestos semidesnudos como elemento decorativo, publicitario o como modelo a seguir, ideal a alcanzar para otras mujeres. Si tomamos en cuenta el que muchos de los cuerpos presentados en los hechos sangrientos mencionados líneas arriba, son también cuerpos femeninos, pueden llegar a dar la impresión de ser el mismo “producto”, solamente con distinta presentación.

Miremos alrededor y observemos que son los cuerpos de las mujeres aquellos que forman más de la mitad de la fuerza productiva de este país. Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de 2009, de 75.4 millones de personas que trabajan, 40.5 millones son mujeres. [2]

Reconozcamos el cómo estos ojos, mentes atentas, brazos y piernas son los que se hacen cargo de la formación de los niños y niñas de esta nación, siendo que, además, en México el 41.5% de los hogares, son lidereados y sostenidos económicamente por mujeres.[3]

Así mismo, trabajamos en promedio 27 horas a la semana en los quehaceres domésticos de nuestros hogares, y participamos alrededor de 25 horas en el cuidado de niños, enfermos y ancianos.[4] El trabajo doméstico realizado por estas espaldas, piernas, brazos, manos de mujer, es una labor que no nos reporta en general ingresos, pero  cuya realización es social y económicamente indispensable pues permite a cada trabajador, trabajadora, alimentarse, vestirse, asearse, mantener el orden diario para poder salir desde lo privado a cumplir su labor asalariada.

Podemos, también, constatar que somos las que sostenemos la economía de consumo. Basta con mirar como es a nosotras que se dirige un porcentaje importante de la publicidad, con productos para las labores domésticas, para la decoración del hogar, para lograr la apariencia que dicta el modelo estético actual, los productos para la alimentación de las familias, cuya responsabilidad se deposita también en nosotras.

Pensemos en el gran negocio que implica la salud de las mujeres: desde la venta de productos para aclarar la piel, modificar el color de los ojos, labios, cabello, para erradicar el vello, disimular olores, toallas sanitarias y tampones con tinturas y blanqueadores, sostenes y fajas, pastillas laxantes y para bajar mágicamente de peso, zapatos de tacón alto y todos aquellos artilugios que resienten la salud femenina, que devenga gastos mayores en atención terapéutica, cuidados, medicamentos y la obligación posterior de seguir adquiriendo productos que nos mantengan con vida: medicinas, tratamientos, aparatos ortopédicos en los casos de daño por el uso de calzado inadecuado y, por supuesto, más productos cosméticos y sanitarios. Nos convertimos en clientela cautiva. Se trata de un negocio redondo, negocio perfecto.

Nosotras, colocadas no sólo como consumidoras potenciales, también como objeto para destinar al comercio en la prostitución, en la pornografía, en las nuevas formas de esclavitud.

Aún más, no podemos olvidar que son nuestros cuerpos los que han recibido en este país la tortura sexual como forma de represión política, cuerpos botines de guerra.

Es así, pues, el cuerpo femenino la valiosa materia prima que sostiene el sistema económico, político, sobre el que se deposita la permanencia del estado de las cosas. Es muy probablemente por ello que a quienes les interesa mantener, justamente, ese estado de las cosas, les resulta terrible, temible, impensable el que las mujeres nos reconozcamos dueñas de este cuerpo, precisamente de este cuerpo. Las mujeres, piernas, brazos, úteros, senos, troncos, cabezas; dueñas de sí, poderosas.

Ante este peligro inminente es que buscan construir mecanismos de sujeción, modelos de lo que es deseable, la imagen a imitar de belleza, de renuncia, de abnegación. Incluso, se construye una lógica común de constante obligación, compulsión a la maternidad. La imagen de la madre, rodeada de cánticos de ángeles rubios de la iconografía católica, monumentos, encajes rosas, telenovelas embrutecedoras y eternas loas a la renuncia y al sacrificio en el nombre de los hijos.

En cambio, se destina la sanción para aquella que rompe con alguna de las ligaduras concretas. Estigma, señalamiento. Para quien se atreve al placer, es el calificativo de puta. Para quien transgrede con el molde de lo considerado femenino, el apelativo de machorra. La gorda, es quien no cumple con los criterios de estética impuestos desde los medios. Incluso y en pleno siglo XXI,  hay una carga para aquella que decide entrar al trabajo de criar hijos sin un hombre a su lado que la legitime.

Sin embargo, al parecer, no bastan el estigma y la sanción social para quien se niega a gestar y parir sin desearlo. Hay una búsqueda sádica de castigo corporal, de criminalización, una persecución de hecho, hoy en México legitimada en 18 estados: Chiapas, Veracruz, Querétaro, Baja California, Chihuahua, Campeche, Colima, Puebla, Durango, Jalisco, Nayarit, Quintana Roo, Guanajuato, Yucatán, Sonora, Morelos, San Luis Potosí y Oaxaca.



Así como se dice que en este país existe libertad de expresión, esta libertad es real porque está consignada oficialmente, es real mientras no se intente pintar en un muro, pegar un cartel o repartir volantes informativos por la calle, mucho menos acceder a los medios de comunicación masiva, porque entonces quien lo intente será nombrado transgresor, incluso “delincuente”. Es decir, tenemos libertad de expresarnos, pero no en cualquier espacio, porque el espacio pertenece, generalmente, sólo a los privilegiados y al Estado.  Así, el cuerpo de las mujeres es de las mujeres mientras no intenten decidir por sí mismas lo que ocurre con él, porque, al parecer, la injerencia suprema ha de ser la de los líderes religiosos y de los interesados en mantenerlas sujetas.

Es por lo anterior que se hace preciso mirar  con cuidado qué hay detrás del discurso antielección que manejan los sectores conservadores y que nos dejan caer en periódicas declaraciones, porque no es mero oscurantismo sustentado en arcaísmos religiosos, no es ignorancia, no son tan inocentes. Se trata únicamente del engaño que ocupa demasiado tiempo en citas de salmos y evangelios, excelentes distractores en el debate, cuya función es de cortina de humo para un análisis de mayor profundidad para la población en general. Su interés tampoco es el bienestar de la “familia”, concepto que han convertido en sagrado instrumento de manipulación de la opinión pública. Mucho menos es el bienestar de las mujeres mismas, no hay interés alguno en el fortalecimiento, en la autonomía, en la educación en general, baste con ver de la franca oposición y desinformación activa en contra del condón, los métodos anticonceptivos, la PAE y los temas de salud y libertad sexual en general y, definitivamente, tampoco es el interés por la vida del producto, mero chantaje señalado en foros diversos cuya incongruencia es prácticamente palpable en la pobreza de millones, tolerada, incentivada por éstos mismos que claman desde la cultura de la misoginia.

 La visión retrograda es el no entender las circunstancias diversas de las mujeres que vivimos un embarazo no deseado, es no construir una educación en el respeto a la libre elección, de prevención informada. Además es interesante observar el cómo el buscar la prohibición, tampoco, es evitar que se lleven a cabo abortos, pues de sobra sabemos que la ilegalidad no detiene el que ocurran, el objetivo es claro y específico: el castigo sobre las mujeres.

Es la concreta exigencia del castigo como forma, como política del miedo en busca de mantener el sometimiento de un sector de la población. Se toman el poder de imponer sobre nuestros cuerpos la prisión, si no deseamos o nuestras circunstancias de vida nos llevan a elegir no gestar, si decidimos no utilizar nuestra fuerza, energía, tiempo, la cotidianeidad en la tarea de la crianza.

En los meses más recientes en México, se ha visibilizado el que en Puebla, son aproximadamente 30 las mujeres encarceladas por haber abortado; en Veracruz hay ocho recluidas por aborto que han sido acusadas de homicidio calificado; cinco de ellas ya han sido sentenciadas a purgar de 12 a 15 años de cárcel por su supuesto crimen.[5]

En tanto, en Guanajuato, según datos de organizaciones no gubernamentales, en los últimos ocho años 130 mujeres violadas han sido denunciadas y procesadas por abortar. En los últimos años nueve mujeres fueron sentenciadas y 11 están siendo procesadas, de acuerdo a información de San Juana Martínez [6]

Para las mujeres que hemos abortado o que estamos en un momento de nuestras vidas en donde nos preguntamos sobre la opción de interrumpir un embarazo, el clima alrededor está sembrado de terrorismo antielección. Por una parte la acusación menor es la sanción social que nos nombra egoístas, es decir, es la crítica a atrevernos a decidir lo que queremos para nosotras, para nuestros futuros y para nuestra vida cotidiana, cómo y cuándo ser madres; continúa el señalamiento y condena hacia quien se sospecha a favor del aborto en algunas comunidades; el ataque directo a quienes reconocemos públicamente que hemos interrumpido voluntariamente nuestros embarazos, desde insultos hasta mensajes de odio y más; la injusticia de tener que someterse a los procedimientos terapéuticos en medio del temor a lo oculto, en sitios no siempre salubres y mucho menos regulados; de permitir que sea un negocio para algunos médicos que se aprovechan de la situación para cobrar sumas indignas a mujeres en situaciones desesperadas, médicos que no siempre están capacitados y que cuando cometen violencias contra sus pacientes no pueden ser denunciados; hombres, esposos, novios, padres, que violentan a mujeres obligándolas a abortos involuntarios; mujeres que han encontrado la muerte por abortos mal practicados en condiciones de clandestinidad. Todo ello permitido, sugerido y generado por el clima de ilegalidad, hostilidad y profunda desinformación promovida en los ambientes contrarios a la libre elección.

Qué distinto podría ser si las mujeres no fuéramos a prisión por determinar cuándo y cómo deseamos tener hijos.

Cuán liberador sería si médicos y médicas a los que acudiésemos estuvieran todos bajo un marco de regulación, actualizades para prestar servicios eficientes y de calidad y sensibilizades para que el trato fuese más humanitario,

Cuánta sería la diferencia si hubiese información laica y con difusión suficiente para que nadie pudiese obligarnos a interrumpir un embarazo, pero tampoco a continuarlo.

Qué gran diferencia si las casas de acogida para mujeres embarazadas no estuvieran en su mayoría en manos de personas antielección cuya idea de la maternidad no fuera tan manipuladora y moralina y en donde no recayeran tantas sospechas sobre el rentable negocio de la adopción, ya que su manejo no es transparente, por ejemplo, la Red por los Derechos de la Infancia en México ha denunciado que el gobierno federal no tiene los registros completos de los niños que se encuentran en albergues y casas hogar, tanto públicos como privados.[7],[8] Igualmente, si no generara tanta desconfianza el manejo de los recursos que reciben algunas de estas instituciones y que deberían ser destinados a las mujeres que atienden mientras dura su embarazo, las cuales parecen ser desechadas tras el parto.[9],[10]

Qué distinto sería para tantas si el miedo a la prisión, pero también la amenaza constante de la miseria, de desempleo, de la falta de recursos, el desamparo o la injusticia de ser madre sin desearlo no fueran una paradoja constante y real en tantos estados de nuestro México.

Por todo lo anterior, es preciso tener claro que no es  meramente un tema de moral o salud pública, el tema de la elección o no de la maternidad es un asunto de profundo contenido político, que atañe a la organización de las sociedades y el devenir histórico en general, que implica perpetuar o no formas de control sobre las mujeres.

Es imprescindible pensar la oposición a la Interrupción Voluntaria del Embarazo como un eslabón que nos permite visualizar la cadena de sujeción a violencias distintas contra las mujeres. Por ello, es importante reconocer la necesaria continuidad de la defensa en materia legislativa, pero también, la búsqueda y exigencia de libertad a las presas por aborto, hoy presas políticas de este sistema. Así mismo, demandar justicia para aquellas que han muerto en abortos ilegales, denunciar que se trata concretamente de feminicidios de un Estado que prefiere provocar la muerte de las mujeres a dejar de tutelar sobre nuestros vientres.

El paso primero y urgente es rescatar nuestros cuerpos, arrebatarlos a la lógica neoliberal y patriarcal que los ha secuestrado. Hagamos resistencia, es decir, busquemos otras prácticas, otros modos de pensar y pensarnos.

Hablemos, informemos, aprendamos, enseñemos a las más jóvenes. En la Interrupción Voluntaria del Embarazo, en la exigencia de justicia ante un abuso o un maltrato, ante todas las formas de violencia contra las mujeres, nos fortalece el acompañarnos. Hacer resistencia es, también, no dejar sola a la otra ni quedarnos solas. No es necesario que nadie nos diga cómo y cuándo, no es preciso esperar permisos o iniciativas de autoridades. Reconocer lo que pasa, lo que imponen, lo que obligan sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas. Es meramente cuestión de preguntarnos unas a otras, de reconocer lo que necesitamos las mujeres de la calle que habitamos, de nuestra colonia, de nuestra zona. Preguntarnos cómo, mirar alrededor, encontrarnos unas a otras y organizarnos. Politicemos lo que nos ocurre y no permitamos que nos hagan ocurrir más violencias. No es justo dejar la tarea a las siguientes generaciones; no es justo para nosotras seguir postergando el debate y la acción. Ya es la hora de recobrar lo que nos pertenece:

El cuerpo de las mujeres es de las mujeres.

- Patricia Karina Vergara Sánchez
(México DF, México, 1974)
Feminista, periodista y profesora




[1]  http://lunaslesbianasfeministas.blogspot.com/
[2]   http://eleconomista.com.mx/sociedad/2010/03/07/mujeres-trabajan-18-horas-mas-que-hombres
[3]   http://www.ehui.com/2010/03/06/el-41-5-de-mujeres-son-el-sosten-de-su-hogar
[4]   http://eleconomista.com.mx/sociedad/2010/03/07/mujeres-trabajan-18-horas-mas-que-hombres
[5] http://www.terra.com.mx/mujer/articulo/896870/Exigen+libertad+a+las+mujeres+presas+por+abortar.htm
[6]   http://concienciafeminista.wordpress.com/2009/09/29/las-mujeres-en-mexico-perseguidas-procesadas-y-encarceladas-por-abortar/
[7]   http://www.sipse.com/noticias/20664-mexico-segunda-nacion-huerfanos--.html
[8]  http://www.diarioamanecer.com.mx/?subaction=showfull&id=1254095107&archive=&start_from=&ucat=4&
[9]   http://www.jornada.unam.mx/2009/04/19/index.php?section=estados&article=028n7est
[10]   http://www.tribunadequeretaro.com/index.php?option=com_content&view=article&id=790:20-de-mujeres-da-en-adopcion-a-su-hijo-vifac-&catid=35:gral-soc&Itemid=61