miércoles, 18 de enero de 2012

287.- GENOCIDIO DE RUANDA





El Genocidio de Ruanda


por Jesús Sordo Medina



17 de mayo de 2011. El Tribunal Penal Internacional para Ruanda (ICTR) ha condenado a Agustin Bizimungu a 30 años de prisión por su papel en el genocidio ruandés, cometido en 1994 y en el que murieron mas de 800.000 personas.





Agustin Bizimungu 




Introducción.
"La crisis de Ruanda adquirió relevancia internacional con la muerte de los jefes de Gobierno de Ruanda y Burundi [.]
[.] La situación se interpretó como el resultado de un enfrentamiento étnico, sin buscar otras explicaciones. La comunidad internacional ha demostrado su carencia de institucionalización para intervenir en crisis en las que se mezclan las deformaciones históricas del colonialismo, la competencia interna por los recursos y las reglas del mercado global. La organización regional (OUA) no tiene ni medios ni consenso para intervenir, la ONU se ha visto atrapada en las contradicciones de los miembros del Consejo de Seguridad y los gobiernos que podrían haber intervenido, lo han hecho cautelosamente o de forma oportunista. Fueron las ONG y las congregaciones religiosas las que trataron de solucionar parcialmente los desastres del conflicto, pero sería muy grave que la comunidad internacional, a través de la ONU, descuidase sus obligaciones en los estados frágiles".

Guiomar del Ser (1)

A raíz del asesinato de los presidentes de Ruanda y Burundi, Juvenal Habyarimana y Cyprien Ntaryamira, respectivamente, se inició una contienda entre las dos etnias mayoritarias de Ruanda donde la violencia llegó a límites difíciles de imaginar.
Tras el homicidio de los dos presidentes centroafricanos, el ejército ruandés (de mayoría hutu) y milicias armadas y organizadas de hutus radicales, los «Interhamwe», iniciaron el asesinato selectivo contra tutsis y hutus moderados.

Historia de Ruanda.
Según el estudio antrpológico general (y occidental), en el siglo VI a.C. los twas, pigmeos cazadores, penetraron en las montañas boscosas de Ruanda y se instalaron allí de manera permanente, convirtiéndose así en el pueblo más antiguo de la zona.
Un milenio más tarde, hacia el VI d.C, agricultores hutus comenzaron a llegar a la región y a establecerse de forma sedentaria, conviviendo con los twas en paz. Un siglo después, y, sobre todo, en el siglo XII y XIII de manera más clara, ganjeros tutsis alcanzaron Ruanda provenientes del norte: Uganda, Etiopía e incluso Egipto, por lo que algunos le confieren a esta etnia un origen semítico. Al igual que las otras dos etnias, los tutsi también instalaron en la zona y, ya en el siglo XIV, pasaron a formar parte de una comunidad formada por twas (cazadores), hutus (agricultores) y tutsis (ganaderos). Inicialmente, la convivencia entre las dos últimas etnias fue simbiótica durante un tiempo con enfrentamientos menores, hasta que a partir del siglo XVI, los principales jefes tutsis iniciaron unas campañas militares contra los hutus acabando con sus principes, a los cuales, de forma cruel y simbólica y según cuenta la tradición oral del pueblo ruandés, cortaron los genitales y los colgaron en los tambores reales buscando humillar a sus contrincantes y recordarles que estos, los hutus, eran súbditos de los tutsis.
A pesar del dominio de los tutsis sobre hutus y twas, las diferencias socioeconómicas no establan demasiado pronunciadas. Aunque el pertenecer a una u otra etnia influía claramente en el status social, un hutu, por ejemplo, podía pertenecer a la clase alta si poseía las suficientes propiedades. No obstante, ya había comenzado una relacción de vasallaje dominada por la etnia menos significativa en la zona, los tutsis, que constituían un 14% de la población.



“A raíz del asesinato de los presidentes de Ruanda y Burundi, Juvenal Habyarimana y Cyprien Ntaryamira, respectivamente, se inició una contienda entre las dos etnias mayoritarias de Ruanda donde la violencia llegó a límites difíciles de imaginar.”



Ya en el siglo XIX, los reyes tutsis habían reforzado su dominio y cimentado la división de clases en el área de Ruanda. La mejor organización del clan real tutsi de Nyiginya dominaba todo el país, lo que provocó una casta militar y social compuesta por tutsis y que excluía a la mayoría de la etnia hutu. Fue en este siglo y a raiz de estas circunstancias y de la llegada de los europeos cuando se oficializó una estructura socioecónomia clasista.

Ya en el siglo XX, este régimen de castas fue aprovechado y formentado por los alemanes, en primer lugar (1897-1916), y luego, por mandato de la Sociedad de Naciones, por los belgas, que se hicieron cargo de la zona de Ruanda-Urundi debido a las sanciones impuestas a Prusia e incluyeron en la sociedad civil los famosos carnets étnicos (1934), documentos que diferenciaba administrativamente a unos ciudadanos de otros, algo negativo considerando el clasismo reinante en el país. Mientras tanto, los pigmenos twas, parecían gozar de un relativo buen trato por parte de la etnia tutsi que consideraba a los cazadores de las montañas por éncima de los hutus en la piramide social. No obstante, las selvas donde vivían empezaron a transformarse en tierras de cultivo y parques nacionales y durante la segunda mitad del siglo XX, muchos twa tuvieron que emigrar a las ciudades y trabajar en lo que pudieron (hasta mendigar) o ponerse al servicio de los nuevos dueños de las tierras (hutus y tutsi).

Con la colonización belga, el sistema socio-político se reforzó aun más en favor de la etnia dominante: los tutsis. La necesidad de una expansión colonial consensuada dividió el continente africano en zonas dominadas por los países europeos que reforzaron a unos grupos u otros dependiendo de sus intereses. Sin embargo, cuando la administración belga consideró que las reivindicaciones tutsis eran desmesuradas, optó por apoyar entonces a la mayoría hutu. Finalmente, la rivalidad entre los dos grupos se agudizó y que se provocaron graves enfrentamientos en la década de los cincuenta y los sesenta. Para calmar la situación, las Naciones Unidas, propusieron la iniciativa de crear varios partidos políticos. Los belgas apoyaron esta iniciativa aunque los partidos que se crearon lo hicieron sobre bases étnicas: la Unión Nacional Ruandesa (UNR), de tendencia antihutu, la Unión Democrática Ruandesa (RADER), el Partido del Movimiento de Emancipación Hutu (Parmehutu) y la Avocación para la Promoción Social de las Masas (Aprosoma) de orientación antitutsi. Pese a todo, se debe resaltar el esfuerzo de parte de occidente (Sociedad de Naciones y las propias Naciones Unidas) por humanizar el sistema social con nuevas normas que condenaban la explotación de unos por parte de otros.

A mitad de siglo XX, en 1958, con el país a punto de independizarse y trás unas revueltas sangrientas entre tutsis y hutus, un grupo de estudiantes hutu formado en los seminarios católicos, redactó un manifiesto reclamando un cambio social. Desde la corte real se respondió con un documento que, entre otras cosas, decía lo siguiente:

«Podría preguntarse cómo los hutus reclaman ahora sus derechos al reparto del patrimonio común. De hecho, la relación entre nosotros (tutsis) y ellos (hutus) han estado siempre fundamentadas sobre el vasallaje; no hay, pues, entre ellos y nosotros ningún fundamento de fraternidad. Si nuestros reyes conquistaron el país de los hutus matando a sus reyezuelos, y sometiendo así a los hutus a la servidumbre, ¿cómo pueden ahora pretender ser nuestros hermanos?» (2)
Ante esta posición de los gobernantes tutsis, se posicionaron personas como el obispo Perraudin, que fue determinante en el proceso de emancipación hutu. En su carta pastoral del 11 de ferebro de 1959, lo manifiestó claramente:

«La ley de la justicia y de la caridad pide que las instituciones de un país aseguren realmente a todos sus habitantes los mismos derechos fundamentales y las mismas posibilidades de promoción humana y de participación en los asuntos públicos. Las instituciones que consagren un régimen de privilegios, favoritismo, proteccionismo, bien sea para los individuos o para los grupos sociales, no son conformes a la moral cristiana.»

A partir de aquí la etnia hutu comenzó, de forma meditada, a intentar socavar el poder de los tutsis para llegar a un mejor reparto de la riqueza. Un incidente, el 1 de noviembre de 1959, entre jóvenes tutsis y uno de los líderes hutu se convirtió en la chispa de una revuelta popular, en la cual, los hutus quemaron propiedades tutsis y asesinaron a varios de sus propietarios. Durante dos años de enfrentamientos de bajo nivel entre unos y otros, la administración belga contabilizó un total de 74 muertos, de los cuales, no obstante, 61 eran hutus asesinados por nuevas milicias tutsis que pretendían acabar con el movimiento revolucionario, el cual respondió con más fuerza ante la represión y, durante los dos años siguientes, alrededor de 20.000 tutsis murieron asesinados. Ante esta espiral de violencia, el 31 de mayo de 1961 la ONU proclamó una amnistía tras comprobar que los enfrentamientos se agravaban y la mayoría hutu ya había provocado el exilio de unos 150.000 tutsis. Aquel mismo año, Ruanda, liderada por la población hutu, se independizó de Bélgica. Este momento fue aprovechado por la ONU para exigir la organización de un referéndum bajo la vigilancia de observadores. El resultado fue de un 80% del NO a la continuidad de la monarquía tutsi, lo que obligó a los gobernantes a aceptar la República, provocando exilio de miles de tutsis partidarios del sistema vigente monárquico y contrarios a conceder el poder a la etnia hutu. Los exiliados de corta edad de aquel momento, con el paso de los años, se llegarían a convertir en los fundadores del Frente Patriótico Ruandés, que ocuparía un lugar importante en la Guerra de Ruanda de 1990 a 1993.
Grégoire Kayibanda fue el primer presidente de una Ruanda liberada del dominio colonial. Los datos de crecimiento económico y estabilidad social eran esperanzadores. A pesar de las diferencias acumuladas durante siglos, tutsis y hutus lograban convivir sin llegar a enfrentamientos generalizados. La masa campesina accedía a la enseñanza (en su mayoría en seminarios cristianos) y el país, sin demasiados recursos, progresaba. Aun así, los tutsis partidarios del régimen monárquico en el exilio se organizaron en los países limítrofes y lanzaron diversos ataques contra el gobierno Ruandés, sin mucho éxito.

Desafortunamante, en 1972 se produjeron unas terribles matanzas en el vecino Burundi: 350.000 hutus fueron asesinados por tutsis y esto provocó, definitivamente, un sentimiento anti-tutsi por parte de la mayoría de la etnia hutu en el interior de Ruanda. La población comenzó a exigir a su presidente, Grégoire Kayibanda, mano dura contra la antaño clase dominante en el país. La respuesta insatisfactoria por parte del presidente y los casos de corrupción en el gobierno, provocaron el golpe de estado del general Habyarimana (de etnia hutu), en julio de 1973.

Pese a su irrupción antidemocrática en la escena política, el gobierno del general realizó una buena gestión del país hasta la segunda mitad de los 80, contando con el apoyo logístico y militar de Francia. También tomó la iniciativa de una reconciliación nacional. Estos datos son confirmados por el Banco Mundial, organismo que presentaba a Ruanda como modelo de desarrollo en el África subsahariana durante la década de los 80; y por Amnistía Internacional, que en 1990, daba como satisfatorio el respeto de los derechos humanos.

Aunque la tensión entre partidarios de un lado y otro se mantuvo durante los 17 años siguientes al golpe de estado de Habyarimana, éste, había conseguido apaciguar a unos y a otros cediendo, sobre todo, en que parte del control financiero del país se concentrara en manos tutsis, lo que colocó a los tutsi, de nuevo en posiciones de poder. Además, durante algunos años, el FPR se había internado en Ruanda por el norte de forma clandestina y había reclutado a muchos jóvenes tutsis por todo el país con la intención de formarlos ideológica y militarmente y constituir brigadas secretas, diseminadas masivamente por las colinas. Este hecho es recordado por Tito Rutaremara, ideólogo del FPR: «hacia el final del 87, se habían constituido 36 células del Frente en el interior del país».
Factores económicos externos, como el descenso del precio del café, principal producto de exportación, y otros internos, sobre todo la corrupción en el norte del país (lugar de procedencia de Habyarimana) comenzaron a provocar nuevas tensiones en la segunda mitad de la década de los 80. El cada vez peor estado de la situación económica y la acusación de los tutsis exiliados de no ser permitida su vuelta al país, fueron las razones principales que provocaron la Guerra de Ruanda.

2 comentarios:

  1. Muy interesante Jesús, y muy oportuna la información... sin embargo, la foto del inicio no corresponde a Agustin Bizimungu sino a Idi Amin Dadá, dictador de Uganda en la década de los 70s

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  2. Los seres humanos no debemos permitir que la sed de poder se apodere del mundo

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