sábado, 5 de mayo de 2012

369.- Corrupción religiosa





Corrupción religiosa

Jordi Siracusa 

No tengo la menor esperanza de que este artículo haga vacilar en sus convicciones a ningún fanático religioso, tampoco que influya en la fe de los creyentes; pero exijo por parte de todos la tolerancia necesaria para entender que no pretendo atacar a ninguna religión ni a ninguna creencia. Mi escrito se limita a opinar, y denunciar y exponer las corrupciones que las cúpulas y los representantes terrenales de los dogmas divinos andan practicando a lo largo y a lo ancho de esa belleza azul que llamamos tierra, habitada por el más grande de los milagros: el ser humano.



Precisamente, desde que el mundo es mundo y se pobló de seres inteligentes capaces de desarrollar más su epífisis que sus tendencias epifitas, se creó la necesidad de sentirse concebidos, amados y formar parte de algo superior. Y a través del tiempo, mujeres y hombres interpretaron esta necesidad de la mejor forma que sus experiencias y condiciones les dieron a entender. Sin embargo, en toda época y lugar, los trasmisores y representantes no siempre fueron fieles a lo que ellos mismos glorificaban y sucumbieron a sus intereses particulares o las “instrucciones” que recibían. La historia está jalonada de ejemplos y me sería muy fácil hablar de las canalladas de algunos Papas romanos; las conveniencias políticas de los reformistas; algunas interpretaciones particulares sobre guerra santa islámica o del feroz régimen feudal de los Dalái Lama, antecesores del actual premio Nobel, en el Tíbet. Eso es historia e interpretación, luces y sombras. Tanto en la Biblia, como en el Corán, la Torá o cualquier texto budista, encontraremos palabras sabias y reconfortantes para el espíritu, ya sean atribuidas a una deidad, a pensadores, profetas,  hombres sabios o “despiertos” en términos budistas. Por tanto no es culpa de las estrellas sino de los actores

Así pues, dejando al margen y respetando los credos y las filosofías religiosas en cuanto a lo que significan en la fe de cada uno, no pretendo denunciar hoy que las enseñanzas han sido mixtificadas y que  han incrustado a los creyentes aspectos religiosos ajenos a los viejos escritos, sino  la continua utilización de esos textos y dogmas para intereses poco confesables y cómo afectan a la ciudadanía y a su bienestar; lo que llamamos corrupción religiosa.

Si la obligación de un director religioso o un guía espiritual, lleve o no sotana, está en la enseñanza y en actitudes morales para conducir a las almas a los paraísos y estados contemplativos supremos, la acción de pudrir esta posibilidad, de equivocar el camino y de corromper al discípulo, es la peor de todas, puesto que, supuestamente, le puede condenar a la pérdida de una vida mejor. En este caso la condena no solamente sería para el alma corrompida, también lo sería para el inductor o el responsable. Pero en este aspecto no hay problema, porque el corruptor acostumbra a no creer en las convicciones que predica y a sus pecados añade el de la contravención y desobediencia a sus compromisos místicos. Nadie imagina a los Borgia creyendo en Dios, actuando como actuaban. Es difícil comprender  a cualquier fanático, sea de la religión que sea, que se excuse, matando, en el cumpliendo un deseo divino; a menos que haya sido convenientemente y perversamente mal instruido.

Todavía en la actualidad y como un verdadero signo de transgresión corruptiva y falta de sensibilidad, todas las grandes religiones dan total preferencia en sus pirámides de mando a los hombres, relegando a la mujer a puestos secundarios, siguiendo – es en lo único que se ponen todos de acuerdo -  el ejemplo de nuestros ancestros  de apartar a las mujeres del mando religioso que ostentaban y confinar a la diosa-madre primitiva presente en todas las culturas. Los ejemplos de la fertilidad y la tierra, fueron sustituidos por los del gobierno y las armas. Hoy, mucho tiempo después, los responsables religiosos siguen preservando su autoridad en una clara muestra de prevaricación y preponderancia.

Pero no solamente tergiversan sus mandatos ecuménicos de igualdad, paz y amor; olvidando que su reino no es de este mundo, hay muchos, quiero pensar que una minoría, que pretenden cambiarlo en su devenir terrenal y así participan en guerras – casi siempre al lado de los poderosos – en negocios sucios y en la destrucción de la moralidad de las gentes, sobre todo de los infelices y de los débiles.

Hablando en particular de la religión católica, que es la que más conozco, desde Irlanda a los Estados Unidos, pasando por Alemania, España o Italia, la cantidad de menores martirizados por las casullas y las sotanas ya sea abusando de sus cuerpos o de sus mentes o las violaciones de las novicias y niñas en África, no cabrían en una guía telefónica. Según un periódico holandés, una decena de menores sufrieron castraciones forzadas en la década de 1950 en centros psiquiátricos católicos en Holanda por su “comportamiento homosexual” o como castigo por haber denunciado abusos en el ámbito eclesiástico.

Pero no es únicamente en el campo sexual dónde la sociedad se siente agredida, los escándalos financieros, unidos a la permisibilidad de los gobiernos en el fraude, ofenden a los ciudadanos. Me pregunto el porqué tenemos que permitir que no paguen impuestos y evadan capitales. Y de todo esto son líderes las sectas y las obras místicas que convierten sus creencias en dividendos y a sus seguidores en imbéciles. Nada hay más aborrecible que esos vociferantes predicadores que llenan sus bolsillos merced a la inocencia de las gentes.

Conviene denunciar la hipocresía que practican las organizaciones religiosas  al  intervenir en los asuntos públicos. Juzgan sobre cosas que para ellos mismos, según sus propias reglas, les están negadas y cuya prohibición incumplen constantemente. Opinan sobre divorcios, sobre el aborto o recomiendan votar al que les conviene y mientras hablan de justicia divina, se acuestan con las divorciadas,  colocan a sus hijos ilegítimos, bendicen cañones, forman a terroristas, casan a las mujeres con sus violadores y apoyan golpes de Estado.

Es indignante, además, esa tendencia insana que tienen en decidir lo que es bueno o no para los demás, a concluir quién tiene razones y quién no, saltándose a la torera los derechos civiles de los ciudadanos. Solamente y como resumen y ejemplo actual citaré los miles de casos en que religiosas y médicos sin escrúpulos apartaron criaturas de sus madres para darlos a otras familias… tal vez más “cristianas”. Una de las presuntas autoras de tamaños desaguisados, una tal Sor María, que en estos días será juzgada, tiene vida suficiente y edad legal – hay ejemplos actuales de ingresos en prisión con 80 años – para que, en caso de ser declarada culpable, pase el resto de sus días en la cárcel. ¿Pero y sus superiores que lo consintieron? ¿Y esos obispos que hablan contra la homosexualidad cuando es tan numerosa y humana entre sus clérigos?

Creo sinceramente que no nos harían falta dioses, ni profetas ni sacerdotes si fuésemos capaces de vivir con dignidad individual y colectiva, aprendiendo a compartir y a sentir plenamente, respetando al prójimo y exigiendo que se nos respete. Mirando libremente al cielo sin temor.

Aunque sé que no existe, a veces me gustaría creer en ese infierno de Dante con sus círculos de tortura dónde los predicadores sufren, como cualquier condenado, las penas de sus maldades terrenas; el lugar en que los íncubos yacen con las religiosas que roban los hijos a sus  verdaderas madres.

http://www.otromundoesposible.net/rebelde-con-causa/corrupcion-religiosa

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