sábado, 10 de marzo de 2012

334.- La Mitteleuropa ¿una idea judía?



Los judíos y la literatura


La Mitteleuropa ¿una idea judía?

Jacques Le Rider

De Robert Musil a Stefan Zweig, pasando por Franz Kafka y Joseph Roth, la Mitteleuropa habrá sido definida primero por los escritores.
¿Hasta qué punto la reivindicación de una adhesión a Europa central ha sido asumida específicamente por los escritores judíos? El “mito habsburgo”, del que Claudio Magris ha hablado de manera magistral en El mito y el imperio, fue primero la ideología de Estado sobre la que se apoyaban los Habsburgos, ideología que pasó al primer plano entre 1866 y 1871, cuando Austria, excluida de la Confederación germánica, a la que había dominado por mucho tiempo, en competencia con el nuevo Reich alemán proclamado en 1871, redefine su ideología geopolítica, fundada sobre lo que le quedaba: los territorios de la Europa central danubiana. Se puede interpretar la historia de la Austria-Hungría como un proceso de globalización-integración y de armonización de la pluralidad étnica, lingüística y cultural.


Reading Lesson / 1992
Fotografía

El mito habsburgo de una sociedad y de un Estado pluralistas, en los que cada pueblo tenía la patria que le tocaba, ¿habrá sido sólo la envoltura propagandista de la lucha de dos pueblos hegemónicos, los alemanes en Cisleitania y los húngaros en Transleitania, para la defensa de sus privilegios históricos? El sistema habsburgo establecido en Cisleitania desde 1867 desembocaba a concebir la nacionalidad (al igual que la religión) como un atributo subsidiario de la ciudadanía. El sistema de la autonomía personal, sin embargo, era difícil de aplicar: en las regiones de poblaciones mezcladas, llevaba a la división de la sociedad en comunidades nacionales definidas por su lengua declarada como habitual.
Para que triunfe la antinomia de la utopía supranacional y de la realidad nacionalista, el escritor praguense de lengua alemana, Johannes Urzidil (1896-1970), hijo de un ingeniero alemán de Bohemia y de una madre judía checa, autor del Tríptico de Praga, definía el cosmopolitismo centro-europeo al proclamar: “Ich bin hinternational”, juego de palabras sobre “internacional y “más allá de lo nacional”. Bajo el impacto de la Primera Guerra Mundial, de las crisis del periodo entre las dos guerras y de la ascensión del poder de los fascismos y del nazismo, la memoria del imperio bicéfalo llamado por Musil con ironía la Cacania, se transforma, en Joseph Roth y Stefan Zweig, en una utopía retrospectiva. Frente a la agonía de la civilización europea minada por el nacionalismo, el antisemitismo y la pulsión de muerte militarista, la Europa central habsburga les aparece como la Edad de oro perdida de un espacio cultural cosmopolita en el que los judíos se sentían en seguridad.
Mucho más crítico y escéptico es el cuadro de la sociedad vienesa pintado por Arturo Schnitzler. El epicurismo y la despreocupación acompasados por un vals y llevados a la escena por Johann Strauss en El murciélago, están desenmascarados en el teatro y en las novelas cortas de Schnitzler, quien representa la degradación de los sentimientos, el cinismo desengañado, la guerra de los sexos, la crueldad de los conflictos sociales y la violencia del antisemitismo. Durante la Gran Guerra y los años 1920, Schnitzler sigue situando la acción de sus obras y de sus relatos en la sociedad de la pre-guerra. Pero las preocupaciones del momento aparecen en sobreimpresión. La novela sobre la sociedad de 1908 intitulada por Schnitzler Los caminos de la libertad, traducida en francés bajo el título Viena en el crepúsculo, es uno de los análisis más sobrecogedores de la situación de los judíos vieneses al principio del siglo XX: sin identificarse con ninguna de estas posiciones, Schnitzler muestra la variedad de las reacciones judías a la crisis de los valores del liberalismo y del racionalismo y al triunfo del antisemitismo que se impuso como el nuevo código cultural. Desde la hiperasimilación llevada hasta el odio de sí mismo en el otro extremo, el sionismo, que Schnitzler interpreta como una voluntad de desasimilación, todos los personajes judíos de esta novela, pequeños o grandes burgueses, hombres y mujeres, viven una dolorosa crisis de identidad. De acuerdo con Schnitzler, todas las construcciones “postjudáicas” alrededor de la identidad de los judíos vieneses son artificiales y frágiles. En cuanto a él se refiere, su diario íntimo lo atestigua, oscila entre la indignación, la perplejidad, la incertidumbre y se somete a un trabajo casi cotidiano de remediación y de redefinición del destino judío.


Abbas / 1998
Fotografía

Franz Kafka, judío asimilado germanófono, con el dominio de la lengua checa, atento al desarrollo de una literatura nacional checa contemporánea, se situaba al margen de la Europa central germánica y de la Europa central eslava. Escribía a Milena en 1920: “Nunca he vivido en medio del pueblo alemán; el alemán es mi lengua materna, por consiguiente me es natural, pero el checo está más cerca de mi corazón”. Ciudadano de la monarquía habsburga hasta la creación de Checoslovaquia, guardaba sus distancias con Viena y mantenía estrechas relaciones con Leipzig, capital de la edición alemana. Marginal en la sociedad mayoritaria, fascinado por el renacimiento cultural yiddish, Kafka, también, era incapaz de integrarse al mundo judío tradicional. En suma, Kafka vivía en “las imposibilidades del lenguaje”: “La imposibilidad de no escribir, la imposibilidad de escribir en alemán, la imposibilidad de escribir de otro modo, a la que podría agregarse una cuarta imposibilidad, la imposibilidad de escribir. Era pues una literatura imposible de todos lados, una literatura de cíngaros quienes habían robado el niño de su cuna.” (Carta a Max Brod de junio de 1921). Es Milan Kundera quien, en El arte de la novela, inscribió, de la manera más decidida, a Hermann Broch en “la pléiade de los grandes novelistas centro-europeos: Kafka, Hasek, Musil, Broch, Gombrowicz”, caracterizada por la aversión por el romanticismo, la desconfianza hacia la Historia y las ideologías progresistas, un modernismo desprendido de las ilusiones de la vanguardia. En la novela Los somnámbulos y en el ensayo Hofmannsthal y su tiempo, Hermann Broch analiza la crisis de la cultura moderna en términos de “degradación de los valores”, es decir de fragmentación de las normas colectivas en pequeñas subculturas atomizadas. Broch muestra como, en este contexto, las soluciones simples y radicales de reconstrucción de una sociedad cerrada y protectora propuesta por los nacionalistas, los fascistas y los nazis tenían una fuerza de atracción casi irresistible.
Con Schnitzler, Kafka y Broch, Europa central ya no es pensada de acuerdo con “el mito habsburgo”, como el lugar de memoria de un orden ancestral, sino, según la fórmula de Karl Kraus, como “el banco de prueba del fin del mundo”. De este “banco de prueba”, los escritores judíos fueron los profetas a la vez extralúcidos y alarmados.

Traducción de Marie- Claire Figueroa
Magazine littéraire, abril 1974, no. 474.

http://www.vinculoinformativo.com.mx/cl/ciclo76septiembre2008/lamitteleuropa.html



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