domingo, 8 de enero de 2012

218.- SHARON OLDS DIJO "NO" A LA CASA BLANCA Y A LAURA BUSH


Sharon Olds


SHARON OLDS LE DIÓ EN SU MOMENTO 
UN "NO" A LA CASA BLANCA Y A LAURA BUSH



. Sharon le dijo "no" a la Casa Blanca
. Texto completo de la carta de Sharon Olds a Laura Bush

0410 - Sharon Olds (San Francisco, 1942) es una de las poetas contemporáneas más leídas en los Estados Unidos. Su poesía, de sabor confesional y prosaico, ofrece temáticas del amor y la maternidad con una actitud y visión poco frecuentadas en la poesía norteamericana.

"¿De qué no se ha escrito en un poema? ¿Cuál es la función del poeta en la sociedad? ¿Para quién se escribe poesía?" son preguntas formuladas por la propia Olds que evidencian su compromiso con múltiples dimensiones de la condición humana.
Entre sus libros que se destacan, Satan says (1980), recibió el premio de inauguración del San Francisco Poetry Center; así mismo, su segundo libro publicado, The dead and the living (1984), fue galardonado por la Academia de Poetas Norteamericanos. Otros de sus poemarios son The gold cell (1987), The father (1992), y The wellspring (1996)

Sharon le dijo no a la Casa Blanca

La poetisa estadounidense Sharon Olds, que se opone a la guerra en Irak, ha declinado la invitación que le envió Laura Bush para participar en un festival literario y cenar en su compañía, y afirmó que "no tendría estómago para ello".
"Tantos estadounidenses que han sentido orgullo de su país se sienten ahora angustiados y avergonzados por el actual régimen de sangre, heridas y fuego", escribe Olds en su carta a la primera dama que divulga hoy la revista The Nation en su sitio en internet.
"Pensé en los limpios manteles en su mesa, los cuchillos relucientes y en las llamas de las velas y no podría tener estómago para ello", concluye la poetisa, que cuenta en su haber con un premio del National Book Critics Circle y es profesora en la Universidad de Nueva York.

Olds explica en su misiva que, en cierta forma, la invitación a intervenir en el Festival Nacional del Libro, previsto para el próximo sábado en Washington, asistir a una cena en la Biblioteca del Congreso y desayunar en la Casa Blanca, es "muy atractiva".

Subraya que participar en un festival al que asisten 85.000 personas y la posibilidad de hallar nuevos lectores, es algo que personalmente ilusiona a cualquier poeta.

Añade que también pensó en cómo podría expresar, de forma respetuosa, "mi hondo sentimiento de que no debíamos haber invadido Irak" y que invadir otra cultura y otro país, con la consiguiente pérdida de vidas, "no es algo que surge de nuestra democracia sino que fue una decisión tomada en las alturas".

La poetisa afirma que después de una profunda reflexión no puede afrontar la idea "de compartir el pan" con la primera dama estadounidense y señala que, si me sentara a su mesa, "sentiría como si estuviera aprobando lo que considero como acciones salvajes y arbitrarias del gobierno Bush"

Texto completo de la carta de Sharon Olds a Laura Bush
Laura Bush






A LAURA BUSH
Primera Dama
La Casa Blanca

Querida señora Bush,

Le escribo para hacerle saber por qué no puedo aceptar su amable invitación para una lectura el 24 de septiembre en el Festival Nacional del Libro ni asistir a su cena en la Biblioteca del Congreso ni tampoco al desayuno en la Casa Blanca.

En cierto modo se trata de una invitación muy apetecible. ¡La idea de poder hablar en un festival al que asisten 85.000 personas es tentadora! La posibilidad de encontrar a nuevos lectores es apasionante para una poetisa desde el punto de vista personal y, asimismo, por el deseo de que la poesía sirva a sus electores, a todos aquellos de entre nosotros que necesitamos el placer y la inspiración interior y exterior que proporciona.

Además, el concepto de una comunidad de lectores y escritores hace tiempo que me alegra el corazón. Como profesora de escritura creativa en la facultad de una importante universidad he tenido la suerte de participar en algunos magníficos talleres de escritura, en los que nuestros estudiantes se convirtieron en profesores. Durante años, ellos han dado clases en sitios diversos: una prisión de mujeres, diversos institutos públicos de la ciudad de Nueva York, una sala de oncología infantil. Hace ya veinte años que funciona nuestro programa inicial en un hospital estatal de 900 camas para personas gravemente disminuidas, lo cual ha permitido el nacimiento de amistades duraderas entre jóvenes candidatos al doctorado en Bellas Artes y sus estudiantes, residentes crónicos hospitalarios que con su humor, su coraje y su sabiduría se convirtieron en profesores nuestros.

Cuando se ha sido testigo de cómo alguien que no puede hablar ni casi moverse explica detalladamente su nuevo poema con un dedo del pie, letra a letra, en un gran tablero alfabético de plástico, se ha conocido de cerca la pasión y la esencia de la escritura. Cuando se ha sostenido un pequeño tablero alfabético de cartulina ante una escritora que no puede hablar y sólo puede mover los ojos, y señala para ella primero la A, luego la B, después la C, la D, hasta llegar a la primera letra de la primera palabra de la primera línea del poema que la mujer ha estado componiendo en su cabeza toda la semana, y ella alza sus ojos para decir que sí cuando se toca dicha letra, se ha sentido con tibia inmediatez el deseo humano de la creación, de la expresión personal, de la exactitud, de la honradez y del ingenio, así como la importancia de la escritura, que celebra el valor de la historia única y de la música interior de cada persona.

Por eso la perspectiva de un festival de libros me pareció maravillosa. Pensé en la oportunidad que se me ofrecía para hablar sobre cómo iniciar un programa más vasto. Pensé en la posibilidad de vender algunos libros, de firmar algunos libros y conocer a algunos ciudadanos de Washington, DC. Pensé que podría intentar encontrar la manera, incluso como su invitada, con respeto, de hablar sobre mi profunda convicción de que no deberíamos haber invadido Irak, y declarar mi convencimiento de que el deseo de invadir otra cultura y otro país -con el consiguiente resultado de pérdidas de vidas y amputaciones entre nuestros valientes soldados y entre los no combatientes en su propio territorio- no surgió de nuestra democracia, sino que fue en cambio una decisión tomada «desde lo alto» e impuesta al pueblo con un lenguaje deformado y con falsedades. Esperaba expresar el miedo de que hayamos empezado a vivir en las sombras de la tiranía y del chovinismo religioso, la antítesis de la libertad, la tolerancia y la diversidad a que aspira nuestra nación.

Traté de ver el camino libre para asistir al festival y dar testimonio -como estadounidense que ama a su país y sus principios y su escritura- contra esta guerra no declarada y devastadora.

Pero no podría soportar la idea de compartir el pan con usted. Sé que si me sentara a comer a su lado sentiría como si estuviese perdonando lo que considero acciones salvajes y arbitrarias de la Administración de Bush.

Lo que se me venía a la mente era que yo estaría tomando los alimentos de la mano de la Primera Dama, que representa a la Administración que desencadenó esta guerra y que desea su continuación, incluso hasta el punto de permitir la «rendición extraordinaria»: el transporte de personas a otros países, donde serán torturadas para nosotros.

Muchos estadounidenses que se sentían orgullosos en nuestro país ahora sienten angustia y vergüenza por el actual régimen de sangre, mutilaciones y fuego. Pensé en los limpios manteles de su mesa, en los cuchillos brillantes y en las llamas de las velas, y no pude aguantarlo.

Afectuosamente,

Sharon Olds

Versión en inglés - Fuente The Nation - September 19, 2005
Laura Bush
First Lady
The White House

Dear Mrs. Bush,

I am writing to let you know why I am not able to accept your kind invitation to give a presentation at the National Book Festival on September 24, or to attend your dinner at the Library of Congress or the breakfast at the White House.

In one way, it's a very appealing invitation. The idea of speaking at a festival attended by 85,000 people is inspiring! The possibility of finding new readers is exciting for a poet in personal terms, and in terms of the desire that poetry serve its constituents--all of us who need the pleasure, and the inner and outer news, it delivers.

And the concept of a community of readers and writers has long been dear to my heart. As a professor of creative writing in the graduate school of a major university, I have had the chance to be a part of some magnificent outreach writing workshops in which our students have become teachers. Over the years, they have taught in a variety of settings: a women's prison, several New York City public high schools, an oncology ward for children. Our initial program, at a 900-bed state hospital for the severely physically challenged, has been running now for twenty years, creating along the way lasting friendships between young MFA candidates and their students--long-term residents at the hospital who, in their humor, courage and wisdom, become our teachers.

When you have witnessed someone nonspeaking and almost nonmoving spell out, with a toe, on a big plastic alphabet chart, letter by letter, his new poem, you have experienced, close up, the passion and essentialness of writing. When you have held up a small cardboard alphabet card for a writer who is completely nonspeaking and nonmoving (except for the eyes), and pointed first to the A, then the B, then C, then D, until you get to the first letter of the first word of the first line of the poem she has been composing in her head all week, and she lifts her eyes when that letter is touched to say yes, you feel with a fresh immediacy the human drive for creation, self-expression, accuracy, honesty and wit--and the importance of writing, which celebrates the value of each person's unique story and song.

So the prospect of a festival of books seemed wonderful to me. I thought of the opportunity to talk about how to start up an outreach program. I thought of the chance to sell some books, sign some books and meet some of the citizens of Washington, DC. I thought that I could try to find a way, even as your guest, with respect, to speak about my deep feeling that we should not have invaded Iraq, and to declare my belief that the wish to invade another culture and another country--with the resultant loss of life and limb for our brave soldiers, and for the noncombatants in their home terrain--did not come out of our democracy but was instead a decision made "at the top" and forced on the people by distorted language, and by untruths. I hoped to express the fear that we have begun to live in the shadows of tyranny and religious chauvinism--the opposites of the liberty, tolerance and diversity our nation aspires to.

I tried to see my way clear to attend the festival in order to bear witness--as an American who loves her country and its principles and its writing--against this undeclared and devastating war.

But I could not face the idea of breaking bread with you. I knew that if I sat down to eat with you, it would feel to me as if I were condoning what I see to be the wild, highhanded actions of the Bush Administration.

What kept coming to the fore of my mind was that I would be taking food from the hand of the First Lady who represents the Administration that unleashed this war and that wills its continuation, even to the extent of permitting "extraordinary rendition": flying people to other countries where they will be tortured for us.

So many Americans who had felt pride in our country now feel anguish and shame, for the current regime of blood, wounds and fire. I thought of the clean linens at your table, the shining knives and the flames of the candles, and I could not stomach it.

Sincerely,
SHARON OLDS




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