LA REENCARNACIÓN
Autor: Mara Testasecca
La reencarnación es una creencia según la cual, después de la muerte, el espíritu regresa a vivir en otro cuerpo, olvidando la vida pasada. Se trata sin lugar a dudas, de un vastísimo argumento que ha estado y ha sido tratado bajo varios puntos de vista, pero implica sobretodo la toma de conciencia que todo aquello que nos circunda es Vida y que el ser humano es la expresión formal-material de una esencia individual espiritual.
El término es relativamente reciente y ha sido introducido por el filón espiritual teosófico del ochocientos. La antigua raíz viene del tiempo de Origene (185-254) uno de los más grandes doctores de la Iglesia primitiva, universalista y sostenedora de la teoría del renacimiento, en sus escritos usaba el término METENSOMATOSI para indicarla. De los Hindúes encontramos el término SAMSARA para indicar el círculo a rueda de los renacimientos y de las muertes a través de la transmigración, mientras que en el setecientos Bonnet y Bellomche usaban el término PALINGE-NESI, vale decir nueva generación. Los fundamentos de estas enseñanzas se pue-den reencontrar en los textos sagrados y en las tradiciones de los pueblos antiguos, a partir de los Atlantídeos, los Birmanos, Los indios (Hindúes) de la India, los Celtas, los Galeses, los Egipcios, hasta los primeros cristianos, los Mahometanos, los Indios Piel roja, los Griegos, los Romanos. Son muchísimos los escritores, los poetas ! y los filósofos de cada época y nación que han contado entre los argumentos de sus obras este fascinante tema.
Hoy en los Estados Unidos se ha formado una asociación de 300 siquiatras que experimentan la regresión hipnótica como prueba de sostener la reencarnación, además se han verificado numerosos e impresionantes casos de recuerdos de vidas anteriores y casos de niños prodigio, dotados de facultades excepcionales no verifi-cables en sus padres, por los cuales los biólogos no están en condiciones de explicar con el atavismo o con la teoría de la mutación, la increíble y precoz inteligencia que manifiestan.
Recordamos que, también en el pasado, de humildes y poco instruidas familias han nacido genios como Kant, Cartes; Kepler; Cicerón; Mozart, Gullome, Miguel Ángel, Pascal y otros.
Es preciso estudiar el argumento con una actitud exenta de preconceptos etico-morales ligados a nuestra cultura, ni tampoco calificar nuestro interés como un modismo sentimental concerniente a las corrientes orientales u orientalistas que a menudo surgen con objetivos netamente especulativos.
Para circunscribir el amplio panorama de reflexión que nos concierne hemos pensado generalizar un conjunto de pruebas analógicas, morales, filosóficas, históricas, directas y experimentales a fin de no dejar ninguna duda más sobre la exis-tencia de la reencarnación del espíritu de cada individuo que piensa y reflexiona.
Hermes Trismegisto nos dice “Como está abajo es como aquello que está arri-ba, aquello que está arriba es como aquello que está abajo…”
En la naturaleza todos los fenómenos inducen al pensamiento de la migración del alma. Se puede también hablar de renacimiento tanto para los elementos materiales del cuerpo físico cuanto para aquellos de naturaleza espiritual de nuestra alma divina. La reencarnación concierne al ciclo evolutivo de los elementos materiales de los reinos mineral, vegetal y animal.
El receptáculo terrestre del alma, nuestro cuerpo mortal, es transitorio, está tomado en préstamo por los tres reinos de la naturaleza, es decir nuestro cuerpo constituye el punto de evolución último de las moléculas y de las células materiales.
El esqueleto humano es el resultado de la evolución de las moléculas del reino mineral terrestre; los órganos de la vida vegetativa inconsciente representan la evo-lución de las células del reino vegetal terrestre; el cerebro y los órganos de la vida consciente condicionan la evolución del reino animal.
Efectivamente a la muerte del hombre, cada célula del cuerpo material retorna a su plano de origen, enriquecida por las pruebas padecidas y los sufrimientos soportados; por lo tanto cada célula o elemento molécula se transforma “primero en la fila” en su reino y va a guiar a las otras células atrasadas hacia la evolución final.
No por casualidad en el génesis (3,19) está escrito: “Tu eres polvo y al polvo volverás” Este polvo es la matriz siempre lista a dar sus elementos para formar nue-vos cuerpos materiales destinados a servir de instrumentos a las almas que aspiran a reencarnarse.
También los flujos y reflujos continuos de las ondas vitales y cósmicas son relacionadas al ciclo de la reencarnación con sus fases de nacimiento a la vida (actividad), de muerte (reposo), y de renacimiento (reanudación de actividad). Las hojas de los árboles nacen y caen con el ascenso y el descenso de la linfa.
El alma de la planta, es decir el centro de la conciencia que funciona en ella, deja de actuar sobre el plano objetivo, durante el invierno para renacer con la nueva germinación, solo en primavera.
Reflejamos solo un instante en la metamorfosis del reino animal, cuyo centro dinámico de conciencia pasa en envolturas completamente distintas: germen, larva, crisálida, mariposa.
Consideramos la analogía entre una jornada de nuestra vida terrestre y una reencarnación. Un día está incompleto: las causas que un día ve nacer y que no producen todos los efectos antes de su fin pueden perfectamente producirlos el día siguiente. Igualmente llevamos a cabo aquello que habíamos iniciado el día anterior. Además los días están separados por el sueño donde el estado de conciencia es otro que durante el día; la vida corpórea disminuye, el espíritu entra en una esfera de la que al despertar tenemos pocos o ningún recuerdo. El sueño refresca el espíri-tu que anima el cuerpo, le da nueva fuerza a fin que retome su tarea.
La muerte representa entonces un sueño más profundo, un pasaje.
Además de las argumentaciones analógicas queremos continuar con los puntos ético-morales que han fundamentado, en cuanto explican las desigualdades sociales y las peculiaridades en cualquier individuo por sus dotes físicas, síquicas, artísticas y morales. Si para el alma fuese posible una sola encarnación, sería una tremenda injusticia para las almas que parten de condiciones así de diferentes: bienes materiales y abundancia de todo para una parte e indigencia y total miseria por otra.
• ¿Qué justo sería Dios si permitiera una única posibilidad para un ser gravemente aminorado?
• ¿Cómo podemos justificar existencias brevísimas en condiciones al límite de la concepción humana?
• ¿Se manifestarían solo para hacer a otros realizarse, esto es aquellos que entran en relación con ellos?
También, sólo por lógica, la reencarnación rinde cuenta de todas las desigualdades físicas y sociales.
Nosotros nos basamos y queremos transmitir que la sabiduría infinita de la Divina Justicia ha establecido la ley de la reencarnación, así de igual, así de consola-dora y en pleno respeto de nuestro libre albedrío, dejándonos la elección y la posibilidad de hacer nuestra evolución espiritual más o menos de prisa en el curso de reencarnaciones más o menos numerosas y cercanas. La reencarnación es capaz de explicar el concepto que el alma, en el curso de sus múltiples encarnaciones recoge los frutos de sus actos anteriores y aprende por grados la lección terrestre, o sea, la relatividad, la transitoriedad y la ilusión de todos los placeres materiales y sensuales.
Es necesario que el individuo tome conciencia de la propia esencia espiritual a fin de liberarse de los errores cometidos violando las Leyes Divinas: físicas, síquicas y espirituales.
No es posible separar la reencarnación de la doctrina del Karma, Karma en lenguaje Pali, Karman en Sánscrito.
“La reencarnación es la escuela elemental de la conciencia cósmica, depende de la ley de causa y efecto, como ley de purificación y reequilibrio y mana de la ley del amor, un amor que concede hasta que sea necesario otra y distinta posibilidad para resolver los problemas de fondo”
Explica Giorgio Bongiovanni, el estigmatizado italiano: “es como un Padre que atien-de con paciencia, tendiendo la mano de mil maneras… Es también verdad que Dios, así como es amor purísimo es también sublime justicia. Antes de renacer el espíritu se programa la experiencia que deberá vivir en la vida, después la interpreta, la vive…”.
Por el libre albedrío se tiene la posibilidad de amplificar o parcialmente modificar el programa que, en todo caso en una vida sucesiva, debe ser cumplido. Por lo tanto, el libre albedrío no puede cambiar completamente el programa porque su elección fue realizada en el mundo espiritual.
A este nivel, el libre albedrío es más amplio y la elección de vivir una expe-riencia positiva o negativa es realizada en base a la voluntad de vivir una lenta o rápida evolución. Resulta natural preguntarse de qué cosa depende ésta voluntad. El hecho es que también en el mundo espiritual existen distintos grados de evolución con distintos grados de conciencia y de inconsciencia. La cura o la clave para polarizar estos grados de frecuencias espirituales y divinas es el amor.
Jesús Cristo nos ha enseñado que con el amor se puede cambiar el Karma personal y el colectivo.
El individuo, dándose cuenta de que es el único responsable de su suerte, puede solo mejorar y progresar espiritualmente extendiendo este bien al prójimo así como lo transmiten y nos dan el ejemplo los espíritus especiales, iluminados, que se encarnan para misiones específicas. El ejemplo más reciente fue el dejado por la Madre Teresa de Calcuta.
Los grandes espíritus no se encarnan separadamente, lo hacen siempre en grupos que tienen una afinidad espiritual.
Para concluir, creemos que la serie de argumentaciones expuestas sobre la pluralidad de las existencias, serán útiles para comprender que este concepto ha existido y existe en el presente en muchas poblaciones.
Actualmente, ella es tanto más viva donde los individuos y los pueblos han quedado en contacto con la naturaleza y donde la facultad intuitiva no es ofuscada por las teorías y las enseñanzas puramente materialistas y dogmáticas.
Nos podríamos preguntar si la METEMPSICOSIS es únicamente una reencarnación primitiva o si, por el contrario, muchos hombres perversos no deberían retor-nar en un cuerpo animal para cultivar la calidad que no tienen. Veremos entonces que todos los, por así decir, “reencarnacionistas”, están de acuerdo en reconocer que la finalidad de las transmigraciones sucesivas del alma es la PURIFICACION ESPIRITUAL. Ya sea en sentido progresivo o regresivo, el fin es el mismo: la purifi-cación última en el respeto y en el amor de todo lo que tiene vida.
Ha sido dicho
En el libro “La Causa, el Principio y el Uno”, Giordano Bruno (1500-1600), enumera magistralmente una serie de analogías entre el micro y el macrocosmos, en la naturaleza, en los seres vivos, entre lo visible y lo invisible, hasta la pluralidad de los mundos. Leemos: “… Todo se transforma, nada se destruye, el alma no perece con la muerte, cambia su primera vivienda por una nueva… Hay una circulación ascendente y descendente de las mónadas o principios de las almas…”
Ejemplar fue su vida y su obra, pero sus ideas no gustaron en Roma. Perseguido por la inquisición, vagó por 10 años a través de Europa, siendo finalmente capturado, una vez frente a los jueces no se retractó para salvar su vida, sino que les dijo “Tenéis más miedo vosotros de pronunciar mi sentencia que yo de escucharla”. Condenado, murió en la hoguera.
Ponemos a consideración los tiempos de Jesús, cuando le dice a sus discípulos: “Quien es el hijo del hombre según aquello que dice la gente?”. Ellos le respondieron: Algunos dicen Juan Bautista, otros Elías, otros también Jeremías, o algunos profetas. Encontramos la misma escena, con las mismas respuestas en Ma-teos16,13-14 ; en Marcos 8.27-28 y en Lucas 9.18-19.
En un pasaje de Mateos (17.10-15) los discípulos interrogan a Jesús en lo que concierne a la creencia de los escribas sobre la venida de Elías. El Maestro responde: “Es verdad que Elías debe venir a restablecer todas las cosas. Pero yo os digo Elías ya ha venido y los hombres no lo han reconocido”. Entonces los discípulos comprendieron que les hablaba de Juan Bautista.
Otro pasaje que explica la noción de las vidas sucesivas, es aquel del nacido ciego, referido en Juan (9,1-2): “Jesús, pasando, ve un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron ‘Maestro ¿quién ha pecado, él o sus padres?’. La respuesta fue ‘…para que las obras de Dios sean manifiestas en él’”.
Si la respuesta no hubiese tenido fundamento, el Cristo no se habría detenido a contestar a sus discípulos su falta de comprensión o la inutilidad del gesto. Por lógica, debemos admitir que no podía ser el feto el que hubiera pecado en el vientre de su madre; en todo caso la idea más conforme a la tradición hebrea era que el hombre había nacido ciego en castigo por los pecados cometidos por sus padres; pero por las enseñanzas de los Esenios transmitidas por Jesús en virtud de la pre-existencia de las almas, el ciego habría pecado antes de nacer. Del mismo cráterio es el teólogo Stolberg y lo expresa en su “Historia de Nuestro Señor Jesucristo y de Su Siglo” (libro III capítulo XLIII): “Esta pregunta era evidentemente fundada en la idea que los discípulos de Jesús se hicieron de que este hombre, cuyo castigo se remontaba a su nacimiento, había pecado en una vida precedente...”.
Igualmente significativa resulta la respuesta de Jesús al fariseo Nicodemo que se asombró de la afirmación del Maestro: “En verdad, en verdad te digo, ninguno podrá entrar en el reino de Dios a menos que no nazca de nuevo”. Nicodemo no habiendo entendido como un hombre de su edad pudiese nacer nuevamente, pre-gunta: “¿Se puede nacer más veces cuando se es viejo?, ¿Se puede reentrar en el seno de la propia madre y nacer una segunda vez?”. Y el maestro le regañó su ignorancia diciéndole: “¿Tu eres un doctor en Israel e ignoras estas cosas?”.
El hecho de que no tengamos huella de memoria de los valores que nos hemos propuesto para la actual existencia, no nos debe permitir ignorar la “facultad intuitiva” por medio de la cual el hombre puede tomar contacto con los recuerdos de las vidas anteriores.
Rudolf Steiner ha fundado toda su vida sobre estos conceptos. De secretario general del ramo teosófico alemán, cambió parte de esta enseñanza construyendo centros de informaciones espirituales de carácter pedagógico, basándose sobre sus dotes personales de clarividencia que desarrolló con el tiempo, adquiriendo el conocimiento de los distintos cuerpos denominados así:
1. Cuerpo físico
2. Cuerpo vital etérico
3. Cuerpo astral anímico o síquico
4. El yo
5. El yo espiritual
6. El espíritu de vida
7. El hombre espíritu
Enseña el Dr. Steiner: “Después de una pausa en el más allá, se organiza entorno al yo un nuevo cuerpo astral, capaz de habitar un cuerpo etérico y un cuerpo físico el cual el hombre posee entre el nacimiento y la muerte. El hombre puede pa-sar entonces una vez por la puerta de los nacimientos y recomenzar una experiencia enriquecida por las precedentes. En un estadio intermedio de la formación de los primeros dos cuerpos, el cuerpo astral pierde la comunicación que viene del interior. Para tener conciencia plena durante las incorporaciones sucesivas es necesario un yo que haya hecho fructificar las dos altas esencias latentes en el cuerpo físico-etérico, esto es el espíritu de vida y el hombre espíritu… La imagen del dolor causado a otros genera una fuerza que incita al yo reencarnado a reparar ese error del pasado. El alma cumple no solo una evolución individual, sino también una evolución cósmica, nuestra tierra es de cualquier modo la reencarnación de un planeta! que se remonta a tiempos muy lejanos”.
Para desarrollar la capacidad intuitiva, Steiner practicaba y transmitía la siguiente regla de disciplina:
1. Dominio de los pensamientos
2. Poder de voluntad
3. Igualdad delante al poder y el dolor
4. Positividad en los juicios
5. Ausencia de prevención en la conciencia de la existencia.
En esta óptica, están particularmente curados los niños pequeños, sobre todo en los primeros 7 años, de allí que haya que prestar mucha atención a sus recuerdos, porque de sus conductas se va revelando el temperamento innato traído consigo de la reencarnación precedente.
Citas Anexas
1. “La reencarnación es la escuela elemental de la conciencia cósmica, depende de la ley de Causa-efecto como ley de purificación y reequilibrio y mana de la ley del Amor…”. Giorgio Bongiovanni
2. “… Hay un tiempo para el dolor pero una vez que el fuego del espíritu se enciende, es necesario solo pensar en no dejar que se apague. …El principio de la vida temporal es dulce como la infancia de un hombre. El principio de la vida espiritual es dulce como la verdad. Pero para conocimiento es sentir la dulzura de la vida divina. Hace falta ser resucitado del tiempo…”. Louis Claude de S. Martin: “El Hombre de Deseo”.
3. “El hombre resucita, no se reencarna”. Papa Juan Pablo II. Periódico “AVVE-NIRE” (5 de noviembre de 1998). “En la catequesis del 4 de Noviembre de 1998, Juan Pablo II ha explicado la diferencia entre la doctrina cristiana y las tradiciones Orientales…”
Porto S. Elpidio, 5 de Noviembre 1.998.
BIBLIOGRAFIA
• Fuente Principal: Edouard Bertholet: “ La Reencarnación en el mundo antiguo y moderno” (vol.1- 2). Edición Mediterranee.
• Giordano Bruno: “La Causa, el Principio y el Uno”. Edición Carlo Signorelli.
• Lynn Elwell Sparrow: “Reencarnación, una Indagación en el Pasado Para Construir el Futuro”. Edición Mediterranee.
• Brian Weiss: “Muchas Vidas, un Solo Amor”. Arnoldo Mondadori Editor.
• Rudolf Steiner: “Obras”. Edición Antroposófica.
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