viernes, 1 de febrero de 2013

547.- La expansión inglesa del siglo XIX


Ejército ingles. Foto: ebrisa


La expansión inglesa del siglo XIX


Por Marcelo Ferrando Castro 


Entrando a la segunda mitad del siglo XIX, las potencias europeas del momento, Inglaterra, Francia y la pujante Alemania, deciden expandirse hacia los otros continentes, con el fin de conseguir más cantidad de materias primas y nuevos mercados para poder colocar sus productos manufacturados sin necesidad de pagar en las aduanas, como era costumbre en Europa.

De este modo comienzan a formarse los denominados imperios coloniales, con el fin de conformar una red de colonias y comunicaciones para poder explotarlas a su favor, beneficiándose con ello los grandes accionistas, de aquellos negocios comerciales e industriales.

Otras causas que favorecieron esa expansión europea, fue el alto crecimiento de la población, así como de la política y la economía, más que nada teniendo en cuenta que además de los países antes mencionados, Holanda y Bélgica encontraron en las colonias, diferentes modos de invertir sus capitales, generados por el trabajo industrial local.

El factor ideológico también es uno de los más importantes y que debemos tener en cuenta para el análisis de esta expansión. Todos los países colonizadores poseían ciertas razones para lanzarse en busca de nuevas tierras, en muchos casos, con la historia de cada uno de ellos detrás, empujándolos a realizarlo. Así vemos como Italia añora el Imperio Romano, Inglaterra las misiones civilizadores y España su Siglo de Oro.

Pero también las religiones tenían sus motivos para apoyar la colonización. Tanto la Iglesia Católica, como la Iglesia Protestante, que se ven llamados a la evangelización de los nuevos pueblos, nuevos pueblos a los que consideran atrasados por no conocer su religión.

Las modalidades empleadas para la conquista, no resulta muy difícil de apreciar, ya que tres fases resaltan de antemano para lograr el objetivo. Las mismas son conquista, organización y explotación, en ese orden. la conquista quizás era lo más sencillo, teniendo en cuenta el gran poderío militar que poseían los países europeos, gracias a los adelantos armamentistas de los mismos, incluyendo los barcos a vapor para traslado de tropas, municiones y alimentos.

Algunos de los países, como Inglaterra, Francia y Alemania, son lo suficientemente poderosos como para penetrar más profundamente en los territorios y lanzarse más lejos que otros, formando así imperios pluricontinentales. Otros, como Portugal e Italia, se acantonan en determinado territorio, como estos últimos en África Oriental.

Una vez dominado el territorio, las metrópolis no podrían administrar desde tan lejos las nuevas tierras, por lo que nombran diferentes poderes para que gobiernen desde la misma colonia, facilitando así el control en cada uno de los lugares. En muchos casos, se procura establecer un protectorado, que consiste en que la potencia respeta las autoridades locales, pero ésta se limita únicamente a la política interior, mientras que el comercio exterior y el ejército son dominados por los países europeos.

Pero sin importar cómo se administre, el fin es explotar las nuevas tierras, y para ello establecen antes que nada, nuevas reglas aduaneras que liberan de aranceles a las potencias, permitiendo el libre tráfico de bienes. Pero la colonia siempre se encontrará sometida a la metrópoli, ya que liberan sin cargo las materias primas, y luego deben comprar, obligatoriamente, los productos manufacturados provenientes del país dominador.

Esto crea esa situación de inferioridad de la colonia, y en muchos casos, el endeudamiento de las mismas, y es un problema que se arrastra hasta el día de hoy, y para ello sólo hace falta echarle un vistazo a lo que es en la actualidad el continente africano, que fue uno de los más conquistados y pese a todas las riquezas existentes allí, viven sumidos en la pobreza.

                               División de África en 1914. Foto: mrsarmiento

El primer país en lanzarse hacia la conquista de nuevos territorios es Inglaterra, la potencia mundial de ese momento (y que lo sería hasta el ascenso de Estados Unidos luego de la Primera Guerra Mundial). Así, lentamente, comienza a dominar la mayoría del continente africano, formando sitios de explotación de diversas materias primas y que cumplan diferentes fines. Así encontramos cuatro estilos de colonias:

Colonias de poblamiento: Australia y Sudáfrica entre otros, destinadas a absorber el excedente de población de Inglaterra.
Colonias de explotación: como India, destinada a fortalecer aún más la economía de la potencia, principalmente con la explotación del algodón.
Colonias de cadena de escalas: Hong Kong y Ceilán por ejemplo, conquistadas a otras potencias y que les servía para detenerse en sus viajes hacia otras colonias.
Colonias de plantación: Antillas y Honduras han sido dos claros ejemplo, donde explotaban su agricultura principalmente, suministrado a la metrópoli de productos tropicales
Los números de Inglaterra como imperio realmente asombran e incluso asustan. Contaba, a principios del siglo XX con un territorio de 33 millones de kilómetros cuadrados y con 450 millones de habitantes. Esto le provocaría más que satisfacción, diversos problemas, ya que se le dificultaba administrar tanto territorio, mientras que Alemania se encontraba en claro ascenso, enfrentando a Inglaterra en muchos casos.

Así decide no seguir expandiéndose, y sí dedicarse a la diplomacia, firmando diversos acuerdos con Francia y Rusia, con el fin de aliarse en un posible conflicto con Alemania, que se encontraba armándose y preparándose para enfrentar Inglaterra, lo que se desarrollaría finalmente, y culminaría con la Primera Guerra Mundial.

En el caso de Sudáfrica,  representa un aspecto muy importante en la historia, con conflictos que hasta el día de hoy se siguen teniendo, pese a ser un país independiente. Llegaron hasta allí provenientes de sus posesiones costeras de Ceilán y El Cabo, y descubrieron que en ese territorio, existían minas de diamante y oro.

Sudáfrica en ese momento, se encontraba dividida poblacionalmente entre negros en las zonas más pobres y Boers (blancos descendientes de holandeses), agricultores puritanos contrarios al capitalismo industrial existente en el mundo. Luego de rodear y bloquear a éstos últimos, se proclama la incorporación de los mismos al imperio, pero varias revueltas de los Boers los obliga a retroceder.

Durante tres años se entablan en guerra ambos bandos hasta que en 1902 se llega a la llamada Paz de Pretoria, con lo que se les asegura a los Boers mantener su lengua y cierta autonomía, pese a perder definitivamente su independencia.

Este fue el capítulo más complejo de la expansión inglesa del siglo XIX, claro que sin tomar en cuenta lo que significaron las guerras de independencia luego de la Segunda Guerra Mundial, siendo el caso más resonante, el de la India, cuya sangrienta salida fue frenada por Mahatma Gandhi, que consiguió cierta paz en el país y lograr su independencia.









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