Carta de Sigmund Freud a una madre
Estimada señora:
Deduzco, por su carta, que su hijo es homosexual. Lo que más me impresiona es el hecho de que usted haya omitido este término cuando me ha hablado de él. ¿Puedo preguntarle por qué lo evita? La homosexualidad, desde luego, no es necesariamente una ventaja, pero tampoco es nada de lo que haya que avergonzarse. No es un vicio, ni un signo de degeneración, y no puede clasificarse como una enfermedad. Más bien la considero una variación de la función sexual, originada en una detención del desarrollo sexual.
Muchas personas sumamente respetables, tanto de la antigüedad como del presente, han sido homosexuales. Entre ellos están algunos de los más grandes: Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc. Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como si fuera un crimen. Y una gran crueldad también. Y si no me cree, lea los libros de Havelock Ellis.
Cuando me pregunta si puedo ayudarla, supongo que quiere decir si puedo acabar con la homosexualidad de su hijo y reemplazarla por la heterosexualidad. La respuesta es, en términos generales, que no podemos asegurar ese resultado. En cierto número de casos hemos logrado despertar los gérmenes frustrados de las tendencias heterosexuales que están presentes en todo homosexual, pero en la gran mayoría de los casos esto no es posible. Es cuestión de la edad, personalidad y autodefinición que tenga el individuo. Los resultados del tratamiento no pueden predecirse.
En verdad lo que el psicoanálisis podría hacer por su hijo es algo muy diferente. Si se siente infeliz, neurótico, desgarrado por los conflictos, inhibido en su vida social… el análisis puede traerle armonía, paz mental y plena eficiencia. Independiente de que cambie o no cambie. Si usted se decide, yo podría encargarme de hacerle el análisis. El tendría que trasladarse a Viena, pues mis trabajos me retienen aquí. Sin embargo, no deje de darme alguna respuesta.
Atentamente, y con mis mejores deseos,
Sigmund Freud
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