miércoles, 13 de junio de 2012

487.- LA PODEROSA COMPAÑÍA DE JESÚS






Sociedades secretas de la Iglesia Católica

LA PODEROSA COMPAÑÍA DE JESÚS

La Compañía de Jesús nació formalmente en 1540, por la bula Regiminis militantis ecclesiae, del papa Pablo III. No hay duda de que surgía en el momento oportuno, como contundente instrumento para impedir que la Iglesia perdiera el poder que ostentaba hasta entonces. La laxitud en las costumbres cristianas había producido un gran descontento y escepticismo entre los creyentes.

 Calvino y Lutero captaron ese sentimiento en la declaración de la Reforma, y distintos cultos «protestantes» se extendían por los esta dos del norte de Europa y comenzaban a infiltrarse en los reinos latinos, tradicionalmente fieles al Vaticano. Éste reaccionó con el lanzamiento de la Contrarreforma, movimiento de exaltación de la liturgia y los símbolos católicos que sirvió a la vez para solventar varios problemas dentro de la propia Iglesia.

Pero la contraofensiva debía producirse en todos los frentes, y para eso era necesario crear una Orden que actuara con una nueva estrategia y tácticas más flexibles: la Compañía de Jesús. Su fundador fue, como es sabido, san Ignacio de Loyola, una personalidad bélica y mística a la vez que imprimió ese carácter a su congregación también conocida popularmente como los «Soldados de Dios»



Ignacio de Loyola: el místico iluminado Este sacerdote español que como se sabe fue fundador de la Compañía de Jesús, nació en 1491 en el solar 9uipuzcoano de Loyola perteneciente a su familia, En su juventud se enrolé para combatir bajo las órdenes del Duque de Nájera y durante la Revuelta de las Comunidades 1152D-152,; fue herido en una pierna Aprovechó su convalecencia para leer numeroso5 libros religiosos, que le acercaron a la vida espiritual Tras permanecer un tiempo recluido en el monasterio benedictino de Montserrat, en 1522 opté por retirarse a una cueva en la que vivió rezando durante diez meses, para después peregrinar a Jerusalén Merece la pena resaltar que hasta hace algunos años era accesible a la ¡vista, eh ¡a iglesia de la Capilla de Palau, en el barrio antiguo de Barcelona una urna que contenía el colchón sobre el que meditaba y supuestamente levitaba San Ignacio de Loyola.

La austeridad, el hambre y la profunda entrega espiritual, llevaron a San Ignacio a padecer frecuentes alteraciones de la conciencia como delirios de carácter místico y visiones celestiales Posteriormente, la divulgación de estos 6pisodíos hizo que algunos autores lo vincularan con los Alumbrados, en tanto que éstos afirmaban haber sido iluminados por apariciones divinas.

En su concepción inicial la Compañía de Jesús era una organización paramilitar centralizada, que no obstante acabó convirtiéndose en el brazo intelectual de la Contrarreforma. Sus tres objetivos principales eran: actualizar el credo católico desde dentro y sin fisuras, emplear la educación para asentar el poder de la Iglesia y convertir a los pueblos de ultramar mediante las misiones. Pese a su juramento de sumisión al Papa, la Compañía fue adquiriendo una particular autonomía a medida que se expandía y fortalecía.

Su devoción por la ciencia y la cultura la llevó a sostener posiciones que a menudo iban por delante de la doctrina oficial de la Iglesia, al punto que su superior llegó a ser conocido como «el papa Negro».

Esto evitando con verdadera astucia jesuítica el enfrentamiento abierto con el Vaticano, y manteniendo formalmente la mayor fidelidad a su Pontífice. Hubo quien los calificó de secta satánica dentro de la Iglesia, y la Compañía acabó siendo expulsada de numerosos países europeos incluyendo a España, donde debió retirarse en 1767, durante el reinado de Carlos III.

Sin embargo, la Compañía de Jesús ha conseguido resistir los caprichos del tiempo y de las jerarquías eclesiásticas. Posiblemente, sigue siendo la corriente que aporta más ideas a la teología cristiana. Algunos creen que es la más progresista, y otros que ese progresismo es un disfraz para mejor defender y difundir los dogmas canónicos más tradicionales. Durante mucho tiempo ha sido también la Orden más cercana al poder papal. aunque parece que en los últimos años ha sido desplazada en ese puesto por el Opus Dei.


Compañía de Jesús

Una de las primeras versiones del sello de la Compañía de Jesús (Iglesia del Gesù, Roma). El trigrama "IHS", comprendido por las tres primeras letras griegas de "IHΣOYΣ" (Jesús), posteriormente interpretado como "Iesus Hominum Salvator", Jesús, Salvador de la Humanidad.

La Compañía de Jesús (Societas Jesu o Societas Iesu, S.J. o S.I.), comúnmente conocidos como Jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1540 por San Ignacio de Loyola, junto con San Francisco de Javier, el Beato Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simón Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo aprobada por el Papa Pablo III. Con cerca de 19.000 miembros, sacerdotes, estudiantes y hermanos, es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos.

Descripción de la orden

La Compañía de Jesús (SJ) es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal -aunque la conforman también Hermanos, es decir, religiosos no sacerdotes-. Está ligada al Papa por un "vínculo especial de amor y servicio"; su finalidad, según la Fórmula del Instituto, documento fundacional de la Orden (1540) es "la salvación y perfección de los prójimos". En términos de Derecho Canónico, la SJ es una asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la "perfección evangélica".
La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura dos años. Continúa con un proceso de formación intelectual que incluye estudios de Humanidades, Filosofía y Teología. Además, los jesuitas en formación realizan dos o tres años de docencia o «prácticas apostólicas» (período de magisterio) en colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de comunicación, etc). El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.
S. Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados para ser enviados, con la mayor celeridad, allí donde fueran requeridos por la misión de la Iglesia. Por eso los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia al Papa, «circa misiones»1 La Fórmula del Instituto (confirmada por Julio III en 1550) dice: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra».
La Congregación General (CG) es el órgano supremo de gobierno y no se convoca, como en el resto de órdenes, periódicamente sino en caso de muerte del Prepósito General o para tratar asuntos de especial importancia. Aunque el cargo de Superior General es vitalicio (ningún General renunció en la Compañía anterior a la supresión), las Normas Complementarias vigentes desde 1995 contemplan la posibilidad de renunciar, si el General lo considera conveniente, en conciencia. El primer General en renunciar -por motivos de salud graves- fue Pedro Arrupe, en 1983 y autorizado por la CG 33. P-H Kolvenbach, su sucesor, hizo lo mismo en 2008.
La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad incondicional al Papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Inglaterra isabelina, frente al absolutismo de Luis XIV de Francia (conocido como El Rey Sol), el regalismo español, con la Alemania de Bismarck, de donde fueron expulsados (durante el Kulturkampf) y con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa. Asimismo, los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.


Basílica de Loyola.

La Compañía de Jesús desarrolló una actividad importante durante la Reforma católica, sobre todo en los años inmediatamente posteriores al Concilio de Trento. Su presencia en la educación occidental y en las misiones en Asia, África y América ha sido muy activa. Ha contado entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos, científicos, filósofos, artistas y pedagogos: San Francisco de Javier, San Luis Gonzaga, Matteo Ricci, Francisco Suárez, Luis de Molina, Juan de Mariana, San Roberto Belarmino, San Pedro Canisio, José de Acosta, Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio Kircher, San Pedro Claver, Eusebio Kino, etc.
Capítulos notables de su historia han sido el origen y desarrollo de sus colegios y universidades en Europa, la actividad misionera en la India, China y Japón, las reducciones de Bolivia, Paraguay y Argentina, la exploración y evangelización del Canadá, del Mississipi y del Marañón, los conflictos teológicos con los protestantes y los jansenistas, su confrontación con la Ilustración, su supresión (1773) y su restauración (1814).
En 1965 llegaron a su máxima expansión numérica: 36.000 jesuitas en más de un centenar de unidades administrativas (provincias y misiones). Hoy, los jesuitas y los laicos que comparten su espiritualidad trabajan en los campos más diversos, tratando de colaborar con la Iglesia respondiendo a las nuevas necesidades de la sociedad y a los retos que éstas plantean. Así la Compañía trabaja en la acción social, la educación, el ámbito intelectual, el servicio a parroquias y comunidades cristianas y en medios de comunicación.
Entre 1965 y 2008 sus Superiores Generales fueron Pedro Arrupe (español, 1965-1983) y Peter Hans Kolvenbach (holandés, 1983-2008, año en que presentó su renuncia por motivos de edad). El 7 de enero de 2008 comenzó su Congregación General 35, para elegir nuevo Prepósito (superior mundial) y legislar sobre aspectos de la misión y carisma de la Orden. El 19 de enero fue electo (en el segundo escrutinio) como trigésimo General el Padre Adolfo Nicolás, español, perteneciente a la Asistencia de Asia Oriental y Oceanía que, como Arrupe, había sido Provincial de Japón.
Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera (1975): "Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas".


Historia

Origen de la Compañía

Iglesia Central de la Compañía de Jesús en Roma.



En septiembre de 1529, Ignacio de Loyola, un vasco que combatió en la guerras contra el rey de la Navarra transpirenaica, defendiendo la causa de Carlos I, había optado por dedicarse a «servir a las almas». Decidido a estudiar para cumplir mejor su propósito, se incorpora al Colegio de Santa Bárbara —dependiente de la Universidad de París— y comparte cuarto con el saboyano Pedro Fabro y el navarro Francisco de Javier. Los tres se convirtieron en amigos. Ignacio realizó entre sus condiscípulos una discreta actividad espiritual, sobre todo dando Ejercicios espirituales, un método ascético desarrollado por él mismo.


Regimini militantis Ecclesiae.

En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues, que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en la colina de Montmartre, donde pronunciaron tres votos: pobreza, castidad y peregrinar a Jerusalén. Después de los votos de Montmartre se incorporaron al núcleo inicial tres jóvenes franceses, «reclutados» por Fabro: Claudio Jayo, Juan Coduri y Pascasio Broët. Los diez se encontraron en Venecia y misionaron el norte de Italia a la espera de embarcarse hacia Jerusalén. Al no poder viajar a Palestina debido a la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano, el grupo se dirigió a Roma. Allí, tras una larga deliberación espiritual, decidieron fundar la Compañía de Jesús, siendo ésta aprobada el 27 de septiembre de 1540, por el Papa Pablo III, quien les reconoció como una nueva orden religiosa y firmó la bula de confirmación, Regimini militantis ecclesiae.
A partir de la aprobación papal comenzó un proceso de expansión numérica, de organización interna y de responder a las misiones encomendadas: fundación de Colegiosa a petición de ciudades interesadas, reforma de monasterios, participación en el Concilio de Trento, diálogo con los protestantes, misiones diplomáticas, etc. Los primeros compañeros se dispersaron: Rodríguez fue a Portugal, Javier a Oriente, Fabro recorrió Europa predicando y dando los Ejercicios Espirituales... Entre 1540 y 1550 se unieron a la Orden notables personajes para su posterior desarrollo: Jerónimo Nadal, Francisco de Borja (Duque de Gandía y Virrey de Cataluña), Pedro Canisio, notable teólogo (Doctor de la Iglesia), y Juan de Polanco, secretario de Ignacio.
En 1556, cuando murió el fundador, eran 1.000 compañeros. El segundo General fue Diego Laínez.


Papel durante la Contrarreforma

Dos compañeros de Ignacio, Salmerón y Laínez, participaron como teólogos en el Concilio de Trento; les acompañó el primer jesuita germánico, Pedro Canisio, llamado el "segundo apóstol de Alemania" por su papel decisivo durante la Reforma Católica. En efecto, Canisio fue nombrado Provincial de Alemania y animó la fundación de colegios y universidades que difundieron la doctrina tridentina, reconquistando para el catolicismo regiones protestantes como Baviera en el sur de Alemania y los actuales estados de Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado y Sarre; Polonia, Hungría, Austria, y el sur de Holanda.
Diego Laínez, como General, participó del coloquio teológico de Poissy, convocado por la Reina de Francia para debatir con los protestantes. La Facultad de Teología de la Sorbona y el Parlamento de París se opusieron en este período al establecimiento legal de la Compañía en Francia. El sucesor de Laínez fue San Francisco de Borja, el Santo duque de Gandía, que colaboró con San Ignacio desde que Borja enviudó e incluso se ordenó sacerdote en secreto para poder ayudar a San Ignacio y la Compañía sin comprometerla. Fue electo III General por la CG II y gobernó desde 1565 hasta 1572, tiempo en que los colegios jesuitas prosperaron: pasaron de 50 en 1556 a 163 a 1574. Inicio la remodelación de la Iglesia Madre de la Compañía, el Gesú. Borja siguió muy de cerca la evolución de la Contrarreforma en Alemania. Muchas fundaciones jesuitas atendieron a reforzar la causa católica.
Borja y sus sucesores Everardo Mercuriano (1573-1580), Claudio Acquaviva (1580-1615) y Muzio Vitelleschi (1615-1645) dieron gran impulso a las misiones. En concreto, durante el gobierno del "Santo Duque" la Compañía ingresó al Perú y a México. A mediados del siglo XVII la Compañía ya había establecido un cordón de estaciones de misión que iban principalmente desde Portugal hasta Goa, pasando por el litoral africano, y en el Nuevo Mundo a lo largo del Imperio Colonial Español.
Matteo Ricci, jesuita italiano, consiguió ingresar a China en 1583. A inicios del siglo XVII lo tenemos instalado ya en Beijing, donde propiciará la difusión del cristianismo entre la casta intelectual del Celeste Imperio.
Por otra parte, luego de que el Imperio Otomano venciese los ejércitos húngaros en la batalla de Mohács en 1526, tras la muerte del rey Luis II de Hungría, pronto el reino se dividió en tres partes, una occidental bajo el control de Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos I de España, una central bajo el control del sultán turco y una oriental que se convirtió en un Estado semi-independiente conocido como el Principado de Transilvania gobernado por la nobleza húngara. Estos, pronto adoptaron el luteranismo y el calvinismo para no reconocer la autoridad de los Habsburgo, quienes habían heredado el trono húngaro. De esta manera, los príncipes transilvanos mantuvieron una confesión protestante sólida, floreciendo así ésta en el Este del reino. Inicialmente en 1579, uno de los primeros príncipes de Transilvania, el conde Esteban Báthory (posteriormente también rey de Polonia), resultó ser gran defensor del catolicismo, pues llevó a los jesuitas a la ciudad húngara de Kolozsvár, donde concedió toda clase de privilegios para ellos e hizo encerrar en prisión a Ferenc Dávid, reformador unitario. En 1581 fundó una residencia para estudiantes jesuitas en esta ciudad, cogiendo fuerza rápidamente este movimiento de la contrarreforma en Hungría.
Por otra parte, para contrarrestar el protestantismo, los Habsburgos, conocidos por su profundo compromiso con el Roma, pusieron en marcha una política re-catolizadora enérgica a finales del siglo XVI, cuya figura principal fue el jesuita Pedro Pázmány, arzobispo de Esztergom (1616 – 1637), quien había estudiado en Kolozsvár en el instituto fundado por el Príncipe Esteban Báthory. Las obras literarias de Pedro Pázmány, así como sus discursos y prédicas caracterizadas por elaboradas argumentaciones teológicas fungieron de herramienta para solidificar las bases católicas en el reino húngaro.
Pázmány consigió que muchas familias aristocráticas húngaras abandonasen el protestantismo, así como lo hicieron el conde Nicolás Forgách, Segismundo Forgách, Cristóbal Thurzó y Nicolás Eszterházy. Luego de su activa publicación entre 1603 y 1613, más familias húngaras volvieron el catolicismo, entre ellas los Pálffy, Draskovich, Erdődy, Haller, así como Jorge Zrínyi, Catalina de Brandeburgo, viuda de Gabriel Bethlen el príncipe de Transilvania protestante.
En 1629 Pázmány fundó una universidad en la ciudad húngara de Nagyszombat, la cual contaba con una facultad de teología y una de Humanidades.

Los jesuitas en América

Los jesuitas llegaron a Brasil ya en el generalato de San Ignacio. En el gobierno de San Francisco de Borja ingresaron a Florida, Perú y México. Y en el de Claudio Acquaviva a Canadá, Nueva Granada, la Presidencia de Quito y otras zonas. De acuerdo a sus nacionalidades, los misioneros jesuitas se distribuyeron en las distintas posesiones de las potencias europeas.
Canadá: fue evangelizado por jesuitas franceses. La inmensidad del territorio, el clima y la hostilidad de los hurones e iroqueses convirtieron a la canadiense en una de las misiones más difíciles de la Compañía. No faltaron los mártires: los Padres y Hermanos Jean Brebeuf (martirizado en 1649), Noël Chabanel (1649), Antoine Daniel (1648), Charles Garnier (1649), René Goupil (1642), Isaac Jogues (1646), Jean de Lalande (1646) y Gabriel Lalemant (1649). Esta misión incluyó territorios que hoy pertenecen al Estado de New York y consiguió convertir a miles de hurones, no así a los iroqueses, que siempre fueron feroces y hostiles hacia los europeos.
Mississippi: fue explorado y evangelizado por jesuitas franceses. Entre ellos destacó el Padre Jacques Marquette (1637-75) quien, con el explorador Louis Jolliet fue el primer europeo que recorrió y cartografió el río Mississippi desde el territorio norteño de Nueva Francia (1673). Fundó algunos poblados en Nueva Francia (actual Estado de Míchigan).

Iglesia de la Compañía de Jesús en Córdoba (Argentina).

Complejos agrícolas jesuíticos en Sudamérica.- Los jesuitas fueron innovadores en la explotación de sus haciendas y propiedades en la América Hispánica. Durante los siglos XVII y XVIII supieron gestionar verdaderos emporios agro-industriales con métodos de gerencia que se adelantaron a los utilizados en la actualidad. Entre ellos, uno de los más importantes fue la explotación de las minas de Paramillos de Uspallata - en Argentina - de plomo, plata y cinc. Además agregaron la participación patrimonial de lo recaudado en las haciendas para luego ser redistribuido entre indígenas, esclavos y empleados, llegamos a la conclusión que fueron los primeros en otorgar una suerte de “títulos de propiedad” a sus subordinados.
La finalidad de estas propiedades era sostener sus colegios, pues éstos -debido a una rigurosa concepción del voto de pobreza- eran gratuitos. Sin embargo, la riqueza de estos complejos y haciendas atrajó la ambición de las Coronas y particulares y, a la larga, fue un factor para la supresión de la Orden.

Expulsiones y supresión

Sello de lacre utilizado por San Ignacio.

Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de Jesús por su defensa incondicional del Papado, su actividad intelectual, su poder financiero y su influjo político. Ciertamente se habían ganado poderosos enemigos: los partidarios del absolutismo, los jansenistas y los filósofos franceses (Voltaire, Montesquieu, Diderot). No faltaron tampoco las intrigas de ciertos grupos en la misma Roma. El contexto político europeo se caracterizó en estos años por el advenimiento del llamado Despotismo Ilustrado y por un declive notorio del prestigio político del Papado y la voluntad política de los Borbones y de la Corona Portuguesa de robustecerse en detrimento de la Iglesia.
El mismo Napoleón, en sus memorias, escribiría:
Los Jesuitas son una organización Militar, no una orden religiosa. Su jefe es el general de un ejército, no el mero abad de un monasterio. Y el objetivo de esta organización es Poder, Poder en su más despótico ejercicio, Poder absoluto, universal, Poder para controlar al mundo bajo la voluntad de un sólo hombre [El Superior General de los Jesuitas] El Jesuitismo es el más absoluto de los despotismos y, a la vez, es el más grandioso y enorme de los abusos.

John Adams, segundo presidente de los EEUU diría más tarde:
No me agrada la reaparición de los jesuitas. Si ha habido una corporación humana que merezca la condenación en la tierra y en el infierno es esta sociedad de Loyola. Sin embargo, nuestro sistema de tolerancia religiosa nos obliga a ofrecerles asilo.
El Padre General desde 1758 era el florentino Lorenzo Ricci. El primer país en expulsar a la Compañía de Jesús fue Portugal. El ministro Carvalho, marqués de Pombal, fue su principal adversario; encerró en el calabozo a 180 jesuitas en Lisboa y expulsó al resto en 1759. Con esta dura medida pretendía robustecer la autoridad real y dar una clara señal al Papa de que no toleraría intromisiones pontificias en los asuntos del Estado. Más de mil jesuitas de Portugal y sus colonias fueron deportados con destino a los Estados Pontificios. Clemente XIII protestó por la medida.
En 1763, Luis XV de Francia los acusó de malversación de fondos debido a la quiebra del P. Antoine Lavalette en Martinica. El Parlamento de París, que ya desde la fundación de la Orden había impugnado la presencia legal de la Orden en Francia, condenó las Constituciones y el Rey decretó la disolución de la orden en sus dominios, y el embargo de sus bienes.
Más tarde, los jesuitas fueron expulsados de los territorios de la Corona española a través de la Pragmática Sanción de 1767 dictada por Carlos III el 2 de abril de 1767 y cuyo dictamen fue obra de Pedro Rodríguez de Campomanes (futuro conde de Campomanes), regalista y por entonces Fiscal del Consejo de Castilla.2 Al mismo tiempo, se decretaba la incautación del patrimonio que la Compañía tenía en estos reinos (haciendas, edificios, bibliotecas), aunque no se encontró el supuesto «tesoro» en efectivo que se esperaba. Los hijos de San Ignacio tuvieron que dejar el trabajo que realizaban en sus obras educativas (lo que supuso un duro golpe para la formación de la juventud en la América Hispana) y sus misiones entre indígenas, como las famosas Reducciones guaraníes y las menos célebres, pero no menos esforzadas misiones en el noroeste de México (Baja California, Sonora y Sierra Tarahumara) y a lo largo del Amazonas (Misiones del Marañón).
La supresión de los jesuitas fue llevada a cabo en 1773, cuando el nuevo Papa Clemente XIV enfrentó fuertes presiones de los reyes de Francia, España, Portugal y de las Dos Sicilias quienes, por razones políticas, le exigían la desaparición de la Compañía. El Papa cedió y mediante el breve Dominus ac Redemptor suprimió la Compañía de Jesús. Los sacerdotes jesuitas podían convertirse al clero secular; los escolares y hermanos coadjutores quedaron libres de sus votos. El P. General, Lorenzo Ricci, y su Consejo de Asistentes fueron apresados y encerrados en el Castillo Sant'Angelo (Roma) sin juicio alguno.
Sin embargo, en Rusia -concretamente en Bielorrusia- y Prusia el edicto de supresión no fue promulgado por los monarcas. Jesuitas de toda Europa aceptaron la oferta de refugio hecha por la zarina Catalina la Grande, quien esperaba continuar así, con el apoyo intelectual de la Compañía, la obra de modernización iniciada por Pedro el Grande.
En 1789 —el mismo año en que la Constitución de Estados Unidos entró en vigor y en el que se inició la Revolución francesa— fue fundada por el Obispo John Carroll -exjesuita- la universidad católica más antigua de Estados Unidos, la Universidad de Georgetown, en Washington D.C.; en el siglo XIX, esta universidad sería integrada a la Compañía restaurada.

Restauración

Cuarenta años después, en medio de los efectos causados por la Revolución francesa, las guerras napoleónicas y las guerras de independencia en la América Hispánica, Pío VII decidió restaurar a la Compañía. De hecho, los jesuitas habían sobrevivido en Rusia —unos cuantos centenares— protegidos por Catalina II. La restauración universal era vista como una respuesta al desafío que representaban quienes eran vistos en ese entonces como los enemigos de la Iglesia: la masonería y los liberales, principalmente.
De 1814 hasta el Concilio Vaticano II3 de 1962, la SJ es asociada con corrientes conservadoras y elitistas. La Orden es identificada con un incondicional apoyo hacia la autoridad del Papa. Poco tiempo después de la restauración, el Zar expulsa a los jesuitas de Rusia. Los Generales (Fortis, Roothaan y Beckx) vuelven a instalarse en Roma después de un paréntesis de 40 años. Durante el siglo XIX la SJ sufre las consecuencias de las revoluciones políticas de corte liberal y tiene que afrontar numerosos ataques. Acaba siendo nuevamente expulsada de Portugal, Italia, Francia, España, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Alemania, etc.

File:Antiguonoviciado.jpg
Antiguo noviciado jesuita, Lima (Perú).

El resurgimiento italiano, es decir, la unificación de la península bajo la égida de la Casa de Saboya, acarreó complicaciones al Papado y a la Compañía. El conde de Cavour, primer ministro del Rey Víctor Manuel, era francamente liberal y, por ende, anticlerical. En 1870 surge la «cuestión romana» cuando los ejércitos piamonteses ocupan Roma y el Papa se declara prisionero en el Vaticano. La situación política posterior en Italia, obligó al Padre General Luis Martín a abandonar Roma y a gobernar desde Fiésole.
A pesar de estas expulsiones y conflictos, el número de jesuitas va ascendiendo lentamente. Cuando los jesuitas alemanes fueron expulsados por Otto von Bismarck, cientos de ellos se trasladaron a Norteamérica y colaboraron en la evangelización del interior de los Estados Unidos.

Siglo XX

A inicios del siglo XX el P. General es el alemán Franz Xaver Wernz y los jesuitas alrededor de 15.000. Durante la Primera Guerra Mundial asume el generalato el polaco Wlodimir Ledóchowski que, considerado un excelente líder y administrador, desarrolla vigorosamente la Orden en sus tradicionales frentes: educación y misiones. No faltaron los jesuitas que se destacaron como capellanes y camilleros en las trincheras; entre ellos, Pierre Teilhard de Chardin y el beato Rupert Mayer.
Hacia el final de los años 30, los jesuitas de Estados Unidos sobrepasan a los españoles en número, formando el grupo regional más grande con más de 8.000 jesuitas.
Artículo principal: Expulsión de la Compañía de Jesús en España.
En España, por decreto de 23 de enero de 1932, la Segunda República Española disuelve la compañía de Jesús por obedecer a un poder extranjero (el Papa) e incauta todos sus bienes. Durante la Guerra Civil Española, se decreta, el 3 de mayo de 1938, la derogación del decreto de 23 de enero de 1932 sobre disolución de la Compañía de Jesús e incautación de sus bienes, y en su virtud, la Compañía de Jesús vuelve a adquirir plena personalidad jurídica y podrá libremente realizar todos los fines propios de su Instituto, quedando, en cuanto a lo patrimonial, en la situación en que se hallaba con anterioridad (B.O.E., 7 de mayo de 1938, p.7162s).

Después de la II Guerra Mundial

El general Ledóchowski muere durante la contienda y el vicario general Norbert de Boynes no puede convocar una Congregación General (XXIX) hasta septiembre de 1946. De esta congregación fue elegido el canonista belga Jean-Baptiste Janssens como vigésimo séptimo Prepósito General. Durante su gobierno se desarrolló en Francia una escuela de pensamiento liderada por teólogos jesuitas (Jean Daniélou, Henry de Lubac) y dominicos (Yves Congar), la llamada Nueva Teología, que a juicio de Pío XII y la Curia Romana, ponían en peligro la ortodoxia y unidad católicas. Ante las sospechas, el Papa publicó la encíclica Humani generis, 1950, condenando severamente las posturas de estos teólogos.
Los jesuitas más destacados antes y durante el Concilio Vaticano II fueron:
el arqueólogo francés y místico Pierre Teilhard de Chardin (autor de El fenómeno humano y El medio divino, trato de reconciliar la fe con la teoría de la Evolución), el canadiense Bernard Lonergan (filósofo, autor de notables trabajos en Epistemología) el teólogo John Courtney Murray, quien trabaja por el reconocimiento de la libertad religiosa, Hans Urs von Balthasar (años después abandonaría la Orden pasando al clero secular), y Karl Rahner (alemán, uno de los teólogos más prolíficos e influyentes del siglo XX).
Hacia fines de los años 50, Teilhard y Murray son cuestionados por Roma. El evolucionismo de Teilhard es visto como peligroso; en tanto, la posición favorable de Murray hacia el ecumenismo y la libertad religiosa hace que el Vaticano también lo censure. El P. General es obligado a callar a Teilhard, quien se retira en un exilio voluntario a Nueva York, donde muere en 1955.
Durante el gobierno del P. Janssens se desarrolla con fuerza un nuevo apostolado jesuítico: el trabajo social. Se ha querido ver como pioneros de esta nueva manifestación del carisma ignaciano a San José María Rubio (español) y San Alberto Hurtado (chileno). Este generalato terminó casi al mismo tiempo que el Concilio y que significó la apoteosis de la Compañía, la Orden llega a su máxima expansión numérica (36.000 jesuitas) y se abre un nuevo capítulo en la relación de la Compañía con Roma. La promulgación del decreto del concilio sobre libertad religiosa reivindica al Padre Murray. La figura del jesuita Karl Rahner cobra especial relevancia en el mundo teológico, gracias a sus trabajos sobre la gracia, teología pastoral, los sacramentos, espiritualidad, su concepto de los "cristianos anónimos", etc.
Durante el final del mandato del P. Janssens se evidencia una crisis interna, fenómeno compartido por gran parte de la Iglesia católica de los años 60. En 1965 (Congregación General 31), el viceprovincial de Japón, el vasco Pedro Arrupe, es electo General, dándose durante su generalato un giro en la línea de gobierno de la Compañía. Se pone gran énfasis en los temas de promoción de la justicia social e inculturación del Evangelio. Pero los cambios en el mundo y en la Iglesia son acelerados y comienza la disminución en el número de ingresos a los noviciados europeos. Miles de sacerdotes católicos abandonan el ministerio en el periodo posconciliar; la Compañía no escapó a esta tendencia, pues alrededor de 8.000 jesuitas dejan la Orden. Arrupe es acusado por sectores tradicionales de ser muy permisivo; otros lo ven como un profeta de la nueva evangelización. La Congregación General de 1975 (la N° 32) respalda al General y proclama la nueva forma de entender la misión de la SJ: Fe y Justicia.
A pesar del aprecio que Pablo VI siente por la Orden, le llegan frecuentes quejas de los obispos por desafíos de ciertos jesuitas al Magisterio. El mismo Papa recibió críticas de teólogos jesuitas por su encíclica Humanae Vitae. Durante la CG 32, Pablo VI prohíbe explícitamente a los congregados hacer cambios en lo referente al cuarto voto, "impasse" recogido por los medios de comunicación. La innovación al interior de la Orden puso en peligro la propia naturaleza de la Compañía tal como la fundó San Ignacio, expresada en una de sus características fundamentales: el voto de obediencia al Papa. En 1981, cuando Pedro Arrupe quedó paralizado por una embolia, Juan Pablo II actúo por encima del Instituto SJ y nombró un Delegado Pontificio y un Adjunto para el gobierno de la Orden, respectivamente los Padres Paolo Dezza y Giuseppe Pittau. Tal figura no está presente en la legislación jesuítica, por lo que fue una medida extraordinaria. La respuesta de la Compañía a esta medida fue ejemplar, salvo algunas voces críticas (carta de Karl Rahner y otros teólogos al Papa). Pero todos los observadores serios reconocieron que la transición se hizo en un ambiente de paz. En 1983, cuando por fin se reunió la Congregación General 33, el lingüista neerlandés Peter Hans Kolvenbach fue electo como 29º General.
Durante el largo generalato de Kolvenbach (1983-2008) se normalizaron las relaciones de la SJ con el Vaticano. El General modificó ciertas estructuras de gobierno, renovó el apostolado educativo y apoyó la creación de nuevos centros sociales y obras dedicados al trabajo con refugiados y migrantes. Estas orientaciones fueron ratificadas por una nueva Congregación General, la 34, reunida en 1995. El número de jesuitas continuó disminuyendo lentamente durante los años 80 y 90, hasta situarse en 20.000 a inicios del siglo XXI. El principal declive numérico se registra en Europa, en menor medida en Estados Unidos y América Latina. En cambio, la Compañía de Jesús crece en África (1.427 jesuitas en 2009) y, sobre todo, en la India (4.004, según el Servicio de Información SJ de abril 2009).


Situación actual

La Compañía de Jesús ha cambiado a lo largo de los siglos. Sus publicaciones dirigidas al exterior afirman que el cambio ha sido externo, en ciertas formas. Algunos detractores (el exjesuita Malachi Martin, el autor español Ricardo de la Cierva) hablan de un relajamiento en su espíritu, incluso de haber adoptado criterios modernistas. A inicios del siglo XXI la Compañía incluye en su seno diferentes identidades eclesiales, desde las conservadoras, hasta las más progresistas. Un ejemplo de estas últimas posiciones es la Teología de la liberación desarrollada por algunos jesuitas, entre otros sacerdotes y religiosos, en América Latina durante los años 1960 y 70.
El hecho de tomar partido ha sido a veces peligroso para los jesuitas. En 1983, el sacerdote James F. Carney (el "Padre Guadalupe"), fue asesinado en Honduras por las fuerzas militares debido a su ideología revolucionaria. En 1989, el jesuita Ignacio Ellacuría y otros cinco religiosos de la Compañía, fueron asesinados por la Fuerza Armada de El Salvador, luego de años de intensa actividad en defensa de los derechos humanos en ese país. Varios han muerto en guerras civiles en África, India y el sudeste de Asia, realizando acciones de ayuda social.
La Compañía de Jesús tiene fuertes debates internos, signo visto como fortaleza o debilidad dependiendo de los criterios. En esta línea, el 6 de mayo de 2005 se hizo público el retiro de Thomas Reese, S.J., como editor de América, la prestigiosa revista jesuita de Estados Unidos. La Congregación para la Doctrina de la Fe pidió a la Compañía su remoción argumentando que su línea editorial ponía en duda el magisterio de la Iglesia. Y, en marzo de 2007 la Congregación para la Doctrina de la Fe condenó la obra del teólogo salvadoreño, de origen español, Jon Sobrino, uno de los padres de la Teología de la Liberación, porque «sus proposiciones no están en conformidad con la doctrina de la Iglesia», «La medida no puede ser interpretada como una sanción o condena» del teólogo, explicó el portavoz del Vaticano, el sacerdote Federico Lombardi, jesuita como Sobrino.
En un contexto de cambios rápidos y profundos en la sociedad (y por tanto en la Iglesia), y transcurridos 12 años desde la CG 34 (1995), los jesuitas consideraron necesario reunir su máximo cuerpo legislativo para responder con «fidelidad creativa» a los nuevos retos. Después de casi 25 años en el gobierno, el P. Kolvenbach anunció en 2005 su deseo de dimitir. El P. General convocó la Congregación General 35, que comenzó el 7 de enero de 2008.
El P. Kolvenbach, después de obtener el consentimiento de (Benedicto XVI) y escuchar a sus consejeros, decidió presentar su renuncia, aduciendo avanzada edad (casi 80 años) y la larga duración de su gobierno (casi 25 años).4 En enero de 2008, durante la CG 35, fue elegido como sucesor de Kolvenbach el español P. Adolfo Nicolás (71 años), en la segunda votación.
Algunas personas consideran que los precedentes de la actual situación de la Compañía datan desde mediados de los años 1950 cuando comenzaron a disminuir las vocaciones en Europa. La edad promedio de los jesuitas es 57 años. En el último cuarto de siglo la disminución del número de miembros ha motivado la unificación de algunas Provincias y el cierre de obras o el traspaso de la dirección de algunas a seglares. En 2009 entraron en la Orden 453 novicios (el 40% de ellos en Asia). El 1 de enero de 2009 los jesuitas eran 18.516. De ellos, los sacerdotes son 13.112, los escolares (jesuitas preparándose para el sacerdocio), 3.705 y los hermanos (jesuitas no sacerdotes), 1.699.


Obras encomendadas en la actualidad

Iglesia jesuita en Cusco, Perú.

Obras de la SJ o encomendadas a ella son: Radio Vaticana, Observatorio Astronómico Vaticano, el Movimiento de Educación Popular «Fe y Alegría» (obra intercongregacional fundada en Venezuela, que dirige la SJ y cuenta 2600 centros en Hispanoamérica), Hogar de Cristo (obra social presente en Chile, Perú y Ecuador), Servicio Jesuita a Refugiados, fundado por su General hasta 1983, P. Arrupe, centenares de misiones, parroquias y centros sociales. Otro frente del trabajo ignaciano son los centros de espiritualidad y casas de Ejercicios Espirituales. Del apostolado educativo de la Orden, prioritaria ya desde el gobierno de San Ignacio, se habla más abajo.
Además son asesores de una institución laica de derecho pontificio: las Comunidades de Vida Cristiana — CVX, con los que comparten la misma espiritualidad.

Denominación y símbolos

El nombre de «jesuitas» se empezó a utilizar en Alemania, como le hizo notar S. Pedro Canisio a Pedro Fabro en una carta de 1545: "seguimos llevando adelante las obras de nuestro instituto, no obstante la envidia y las injurias de algunos que incluso nos llaman "jesuitas". La denominación se extendió al resto de Europa. Ignacio de Loyola había leído durante su convalecencia en 1521 libros piadosos, entre ellos la Vida de Cristo del cartujo Ludolfo de Sajonia (fallecido en 1378), que había sido traducido del latín al castellano por Fray Ambrosio Montesino (Alcalá, 1502). Un capítulo de dicha obra dice:
¡Jesús, Jesús, cuánto dice un nombre! Este nombre de Cristo es nombre de gracia; mas este nombre de Jesús es nombre de gloria. Por la gracia del bautismo se toma el nombre de cristiano y de la misma manera en, la gloria celestial serán llamados los santos, jesuitas, que quiere decir salvados por la virtud del Salvador.
Sin embargo, el término «jesuita», que en su variante peyorativa data de 1544-1552 nunca fue usado por Loyola. Las Constituciones SJ (1554) hablan de «los de la Compañía», y la Santa Sede, hasta los años 70, siempre habló de «los religiosos de la Compañía de Jesús». En síntesis, el apelativo «jesuita» les fue aplicado inicialmente a los miembros de la Compañía de modo despectivo, pero con el paso del tiempo adquirió un tono neutral o positivo.
Según un artículo publicado por el diario español "ABC":
"La palabra "jesuita" no fue inventada, ni mucho menos utilizada, por San Ignacio de Loyola. Tampoco por la Compañía, que no utilizó dicho término en ninguna de sus Constituciones o documentos oficiales desde la aprobación de la orden en 1540 hasta 1975. Según indica el padre Araoz, durante los primeros años de la Compañía a los "seguidores de San Ignacio" se les denominaba de muy distintos modos: "iñiguistas", "papistas", "sacerdotes reformados", "teatinos" o "apóstoles". De hecho, el término "jesuitas" surgió como un modo despectivo de nombrar a los miembros de la congregación recién aprobada por Paulo III, sobre todo en Austria y Alemania, países donde había triunfado la Reforma (...). La evolución semántica de este término fue derivando hacia tres posibles significados: la atribución a los religiosos de esta orden de fechorías de todo género; como sinónimo de "astuto" e "hipócrita"; o simplemente como un modo coloquial de designarles." (Diario "ABC", de 5 de Enero de 2008)
Este último sentido acabó por imponerse en el mundo católico. En la Congregación General (1975) se utilizó por primera vez el término "jesuita" en un documento oficial.
El lema de los jesuitas es «Ad maiorem Dei gloriam», también conocido por su abreviatura AMDG. En latín significa «A la mayor gloria de Dios».
Las siglas IHS, tradicional monograma de la palabra Jesús fue adoptado en su sello por San Ignacio, con lo que devino en símbolo de la Compañía.

Carisma

Una de las ideas claves para explicar el ideario ignaciano es su espiritualidad, entendida como una forma concreta de plasmar su seguimiento de Cristo y que fue desarrollada por San Ignacio en el libro de los Ejercicios espirituales y se plasma también a lo largo de las Constituciones de la Compañía, de las cartas del Fundador y otros documentos de los primeros jesuitas (Jerónimo Nadal, Luis González de Cámara, Pedro Fabro, Francisco Xavier...). Se caracteriza, por el deseo expresado por San Ignacio de «buscar y encontrar a Dios en todas las cosas». Esto significa que es una espiritualidad vinculada a la vida, que invita a los que la siguen a levantar la mirada hacia la globalidad, pero aterrizando en lo concreto y lo cercano.
Implica un gran dinamismo, ya que obliga a estar siempre atentos a los nuevos retos y tratar de responder a ellos. Esto ha conducido a los jesuitas a realizar su trabajo, en muchas ocasiones, en las llamadas «fronteras», sean geográficas o culturales. Esta espiritualidad ha impregnado no sólo el estilo de los jesuitas, si no también de otras Congregaciones Religiosas y numerosos grupos de laicos.
El fomento y difusión de esta espiritualidad tiene su eje central en lo que llamamos los Ejercicios Espirituales, que son un proceso de experiencia de Dios para buscar, descubrir y seguir su voluntad.
Algunos conceptos centrales de su espiritualidad son:
La Encarnación: Dios no es un ser lejano o pasivo, sino que está actuando en el corazón de la realidad, en el mundo, aquí y ahora; eso es lo que representa la Encarnación de Dios en un ser humano, Jesús de Nazaret. La espiritualidad de Ignacio es activa; es un discernimiento continuo, un conocimiento del Espíritu de Dios actuando en el mundo, en forma de amor y de servicio.
El «tanto cuanto»: El hombre puede utilizar todas las cosas que hay en el mundo tanto cuanto le ayuden para su fin, y de la misma manera apartarse de ellas en cuanto se lo impidan.
La «indiferencia»: La necesidad de ser indiferentes a las cosas del mundo, en el sentido de no condicionar a circunstancias materiales la misión que el hombre tiene en su vida. Es una manera de enfocar los esfuerzos en aquello que es considerado importante y trascendental, distinguiéndolo de aquello que no lo es.
El «magis»: Solamente desear y elegir lo que más nos conduce al fin para el que hemos sido creados. Este 'más' (magis en latín) se trata de realizar la misión de la mejor manera posible, exigiendo siempre más, de manera apasionada.

La labor educativa

La Educación es asumida por la Compañía de Jesús como una participación en la misión evangelizadora de la Iglesia. Por eso sus Centros ofrecen a la sociedad, según su propio criterio, una clara inspiración cristiana y un modelo de educación liberadora y humana. Los jesuitas tienen instituciones en todos los niveles educativos: universidades, colegios, centros de formación profesional o redes educativas.
En 69 países la Compañía tiene 231 instituciones de Educación Superior (universidades), 462 de Secundaria, 187 de Primaria y 70 de Profesional o Técnica.
En ellas trabajan 130.571 seglares y 3.732 jesuitas como educadores o administradores.
Además, existen las Redes Educativas (principalmente de Fe y Alegría en Latinoamérica) con 2.947 centros.
El número total de alumnos se calcula en unos 2.928.806.
Los jesuitas han fundado centros educativos en todos los continentes; en el año 1640 contaban ya con 500 centros educativos de estudios superiores repartidos por Europa y América. La cifra fue aumentando a lo largo del siglo siguiente, hasta alcanzar la más importante red educativa de la época: más de 800 colegios y universidades al momento de su supresión.
Son muy reconocidos aún los métodos que emplean los jesuitas en materia de educación, que básicamente se fundamentan desde 1599 en la Ratio Studiorum y en la IV Parte de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Desde 1986 han actualizado sus métodos y paradigmas educativos por medio del documento "Características de la Educación SJ", al que siguió en 1993 "Pedagogía Ignacia: un planteamiento práctico".
Algunos antiguos alumnos de centros jesuitas que se pueden destacar son: Descartes, Voltaire, Cervantes, Quevedo, San Francisco de Sales, José Ortega y Gasset, Antoine de Saint-Exupéry, Charles de Gaulle, Vicente Huidobro, Alfred Hitchcock, Fidel Castro, el Subcomandante Marcos y James Joyce. Sin lugar a dudas se trata de una lista muy heterogénea... De entre los literatos españoles añadir, además de los mencionados, entre otros a Calderón de la Barca, Gabriel Miró y Miguel Hernández.

Estructura interna

La Compañía de Jesús está regida por el Padre General, que goza de grandes atribuciones de acuerdo a su Instituto (él nombra a los Provinciales y a los Superiores de algunas casas y obras muy importantes); su cargo es vitalicio. Sin embargo, puede renunciar a su cargo, si una causa grave lo inhabilita definitivamente para sus tareas de gobierno. En otros casos, como enfermedad o edad avanzada, el General puede nombrar un Vicario Coadjutor. Pero, por encima de él, la Congregación General, es el órgano supremo de gobierno de la Compañía.

Al Prepósito General lo ayudan directamente en su tarea, cuatro asistentes Generales (Asistentes ad Providentiam, elegidos por la CG), que tienen por objetivo: atender a la salud y gobierno del General y vigilar su capacidad de gobierno. Además, en la estructura de gobierno de la Compañía, existen los Asistentes regionales, los Provinciales, los Superiores de Regiones y los Superiores locales. Existen órganos de gobierno que se reúnen periódicamente, como las Congregaciones Provinciales y la Congregación de Procuradores.
El conjunto de las normas y principios que guían la vida de los jesuitas está recogido en las Constituciones, redactadas por Ignacio de Loyola. Para facilitar el gobierno, la Orden está dividida en sectores geográficos o lingüísticos llamados asistencias (actualmente son nueve) y, dentro de cada una de ellas, en Provincias que suman un total de 64.







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