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miércoles, 2 de abril de 2014

732.- Cinco episodios para entender Ucrania


Trosky
Oficiales alemanes reciben a Leon Trotsky y Lev Kamenev en Brest-Litovsk / AP

Cinco episodios para entender Ucrania

Por: F. Javier Herrero |ElPaís




La revuelta popular del ‘Euromaidán’, que se desató a finales de noviembre con la sorprendente decisión del Gobierno ucranio de suspender la firma del Tratado de Asociación y Libre Comercio con la UE, ha generado una convulsión interna que por lo pronto se ha cobrado la dimisión del primer ministro Mikola Azárov y todo su gabinete ministerial. Ucrania se enfrenta a la disyuntiva de acceder a la Unión Aduanera que ha forjado Rusia con Bielorrusia y Kazajstán o afianzar su relación con la Unión Europea mediante el tratado de asociación. La doble alma del pueblo ucranio -con un occidente que se ve custodio de las esencias nacionales y mira hacia Europa, y el sureste, de cultura y lengua rusas, que lo hace hacia Moscú-, vuelve a dividir al país como ya ocurrió en el pasado. Estos son algunos momentos claves del pasado de Ucrania que ayudan a entender el presente.

1- Desde 1654 la Tierra de la Frontera (ese es su significado en el idioma eslavo), a excepción de la occidental Galitzia vinculada al Imperio Austro-Húngaro, perteneció al imperio de los zares hasta que la I Guerra Mundial y la Revolución Rusa pusieron patas arriba el mapa de la Europa centro-oriental. La firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918 entre las Potencias Centrales y Rusia obligó a ésta a reconocer la independencia de Ucrania, entre otras muchas cláusulas humillantes, pero la derrota alemana en la Gran Guerra unos meses después, dejó en papel mojado lo firmado en Brest-Litovsk. Rusia quería recuperar los territorios perdidos y Ucrania se vio inmersa en una guerra civil con varias entidades autónomas apoyadas por rusos bolcheviques, rusos mencheviques, polacos... incluso un movimiento anarquista llamado el ‘Ejército Negro’ se hizo fuerte en el sur del país. El Tratado de Riga de marzo de 1921 puso fin a una guerra que dejó un millón y medio de muertos y marcó las fronteras definitivas hasta la II Guerra Mundial. Ucrania occidental se incorporó a Polonia y ésta reconocía a la República Socialista de Ucrania que en diciembre de 1922 fue miembro fundador de la URSS.

2- Las directrices marcadas por Stalin en la construcción del estado socialista y el primer Plan Quinquenal soviético trajeron funestas consecuencias para la nación ucrania que hoy día son una herida que supura en las relaciones entre ambos países. Stalin y los planificadores económicos culparon a los agricultores de acaparar los cereales y comprometer los resultados de los objetivos de industrialización. En 1929 la lucha de clases se desató contra los kulaks, los campesinos acomodados, que se convirtieron en un grupo social a liquidar. La resistencia de millones de campesinos a las requisas de la cosecha y la colectivización forzosa, fue contestada con una represión feroz que supuso ejecuciones, encarcelamientos, torturas y deportaciones en masa. Los efectos de la política de Stalin, que deliberadamente sabía que condenaba a sufrir penurias y hambre al campesinado de la URSS, se tradujo en el invierno de 1932-33 en una crisis que sentenció a muerte a unos cinco millones de ucranios. Algunos supervivientes testificaron que la escasez y el horror llegaron al punto de darse casos de canibalismo. Fue lo que se conoció popularmente como Holomodor, la Gran Hambruna, que para muchos es uno de los más brutales genocidios del siglo XX. El dictador georgiano afirmó que la muerte de un hombre es un hecho trágico, pero que la muerte de un millón es una simple estadística. Seguramente pensaba en eso cuando se dio la orden de que los niños que eran hijos de campesinos y fueron dejados por sus padres cerca de los orfanatos de las ciudades porque no podían alimentarlos, fuesen expulsados y abandonados en medio de la inmensidad del campo ucranio a su suerte.

3- En 1954 Nikita Kruschev, líder soviético de origen ucranio ruso-hablante, decidió asignar la república autónoma de Crimea a Ucrania para conmemorar los 300 años de unión entre rusos y ucranios. Esta península estaba poblada por tártaros hasta que Stalin en 1943 ordenó la deportación de la mayoría de ellos a Asia Central acusados de colaboracionismo con el ejército nazi. A partir de ese momento llega a Crimea población rusa y ésta pasa a ser su principal componente demográfico. Desde el punto de vista militar su importancia no es poca pues la flota soviética del Mar Negro estableció su base en Sebastopol. Al producirse la desintegración de la URSS en diciembre de 1991, los actos caprichosos de dirigentes anteriores acabaron pasando su factura. En mayo de 1992 el parlamento ruso declaró ilegal la cesión de Crimea a Ucrania en 1954, temeroso de que ésta rompiese con Rusia y la CEI (Comunidad de Estados Independientes) y avanzara hacia una mayor cooperación con Occidente. En 1994 los partidarios de la integración con Rusia dominaban el poder ejecutivo y legislativo en Crimea aunque por fortuna para Kiev las diferencias entre ellos no tardaron en aflorar y el poder central ucranio se hizo con la situación. En los años siguientes los presidentes Kuchma y Yeltsin pactaron el uso de la base naval y Ucrania decretó el control político desde Kiev del conflictivo territorio. Dicho esto, la mayoría ruso-hablante de la península no olvida sus orígenes.



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Manifestantes de la Revolución Naranja en Kiev en 1994 / Reuters 


4- Las elecciones presidenciales de noviembre de 2004 se grabaron en la memoria de todos los ucranios. Putin viajó a Ucrania e hizo abiertamente campaña a favor de Víktor Yanukóvich, actual presidente y en ese momento heredero del corrupto presidente Leonid Kuchma. Víktor Yúshenko acudía a las elecciones en alianza con Yulia Timoshenko, conocida como la ‘princesa del gas’, dueña de una empresa importadora de gas ruso y representante del clan empresarial de Dnepropetrovsk. Timoshenko tiene intereses económicos directos con Rusia y ha sabido liderar el bando prooccidental, lo cual es más que notable. El 6 de septiembre, el candidato opositor y prooccidental Víktor Yúshenko enfermó repentinamente y tuvo que ser hospitalizado. Fue tratado en Viena y cuando reapareció el 19 de aquel mes, tenía el rostro irreconocible. Un descomunal sarpullido era el síntoma de lo que los médicos diagnosticaron como un envenenamiento con dioxinas. Yúshenko culpó a los servicios secretos que trabajaban para sus rivales políticos los cuales habrían decidido apearle de la carrera electoral y dejar el camino libre a Yanukóvich, pero Yúshenko se repuso. Cuando se celebró la segunda vuelta, las denuncias de fraude electoral llegaron desde todos los ámbitos menos Rusia. La negativa gubernamental a repetir las elecciones desataron la 'Revolución Naranja' con la que centenares de miles de personas ocuparon el centro de Kiev de manera pacífica bloqueando los edificios administrativos durante 18 días en una vigilia permanente que exigía democracia ante los ojos atónitos de medio mundo. Las regiones ruso-hablantes del este del país amenazaron con imponer su autonomía y el régimen pensó en declarar el estado de excepción. Las negociaciones entre las partes y la mediación internacional lograron alejar el fantasma de la guerra civil y alcanzar el pacto. Se volvieron a celebrar elecciones y Víktor Yúshenko fue elegido presidente.

5- Antes de llegar al presente Ucrania y Rusia tuvieron una última crisis con la guerra del gas que se desencadenó en enero de 2009. Rusia alegaba el impago de la deuda que Kiev mantenía con la compañía rusa Gazprom y la negativa ucrania a acordar un nuevo contrato de suministro, aparte de acusarle de robar gas. Por los gasoductos ucranios transita el 80% del gas que importa Europa de Rusia, que acabó tomando la decisión de cortar el suministro para presionar a Ucrania. Durante quince días con temperaturas a -15º, los países del este europeo se quedaron literalmente tiritando y algunos de la Unión Europea vieron sus reservas disminuir peligrosamente. El escenario político era muy complejo. Las relaciones entre ambos países se hicieron más difíciles ya que Putin no tragaba con la política nacionalista y prooccidental de Yúshenko. La Unión Europea había llegado a las puertas de Rusia con sus ampliaciones y se convertiría en el mercado natural de las exportaciones ucranias. Mientras tanto se negociaban créditos con el FMI y el BERD para salir de la apurada situación financiera de su economía. Al frente de Ucrania, los que antes eran aliados, ahora eran enemigos. El presidente Yúshenko acababa de cesar a Timoshenko como primera ministra tras la aprobación de leyes que mermaban el poder del presidente de la república y las reformas necesarias para salir del caos económico permanecían aparcadas. Ucrania y Rusia acabaron firmando un acuerdo sobre el suministro de gas con duras condiciones para la primera. Las firmas de ese acuerdo fueron luego usadas para acabar condenando a Yulia Timoshenko, a la sazón primera ministra, a siete años de cárcel por abuso de poder en unas circunstancias procesales que recordaban las de Mijail Jodorkhovski en Rusia.
Ucrania afronta de nuevo momentos decisivos. La Rusia de Vladimir Putin juega el papel de potencia global que quiere subvertir en lo posible la situación de postración en la que quedó tras la desintegración de la URSS y Ucrania es un peón necesario en esa estrategia por su situación en el mapa, pero los ucranios se consideran lo suficientemente fuertes para no aceptar la presión rusa como en tiempos anteriores. El tablero geopolítico en esa zona se mantiene inestable.






martes, 27 de diciembre de 2011

101.- Carta de LEÓN TROTSKY a los miembros del Comité Central del Partido Comunista de la URSS


Carta de León Trotsky a los miembros 
del Comité Central del Partido Comunista 
de la URSS


A todos los miembros del Comité Central del Partido Comunista de la URSS
Al Presidium del Comité Ejecutivo Central de la URSS
A todos los miembros de la Comisión de Control Central
del Partido Comunista de la URSS


Considero necesario informarles cómo y por qué se suicidó mi hija.

A fines de 1930 ustedes accedieron a mi pedido de autorizar a mi hija Zinaida Volkova, enferma de tuberculosis, a venir por un tiempo a Turquía, acompañada de su hijo Vsevolod, de cinco años de edad, para hacerse un tratamiento. No sospeché que detrás de esta actitud liberal de Stalin se ocultaba un motivo ulterior.

Mi hija arribó a este lugar en enero de 1931, sufriendo de neumotórax de ambos pulmones. Tras diez meses de residencia en Turquía, logramos obtener -a pesar de la oposición permanente de los representantes soviéticos- un permiso para que fuera a tratarse a Alemania. El niño se quedó en Turquía con nosotros para no molestar a la enferma. Pasado un tiempo, los médicos alemanes creyeron posible curar el neumotórax. La enferma empezó a recuperarse y soñaba tan sólo con volver con su hijo a Rusia para reunirse con su hija y con su esposo, un bolchevique leninista exiliado por Stalin. El 20 de febrero de 1932 ustedes publicaron un decreto en virtud del cual, no sólo mi esposa, mi hijo y yo, sino también mi hija Zinaida perdíamos la ciudadanía soviética. En el país extranjero al que ustedes le permitieron viajar con pasaporte soviético, mi hija se ocupó únicamente de su tratamiento. No participó en la vida política, no podía haberlo hecho debido a su estado de salud. Evitó todo lo que podría provocar "sospechas" en su contra. El hecho de privarla de su ciudadanía fue un miserable y estúpido acto de venganza en mi contra. Para ella, este acto de venganza significaba romper con su hijita, su esposo, su trabajo y todo lo que constituía su vida normal. Su salud mental, ya perturbada por la muerte de su hija menor y por su propia enfermedad, sufrió un nuevo golpe, tanto más atroz cuanto que fue totalmente sorpresivo y de ninguna manera provocado por ella. Los psiquiatras declararon unánimemente que sólo el retorno a su situación normal, con su familia y su trabajo, podría salvarla. El decreto del 20 de febrero coartó precisamente esta posibilidad de salvarla. Todos los demás intentos fueron, como ustedes saben, en vano.
Los médicos alemanes insistían en que si se le permitía, al menos, reunirse con su hijo lo antes posible, había una posibilidad de devolverle su equilibrio mental. Pero las dificultades del traslado de Estambul a Berlín se multiplicaron puesto que el niño de seis años también perdió la ciudadanía soviética. Durante seis meses realizamos esfuerzos constantes, pero inútiles, en diversos países europeos. Sólo mi viaje inesperado a Copenhague nos brindó la oportunidad de llevar al niño a Europa. Con la mayor dificultad, éste realizó la travesía a Berlín en seis semanas. Pero no había estado con su madre siquiera una semana, cuando la policía del general Schleicher, de común acuerdo con los agentes stalinistas, resolvió expulsar a mi hija de Berlín. ¿A dónde? ¿A Turquía? ¿A la isla de Prinkipo? Pero el niño debía ir a la escuela. Mi hija tenía necesariamente que recibir atención médica permanente y condiciones de trabajo y una vida familiar normales. Este nuevo golpe superó la capacidad de resistencia de la enferma. El 5 de enero se asfixió con gas. Tenía treinta años.

En 1928 mi hija menor Nina [Nevelson], cuyo marido fue encarcelado por Stalin hace cinco años y todavía se encuentra incomunicado, debió ser hospitalizada, poco después de que yo fuera exiliado en Alma-Ata. Se le diagnosticó una tuberculosis aguda. Me dirigió una carta puramente personal, sin la menor mención de cuestiones políticas; ustedes la detuvieron durante setenta días, de modo que cuando le llegó mi respuesta ella había muerto. Tenía veintiséis años.
Durante mi estadía en Copenhague, donde mi esposa inició un tratamiento para curarse de una grave enfermedad, y donde yo me preparaba para someterme a una cura, Stalin, por intermedio de la agencia TASS, ¡denunció falsamente a la policía europea que en Copenhague iba a celebrarse inminentemente una "conferencia trotskista"!. Eso le bastó al gobierno socialdemócrata danés para hacerle a Stalin el favor de expulsarme con premura febril, con la consiguiente interrupción del tratamiento que mi esposa necesitaba. Pero en éste, como en tantos otros casos, la unidad de Stalin con la policía capitalista obedecía a objetivos políticos. Aun así la persecución de mi hija no tuvo ni un asomo de sentido político. La pérdida de la ciudadanía soviética y, con ello, la única esperanza de volver a un ambiente normal y recuperarse, junto a su expulsión de Berlín (indudablemente un servicio que la policía alemana le prestó a Stalin) no constituyen más que un acto de venganza miserable y estúpido. Mi hija conocía perfectamente su situación. Sabía que no podía estar segura en manos de la policía europea, que la perseguía a pedido de Stalin. Era consciente de ello, y murió el 5 de enero. Se califica a esa muerte de "voluntaria". No, no fue voluntaria. Stalin la obligó. Me limito a informar, sin sacar conclusiones. Ya vendrá el momento de hacerlo. El partido regenerado lo hará.


11 de enero, 1933