Frida Kahlo
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, mejor conocida como Frida Kahlo (Coyoacán, 6 de julio de 1907 – ibídem, 13 de julio de 1954), fue una destacada pintora mexicana.
Primeros años (1907–1925)
Frida fue la tercera hija de Guillermo Kahlo (Wilhelm Kahlo), fotógrafo de origen judío-húngaro con su segunda esposa, la mexicana Matilde Calderón, de ascendencia española.1 Sus dos hermanas mayores fueron Matilde y Adriana; después de ellas nació el único hijo varón de la familia, el cual sobrevivió apenas unos días. Cuando Frida tenía apenas once meses, en junio de 1908 nace su hermana menor, Cristina, su constante compañera y la única de las hermanas Kahlo en dejar descendencia. Además de ellas, Frida tuvo tres medias hermanas mayores: Luisa, la mayor, una segunda hermana fallecida al momento de nacer y Margarita, todas nacidas del primer matrimonio de su padre con María Cardeña (llamada también Cerdeña en algunas fuentes), fallecida en el parto de Margarita en 1898.2 3
De acuerdo al estudio de Gaby Franger y Rainer Huhle,4 formaba parte de la leyenda, no pocas veces instigada por la propia Frida, que Guillermo Kahlo tuviera raíces húngaras o judías. Estos autores sostienen que probablemente el fotógrafo nació en Pforzheim, pequeña ciudad del estado de Baden-Wurtemberg y que sus abuelos y resto de antepasados pertenecieron a la burguesía local y eran de religión luterana.
Su vida quedó marcada por el sufrimiento físico que comenzó con la poliomielitis que contrajo en 1913 y continuó con diversas enfermedades, lesiones, accidentes y operaciones. Esta primera enfermedad le dejó una secuela permanente: la pierna derecha mucho más delgada que la izquierda.
En 1922 entró en la Escuela Nacional Preparatoria de Ciudad de México, la más prestigiosa institución educativa de México, que recientemente había empezado a admitir chicas como alumnas. Entonces eran 35 chicas entre un total de dos mil alumnos.7 Allí sus travesuras la convirtieron en la cabecilla de un grupo mayoritariamente formado por chicos rebeldes con los que realizó innumerables trastadas en la escuela teniendo generalmente como víctimas a sus profesores. Fue precisamente en esta escuela donde entraría en contacto con su futuro marido, el conocido muralista mexicano Diego Rivera, a quien le había sido encargado pintar un mural en el auditorio de la escuela.
Accidente e inicio de su pintura (1925–1927)
Graffiti dedicado a Frida Kahlo en Los Ángeles.
En 1925 aprendió la técnica del grabado con Fernando Fernández Domínguez. El 17 de septiembre de ese año sufrió un grave accidente de tranvía cuyas lesiones le condicionarían el resto de su vida. Le afectó a su columna vertebral que quedó fracturada, así como diversas costillas, cuello y la pelvis, su pie derecho se dislocó, su hombro se descoyuntó y un pasamanos le atravesó el vientre, introduciéndosele por el costado izquierdo. La medicina de su tiempo la atormentó con múltiples operaciones quirúrgicas (por lo menos a lo largo de su vida), corsés de distintos tipos y diversos mecanismos de "estiramiento". Durante esta convalencia pintó su primer autorretrato, comenzando una dinámica que continuaría durante el resto de su existencia: reflejar en sus cuadros los sucesos de su vida y los sentimientos que le producían.
El aburrimiento que le provocaba su postración la llevó a empezar a pintar: en 1926, todavía en su convalecencia, pintó su primer autorretrato, el primero de una larga serie en la cual expresará los eventos de su vida y sus reacciones emocionales ante los mismos. La mayoría de sus pinturas las realizará estirada en su cama y en el baño. Sin embargo su gran fuerza y energía por vivir le permitieron una importante recuperación.
Tras esa recuperación, que le devolvió la capacidad de caminar, una amiga íntima la introdujo en los ambientes artísticos de México donde se encontraban, entre otros, la conocida fotógrafa, artista y comunista Tina Modotti y Diego Rivera.
Matrimonio con Diego Rivera (1928–1930)
Frida Kahlo con Diego Rivera en 1932, fotografiados por Carl van Vechten.
La artista contrajo matrimonio con Rivera el 21 de agosto de 1929. Su relación consistió en amor, aventuras con otras personas, vínculo creativo, odio y un divorcio en 1939.
Al matrimonio lo llegaron a llamar la unión entre un elefante y una paloma, pues Diego era enorme y obeso mientras que ella era pequeña y delgada. Por otra parte, Frida, debido a sus lesiones, nunca pudo tener hijos, cosa que tardó muchos años en aceptar.
A pesar de las aventuras de Diego con otras mujeres (que llegaron a incluir a la propia hermana de la pintora), ayudó a Frida en muchos aspectos. Él fue quien le sugirió a Frida que vistiera con el traje tradicional mexicano consistente en largos vestidos de colores y joyería exótica. Esto, junto a su semblante cejijunto, se convirtió en su imagen de marca. Él amaba su pintura y fue también su mayor admirador. Frida, en cambio, fue la mayor crítica de Diego.
Residencia en EE.UU. (1931–1934)
El ambiente político de México para los simpatizantes de izquierda se volvió complicado debido al gobierno reaccionario de Plutarco Elías Calles. Los encargos de murales a Diego Rivera iniciados por el ministro de educación José Vasconcelos se paralizaron. Como la fama y reputación que Rivera había crecido en los Estados Unidos, le surgieron encargos en el país vecino, trasladando su residencia allí entre 1931 y 1934 y pasando la mayor parte del tiempo en Nueva York y Detroit.
En 1932 le encargaron a Diego Rivera unos murales para un Museo de Detroit. Encontrándose en esta ciudad Frida sufrió su primer aborto. Durante su recuperación pintó su autorretrato Aborto en Detroit, realizado en un estilo más penetrante, inspirado en los pequeños cuadros votivos del arte popular mexicano que recibían el nombre de retablos. Esta pintura era totalmente independiente de lo que hacía su esposo. Rivera, consciente del valor de la obra y de este periodo, dijo: «Frida empezó a trabajar en una serie de obras maestras sin precedentes en la historia del arte, pinturas que exaltaban la cualidad femenina de la verdad, la realidad, la crueldad y la pena. Nunca antes una mujer había puesto semejante atormentada poesía sobre la tela como Frida en esta época de Detroit.»
Primeras exposiciones (1935–1939)
Casa de Diego Rivera y Frida Kahlo construida por el arquitecto Juan O'Gorman en 1932. El matrimonio vivió en ella desde 1934. En la actualidad es un museo dedicado al matrimonio.
Volvieron a México en 1935. Rivera tuvo un romance amoroso con Cristina, la hermana pequeña de Frida. Aunque anteriormente había habido otras infidelidades por parte de Rivera, este lío con Cristina afectó mucho a Frida y supuso un giro determinante en sus relaciones de pareja. Aunque llegaron a superar sus desavenencias, Frida inició otras relaciones amorosas tanto con hombres como con mujeres que continuaron el resto de su vida. Rivera tuvo violentos celos sobre las relaciones extramatrimoniales de su esposa aunque llevaba mejor las relaciones lésbicas de Frida que las heterosexuales.9
Entre 1937 y 1939 el revolucionario ucraniano (pero que hace su vida política en Rusia) León Trotsky vivió exiliado en la casa de Frida en Coyoacán, junto a su mujer. Allí Frida tendrá un romance con el líder comunista13 para, tras su asesinato a manos del miembro de la NKVD estalinista Ramón Mercader, ser acusada como autora del mismo. Esto la llevó a estar arrestada pero finalmente fue dejada en libertad al igual que su marido.
En 1938 el poeta y ensayista del surrealismo André Bretón califica su obra de surrealista en un ensayo que escribe para la exposición de Kahlo en la galería Julien Levy de Nueva York. No obstante, ella misma declara más tarde: "Creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad".
En 1939 Frida Kahlo terminó un autorretrato constituido de dos personalidades: Las dos Fridas. Con este cuadro, asimila la crisis marital, a través de la separación entre la Frida en traje de tehuana, el favorito de Diego, y la otra Frida, de raíces europeas, la que existió antes de su encuentro con él. Los corazones de las dos mujeres están conectados uno al otro por una vena, la parte europea rechazada de Frida Kahlo amenaza con perder toda su sangre. Ese mismo año expone en París en la galería Renón et Collea gracias a Bretón. Su estancia en la capital francesa la llevó a relacionarse con el pintor malagueño Picasso y a aparecer en la portada del Vogue francés.
Reconocimiento artístico (1940-1949)
En 1940 Kahlo y Rivera se divorciaron. En mayo se produjo un primer atentado fallido a Trotsky y Rivera decidió trasladarse a San Francisco. En agosto Trotsky fue asesinado como consecuencia de un segundo atentado. Frida fue interrogada por la policía. Decidió dejar México y en septiembre se instaló con su exmarido Rivera. Dos meses después, encontrándose en EE.UU., decidieron volver a casarse. Es probable que Rivera entendiera que la salud de Frida se iba deteriorando y que precisaba de alguien que la cuidara.15
En este tiempo el reconocimiento artístico a su obra se fue incrementando, especialmente en EE.UU. Intervino en importantes exposiciones colectivas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston y en el Museo de Arte de Filadelfia.15
A partir de 1943 dio clases en la escuela La Esmeralda del México, D. F..
En 1950 debió ser hospitalizada en Ciudad de México permaneciendo en el hospital un año.
Últimos años (1950–1954)
La Casa Azul, Museo Frida Kahlo.
En 1953 en ciudad de México se organizó la única exposición individual en su país durante la vida de la artista. En una de las críticas se dijo: «es imposible separar la vida y obra de esta persona...sus pinturas son su biografía».7 La exposición fue en la Galería de Arte Contemporáneo. La salud de Frida estaba muy deteriorada y los médicos le prohibieron asistir a la misma. Minutos después de que todos los invitados se encontraran en el interior de la galería se empezaron a oír sirenas desde el exterior. La muchedumbre enloquecida se dirigió al exterior, allí estaba una ambulancia acompañada de una escolta en motocicleta. Frida Kahlo había sido llevada a su exposición en una cama de hospital. Los fotógrafos y los periodistas se quedaron impresionados. Ella fue colocada en el centro de la galería. La multitud fue a saludarla. Frida contó chistes, cantó y bebió la tarde entera. La exhibición había sido un rotundo éxito.
Ese mismo año le tuvieron que amputar la pierna por debajo de la rodilla debido a una infección de gangrena. Esto la sumió en una gran depresión que la llevó a intentar el suicidio en un par de ocasiones. Durante ese tiempo, debido a que no podía hacer mucho, escribía poemas en sus diarios, la mayoría relacionados con el dolor y remordimiento.
Murió en Coyoacán el 13 de julio de 1954. No se realizó ninguna autopsia. Fue velada en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México y su féretro fue cubierto con la bandera del Partido Comunista mexicano, un hecho que fue muy criticado por toda la prensa nacional. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas las alberga la Casa Azul de Coyoacán, lugar que la vio nacer.
Las últimas palabras en su diario fueron: "Espero alegre la salida y espero no volver jamás".
Frida Kahlo
Texto: Rosa Montero.
No solemos prestar la debida atención al importante papel que la cama juega en nuestras vidas. Nacemos en una cama y morimos en otra, y la mitad de nuestra existencia transcurre dentro de ella. La cama cobija nuestras enfermedades, es el nido de nuestros sueños, el campo de batalla del amor. Es nuestro espacio más íntimo, la guarida primordial del animal que llevamos dentro. Para Frida Kahlo, la pintora mexicana esposa del muralista Diego Rivera, la cama era todo esto y mucho más: refugio, potro de tortura, altar sagrado. Pero Frida, por supuesto, era un animal herido. Esa herida perpetua, ese cuerpo aterradoramente lacerado (a menudo tan débil que sólo en la cama se sostenía), se convirtió en el protagonista absoluto de su vida y de su obra. Frida murió el 13 de julio de 1954, una semana después de cumplir 47 años. Meses más tarde, Diego rivera convirtió la casa de su mujer en un museo. Ahí está la cama en la que Frida murió, un gran lecho con cuatro postes y baldaquino. Hay fotos de esa cama de cuando Frida la habitaba en sus últimos años. Entonces la cabecera estaba cubierta por fotos de sus seres queridos y coronada por un friso de honor con sus grandes héroes: Stalin, Marx, Engels, Mao. Ocupaban el lugar de las estampas religiosas. En el cielo raso del dosel había, y aún hay, el espejo en el que se contemplaba para pintar sus famosos e inquietantes autorretratos. Frida Kalho es una artista de escasa producción apenas 200 cuadros en toda su vida, y la mayoría reproducen su propia figura: bustos de mirada taladradora y lienzos temáticos en donde aparece de cuerpo entero, con las carnes desgarradas y manchadas de sangre. "Me pinto a mí misma porque estoy a menudo sola y porque soy el tema que mejor conozco". Con ese enternecedor afán que tenemos los humanos de retocar nuestras biografías para darle una apariencia de orden al absoluto caos de la existencia, Frida siempre sostuvo que había empezado a pintar por aburrimiento a los 18 años, a raíz del horrendo accidente que la destrozó. Durante la larguísima convalecencia, su madre colocó un espejo en la cama, y ella habría comenzado así a usarse de modelo. Pero no: existe un autorretrato de un par de años antes de la tragedia, un cuadro juvenil y burdo pero reconocible, con la misma postura, la misma mirada. De manera que pintaba (y se pintaba) con anterioridad al accidente. No es éste el único detalle biográfico que Frida manipulaba: toda su vida dijo, por ejemplo, que había nacido en 1910, que fue cuando estalló la famosa revolución mexicana de Zapata y Pancho Villa. Pero en realidad había nacido en 1907. su padre era un fotógrafo judío de origen húngaro y su madre era medio india. Con todo, la vida de Kahlo abunda en misteriosas coincidencias y parece estar predestinada. Por ejemplo, tuvo un temprano encuentro con el daño físico a los seis años de edad, cuando enfermó de poliomielitis". Recuerdo un dolor insoportable en la pierna".
Ya entonces se metió en la cama durante nueve meses (un parto hacia la invalidez); en ese lecho omnipresente que iba a ser el centro de su vida, el barquito solitario y doliente (esas sábanas sudabas por la fiebre, mojadas por la sangre y por las lágrimas) en donde ella liba a navegar hasta el fin de sus días, náufraga de la existencia y el sufrimiento. De aquella polio le quedó la pierna derecha más delgada y una cojera leve, como de pájaro. A los 18 iba en autobús a la escuela (quería estudiar medicina) cuando un tranvía les embistió, provocando varias muertes. Fue un accidente extraño, lento, casi sin ruido, con el tranvía triturando el costado del autobús de manera imparable pero poco a poco, con la plasticidad de las pesadillas. Frida apareció desnuda entre los hierros: el pasamanos le había empalado (la barra entró por un costado y salió por la vagina). Un bote de pintura que alguien llevaba se había derramado sobre ella y estaba recubierta de purpurina dorada: era como una estatua del dolor en carne, sangre y oro. Incluso su accidente, en fin, parece un mal sueño, como contagiado del mundo onírico de la cama.
La colisión le partió la columna por tres sitios, le rompió la cabeza del fémur y las costillas, le fracturó tres veces la pelvis y once veces las piernas, y le aplastó por completo el pie derecho (el pie malo de la polio). Era un cuerpo desbaratado enfrentado a un sufrimiento insoportable. El accidente ocurrió el 17 de septiembre de 1925; se puede decir que entonces empezó a morirse Frida Kahlo, una larga agonía que culminó 29 años después. Todos llevamos dentro nuestra propia muerte, toda vida es irse desviviendo, pero Frida falleció de las heridas de aquel choque, tras casi tres décadas de una constante y terrible deterioro. En el entretanto, sin embargo, hizo muchas cosas. Tenía tal fuerza de voluntad, tanto coraje y tantísimas ganas de vivir que dos años después, tras un calvario de operaciones corsés, consiguió llevar una vida prácticamente normal pese a los dolores. "No tengo más remedio que aguantar porque es peor desesperarse", repetía en las cartas que escribía desde el hospital, mostrando ya ese talante heroico que la hizo sobrevivir donde los demás hubieran muerto: "Estoy empezando a acostumbrarme al sufrimiento". Cuando regresó al mundo, Frida comenzó a frecuentar un círculo e intelectuales izquierdistas. En casa de la fotógrafa comunista Tina Modotti le presentaron a Rivera, que esa noche se lió a tiros y rompió un fonógrafo. A Frida le encontró desde el primer momento "aunque me asustara". O tal vez le encantó desde el primer momento "aunque enseguida y en la fiesta de la boda el pintor volvió a darle al gatillo e hirió a uno de los invitados. Frida se fue llorando a casa de su padre. Ella tenía 22 años y él 42. Diego Rivera era ya por entonces el pintor más famoso de México, autor de unos colosales murales de tema revolucionario que hay resultan unos tanto envarados en su estilo realista-socialista: También era un gigante barrigón y horrendo, de ojos abultados y cara de batracio, sin embargo, gozaba de un incomprensible predicamento con las mujeres. Se acostaba con toda hembra que podía, para gran desesperación de Kalho. Se dice que Diego tuvo, entre otras amantes célebres, a las actrices Paulette Godard y María Félix. Además se lió con Cristina, la hermana de Frida, y esa herida imperdonable les llevó al divorcio. Pero se volvieron a casar dos años, más tarde. Diego era un personaje inclasificable. En muchos sentidos su comportamiento resulta abominable: por su afán de protagonismo, su insustancialidad, su crueldad. Su trayectoria política fue de una incoherencia abrumadora; primero perteneció al partido comunista (esto fue durante los años más feroces del estalinismo) y llegó a pavonearse de haber traído a Trotski a México con el único fin de que lo asesinaran: una baladronada no por mentirosa menos repugnante. Pero Rivera también debía de ser un tipo imaginativo, divertido cuando quería, único, exuberante. Frida le describe como quien describe a un dios, a una criatura primigenia: "Su vientre enorme, terso y tierno como una esfera, descansa sobre sus fuertes piernas, bellas como columnas(...) es un ser antediluviano, un monstruo entrañable". Para ella Diego es un mito, el ogro bueno y malo de la infancia, el principio mismo de la vida.
Y aunque es cierto que Diego la atormentó psíquicamente y la abandonó en momentos de gran necesidad, también es cierto que en otros momentos fue una gran ayuda para Frida y que nunca llegó a abandonarla por completo. Diego fue el más apasionado defensor el arte de Kalho ("ella es mejor pintor que yo") y la persona que más apoyó su trabajo. La relación de Rivera con Frida está llena de dulzura y de crueldad alternativamente.
A principio Kahlo fue una especie de hija para Diego, pero durante el segundo matrimonio (ella puso como condición para la nueva boda que no hubiera sexo entre ambos) los papeles se invirtieron y la declinante Frida se convirtió en su madre. Por ejemplo, a menudo ella bañaba con esponja a Rivera, el gigantón blanco y orondo chapoteando en la bañera y jugando con juguetitos flotantes que Frida le compraba; y al final, en la última agonía de Kahlo, cuando Diego, sesentón y enfermo de cáncer de pene (una especie de castigo bíblico al gran macho), volvía a casa después de una escapada de varios días, ella le llamaba desde la cama: "Mi querido niño, ¿quieres una frutita?". Y él contestaba "chi" con voz y gesto de crío pequeño. Frida era muy bella. O era más bella: era tremenda. Tenía unos ojos feroces y maravillosos, una boca perfecta, el entrecejo hirsuto, un bigote apreciable. Una vez se lo afeitó y Diego se puso furioso: de algún modo ambos estaban trastocados en sus atributos sexuales secundarios, porque él tenía unos grandes pechos de mujer que a Frida le encantaban. A su poderoso físico, Frida añadía una increíble puesta en escena: siempre usaba ropas de las indias tehuanas, bellísimos trajes largos crujientes de enaguas y puntillas. Trenzaba sus cabellos con cintas de raso, flores, terciopelos, y se adornaba con pesadas joyas precolombinas. Vestirse era para ella una expresión artística más; entre acicalarse frente a un espejo o pintar uno de sus autorretratos no debía de haber mucha diferencia. En las dos actividades se construía a sí misma, algo que la era necesario en su carrera contra la decadencia. Porque su cuerpo se le caía a pedazos; en los terribles años finales escribió en su diario: "Yo soy la desintegración". También Frida tuvo numerosos amantes, sobre todo después de que Diego le engañara con su hermana. Era bisexual (se rumoreó que, entre otras mujeres, tuvo un romance con la pintora Georgia O´keeffe), pero sus mayores pasiones las vivió con hombres: el escultor Isamu Noguchi, el fotógrafo Nicolás Murria, por quien perdió la cabeza. Además vivió una breve relación con el viejo Trotski a poco de llegar éste a México.
Luego Frida regresó al seno del estalinismo y también ella abominaría de su antiguo amigo. Cuando el español Ramón Mercader mató a Trotski con un punzón para el hielo, Frida fue detenida como sospechosa (Diego se encontraba en Estados Unidos). Algunos sostuvieron que los Rivera colaboraron en el asesinato, pero la acusación parece carecer por completo de base. Eso sí, tres meses antes el artista Siqueriros, amigo de ambos, había participado en el ametrallamiento del dormitorio de los Trotski: León y su mujer salvaron la vida de milagro arrojándose debajo de la cama. Tiempos oscuros, actitudes siniestras. Frida pintaba cuadros muy pequeños (mientras su marido hacía enormes murales) y siempre se mostró extremadamente humilde con su trabajo. Durante muchos años nunca enseñó sus obras, y si se convirtió en una pintora conocida fue gracias al empuje de Rivera, que prácticamente le obligó exponer en Nueva York en 1938. Por entonces conoció a André Breton, el principal teórico del surrealismo, que se quedó fascinado por esa pintora que era surrealista "sin ella saberlo". En 1939 expuso en París y se la consideró incluida dentro de ese movimiento estético. Años más tarde, la Frida estalinista repudiaría el surrealismo por ser "una decadente manifestación el arte burgués". Pero para llegar a eso, al fanatismo final prosoviético, hay que contar la parte más terrible de esta historia.
El suplicio indecible, la pesadilla. Cómo el cuerpo de Frida se fue deshaciendo: el pie se le ulceraba, la espalda se la torcía, ansiaba tener hijos y no podía (sufrió cuatro o cinco abortos y guardaba en su dormitorio un feto humano anónimo metido en un frasco con formol.)
La enganchaban en aparatos, colgaban veinte kilos de sus piernas, la encerraban en corsés de hierro, de cuero, de escayola (desde 1944 hasta su muerte usó 28 corsés). Se bebía una botella de coñac al día contra el dolor (en los últimos años, dos botellas). Le practicaron al menos 32 intervenciones quirúrgicas. Sólo entre marzo y noviembre de 1950 soportó seis operaciones en la columna; la escayolaron encima de las costuras recién hechas y cuando empezó a apestar descubrieron que sus heridas se estaban pudriendo. Desde 1944 padecía unos dolores agudísimos que la obligaban a depender de la morfina. Tenía la pierna derecha gangrenada y en agosto de 1953 se la amputaron desde la rodilla. La simple y fría enumeración de sus tormentos produce asfixia: es como contemplar a los ojos el horror de la vida. Sus últimos años son espantosos. Las drogas y el alcohol la tienen fuera de sí; los pocos cuadros que pinta muestran trazos torpes y emborronados. Es entonces cuando más se aferra al dogma comunista: Frida no cree en Dios y necesita encontrar algún alivio, algún sentido a tanto sufrimiento encontrar algún alivio, algún sentido a tanto sufrimiento, tanto espanto. Pinta retratos de Stalin, y un conmovedor cuadro titulado El Marxismo dará salud a los enfermos, en el que un etéreo y milagroso Marx sujeta entre sus manos a Frida, que abandona radiante sus muletas (ya le habían amputado la pierna entonces). Pero su último cuadro fue un bodegón de sandías en el que sobre la carne roja y plena de la fruta escribió: "Viva la vida". En abril de 1953 se inauguró la primera gran exposición de Frida en México; ella estaba ya tan mal que los organizadores creyeron que no podría acudir, pero a Diego se le ocurrió la idea de mandar la cama (el gran armatoste con dosel) e instalarla en medio de la sala de exposiciones, y luego llevar a Frida en ambulancia. Así asistió Kalho, pues, a su fiesta de inauguración, drogada y lívida pero repintada y emperifollada (empeñada en reconstruirse), tumbada sobre el lecho. Todos sus amigos pasaron a saludarla de uno en uno: fue una especie de ceremonia religiosa, como una de esas largas colas de fieles que acuden a besar el borde el manto de la santa. Y ella se despidió de todos metida en su cama eterna-cama mundo, en su velero del dolor, con la sonrisa desencajada y las manos resplandecientes de sortijas.
Bibliografía:
Kahlo, Andrea Kettenman. Editorial Taschen.
Diego y Frida, Le Clézio. Temas de Hoy.
Frida Kahlo, Rauda Jamis. Circe.
Kalho, mujer, ideología y arte, Eli Bartra. Icaria
Tinísima, Elena Poniatowska. Editorial Era.
Frida, a biography, Hayden Herrera. Bloomsbury, Londres.
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