lunes, 9 de enero de 2012

222.- La última carta: Lo fusilan hoy



La última carta: Lo fusilan hoy


¿Que se le cruzará a una persona en la mente, en los últimos pensamientos, previo a ser obligado a dirigirse a su destino final? ¿Qué escribiríamos si supiéramos que nos van a fusilar dentro de unas horas? ¿Qué mensajes dejar a los seres queridos, al mundo, a la posteridad? ¿Qué horrores de esos momentos postreros conjuraríamos, qué cuentas trataríamos de ajustar con la vida, qué arrepentimientos, despedidas, recuerdos o desafíos plasmaríamos en el papel? ¿Cómo sería nuestra última carta?




"A las 4 me van a fusilar. Si vieras lo calmado que estoy, mamá querida"
Escribió Robert Busillet, de 19 años, en la prisión de Fresnes en 1941.




"Vive, tienes que vivir"
Anotó otro reo para su amada antes de caer bajo las balas de los nazis.




"No tengo miedo, no es mi costumbre."
Fue el último valiente mensaje a su familia del rehén Michel Dabat, abatido por el pelotón de fusilamiento en Nantes.


Los condenados a muerte pasan sus últimos días en los campos y en las cárceles, esperando la noticia, la gracia, un tiro. Resisten como pueden también dentro, pero entre el anuncio y la ejecución apenas hay unas horas. Sólo pueden redactar tres mensajes de despedida como máximo cada uno. Se les describe apoyados sobre una rodilla, en un rincón de una mesa o en la tapa de una cuba, en un barracón o en una celda, bajo la mirada de los otros. Concentrados en sus últimas palabras, en sus escritos postreros.Son discursos bien construidos, como si los autores tuvieran todo el tiempo que necesitaran para reflexionar y repasar su vida con tranquilidad, a pesar de la premura de los preparativos de la muerte. Estas confesiones políticas y filosóficas son auténticos testamentos, actas notariales.




"Voy a llevar en el pecho vuestras fotos para que me acompañen en
el ataúd."


"Mi alegría más grande sería que pensaras en mí lo menos posible y
que rehagas tu vida."


"Besos grandes, besos como sólo podemos dar cuando son los últimos."


"Me gustaría que cuando el niño fuera mayor le hablés mucho de mí."


"No te olvides de mis zapatos, los llevé a arreglar, se los das a Maurice."





Las cartas, un cementerio de vidas truncadas donde aletea aún el eco terrible del tiro de gracia y por el que uno discurre atribulado hasta el quebranto. Los textos, escritos en la situación más angustiosa y límite que puede afrontar un ser humano, un torbellino de emociones: amor, coraje, esperanza, orgullo, ternura. También, una urgencia, lógica, y una implícita mirada al gran misterio de la muerte.


La mayoría de los condenados se disculpa por el dolor que, involuntariamente, va a causar a sus seres queridos. Tratan de tranquilizarlos, mostrando valor, resignación, serenidad o sosiego. Deseamos que fuera eso lo que en realidad sentían.




"No he sufrido antes y ya no más después, por supuesto."


"Pasamos el tiempo contando chistes."


"Siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie un día en que el
sol brillara."


La última frase la escribe Fernand Zelnikov, empleado de peletería parisiense de origen judío ruso, que participó en varios atentados contra soldados alemanes.


Por su parte, el rehén Bernard Grinbaum anota poco antes de ser pasado por las armas, con lermontoviano desdén:


"Bah, no importa".


Es una constante en los hombres con pareja pedir a ésta que rehaga su vida:


"Te deseo que encuentres un buen proletario digno de ti."


Escribe a su mujer el tornero comunista y combatiente clandestino
Maurice, que reconoce:


"Es duro decir esto porque estoy celoso aun ante la muerte".


En algunas cartas leemos desesperación, rabia, miedo, odio o afán de revancha:


"Vengarme"


Escribe el judío Simon Fryd, que ha atacado con granadas a un destacamento de la Wehrmacht. Otros perdonan; Émile Bertrand escribe:


"He cumplido con mi deber, sólo siento, y de todo
corazón, haber matado".


Guy Môquet, detenido por pegar carteles y al que fusilan con 17 años, escribe a su Odette:


"Siento no haber podido tener lo que me prometiste".


El más joven. Henri Fertet cuenta 16, pero mucho valor:


"No quiero venda en los ojos ni que me aten".


Pese a que todos tratan piadosamente de hurtar los detalles escabrosos, en algunas misivas se percibe la provisionalidad atroz de las últimas horas:


"Te escribo de pie, a la luz que pasa a través de la mirilla"


"Mi escritura es quizá un poco temblorosa, pero es que tengo
un lápiz muy pequeño"


"Te escribo sobre un cubo nauseabundo"


"Sean fuertes como lo seré yo cuando las balas me sacudan"


"Vienen a buscarnos".


Se traslucen dudas:


"Creo que voy a morir con valor"


"Creo que todo irá bien y sabré morir como un hombre."


"Tengo mucho coraje, pero estoy un poco nervioso."


Algunos tratan de ser prácticos:


"Dejo mi chaqueta de cuero, trata de recuperarla."


Uno incluso recuerda devolver los volúmenes de La Pléiade prestados.


"Haz editar mis poemas."


Escribe el líder partisano de origen armenio Missak Manouchian.


Hay verdaderos testamentos. Otros filosofan. Predomina la contención pero hay anotaciones desgarradoras:


"Hallaré valor pensando en tu amor."


"Sabes que alguna vez hemos discutido, pero te quería mucho."


"Un último largo, largo beso en tus labios."


Escribe el maquisard Paul Meyer a su mujer. Y otro a la suya:


"Lamento profundamente no haberte hecho feliz."





Palabras desde el paredón


- "Te ruego que de vez en cuando te acuerdes de nuestro amor".


- "Voy hacia la muerte como a una nueva aventura".


- "Sé feliz en los brazos de otro".


- "Siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie un día en que
el sol brillase".


- "Siempre he tenido tanto, tanto miedo a morir".


- "A la tumba, cuando vengáis, traedme sólo flores rojas".


- "Perdonadme las faltas de ortografía".


Estas cartas fueron remitidas por las autoridades después de la ejecución. Una incluso llevaba un mensaje secreto en código. Varias fueron enviadas clandestinamente, incluso lanzadas por encima de los muros de la cárcel.


Estos testimonios fueron extraídos de alrededor de 500 cartas que los fusilados de la resistencia entre 1941 y 1944 enviaron a sus familiares antes de morir por defender una Francia libre de la ocupación nazi.


“Cuando recibas esta carta, ya no tendrás hermano, habré sido fusilado”, escribe Arthur a las dos de la madrugada con “ganas de charlar un poco”




http://www.taringa.net/posts/offtopic/5526727/La-ultima-carta_-Lo-fusilan-hoy_.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario