miércoles, 5 de febrero de 2014

687.- El caso Gürtel ( III )



El caso Gürtel ( III )

Correa, el atildado patibulario que se codeaba con los grandes

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO 4 FEB 2014 - ElPaís

Francisco Correa debe andar a punto de cumplir los 60 años. Personaje poliédrico, nunca se sabe cómo enfrentar sus muchas caras. Porque existe la tentación de entrar a saco en esa personalidad patibularia que nos han mostrado las cintas grabadas por aquel que fue su amigo, José Luis Peñas, escaparate deleznable de un tipo deleznable. Busquen rasgos despreciables en un ser humano —machista, golfo, prepotente, tiránico, putero— y tengan por seguro que los encontrarán en las cintas. Bien, sí, está justificado incidir en esa faceta porque es muy propia y muy definitoria del personaje. Pero también conviene insistir en que nuestro protagonista logró codearse de tú a tú y pasar horas y horas, amén de hacer sustanciosos negocios, con personajes tan encopetados como los que todos sabemos. Ese tipo fanfarrón, de porte atildado, cuerpo modelado en muchas horas de gimnasio —y pocas de trabajo—, grosero y zafio, en nada molestó a José María Aznar, a Luis Bárcenas, a Francisco Álvarez Cascos, a Javier Arenas, a Francisco Camps, a Ricardo Costa o a Alejandro Agag, ellos que son tan finos y comedidos. Y señores tan respetables como Pablo Crespo —secretario de organización en Galicia del Partido Popular—, o José Ramón Blanco Balín, inspector de Hacienda, exvicepresidente de Repsol, ahí es nada, trabajaron felizmente en sus empresas y movían con donosura los dineros compartidos. Así que impresentable, pero qué bien nos llevábamos con él.

De origen modesto, Correa enseguida aprendió la primera norma de su peculiar código: pégate a los que mandan

“Las personas felices no tienen historia”, dejó escrito Simone de Beauvoir. El que en el esplendor de sus días de leche y miel gustaba de oír cómo le llamaban Don Vito, nació en Casablanca hacia mediados de los cincuenta. Inicios muy modestos, y a su llegada a Madrid su padre consigue un trabajo en la lavandería del hotel que estaba —está— frente a la Estación del Norte o de Príncipe Pío. Y el avispado Paquillo, con 13 años, se empleó allí de botones, agraciado entre otras cosas por un francés mamado en la infancia. Luis Gómez, ver El País del 18 de octubre de 2009, dio cumplida cuenta de aquellos años. Y de los últimos pasados por sus padres, José Francisco, fallecido en 2011 y Concepción, 95 años, que es quien finalmente pagó su fianza. Misterios de los dineros de Correa. Su madre vive en una casa de diseño muy cercana a la estación de los inicios. Tiene Correa, también, un hermano aquejado de una parálisis cerebral. Pronto se casó con su primera mujer, María Antonia. Tampoco tuvo suerte en este otro ambiente familiar. La pareja tuvo un hijo que nació con una fibrosis quística, y del pronosticado año de vida por los médicos se llegó a los 13 reales. ¿Pena por Correa? Poca: su mujer dejó escrito esto en una carta a un periódico: “Durante esos años, su padre no se ocupó un solo segundo de su hijo… No voy a consentir que este hombre vuelva a dar pena ni fuera ni dentro de la cárcel como al parecer ha hecho estos años… En cuanto su hijo murió, no dudó en aceptar el importe de la mitad de la casa donde vivíamos su hijo y yo, y que todavía estoy pagando, no le remordió para nada coger ese dinero después de no haberse ocupado de su hijo enfermo durante 13 años”.

Pero demos un salto y situémonos ya en los años 90, cuando Correa, que había trabajado en algunas agencias de viajes, se había independizado y creado su propia empresa, FCS, por las iniciales de su nombre y apellidos. Empezó a trabajar para el PP como un simple proveedor de billetes de tren, fuera o no gracias al empujón de Elvira Aznar, tal y como está registrado en su declaración ante el juez Antonio Pedreira (véase vídeo). Algo debieron ver en él los próceres del partido porque rápidamente se hace con el santo y la limosna. En sus declaraciones judiciales con Garzón y Pedreira tiene desperdigadas sus ayudas. Alguna vez habla de Álvarez Cascos: “Paco Cascos, con el que yo tenía cierta relación, me la dio. Era muy importante, se hacían Fitur y un montón de eventos”. Algún contrato de AENA ya les cayó, como recoge el sumario. Y del entonces gerente, luego afamado tesorero: “Bárcenas me dijo: ‘¿Vosotros seréis capaces de organizar un mitin político?”. Correa contestó afirmativamente, claro, y al poco ya eran los únicos encargados de los viajes y los escenarios para los actos del PP, innumerables durante aquellos años 90. En ese equipo de apoyo a Correa no nos podemos olvidar de Jesús Sepúlveda, aznarista puro y entonces esposo de Ana Mato, la actual ministra de Sanidad, que se ocupaba de organizar todos los actos electorales: el complemento perfecto para aglutinar los intereses de todos ellos. Pero seríamos injustos si no mencionáramos en esta breve relación al secretario general que sucedió a Cascos, Javier Arenas, o al propio Rajoy, que fue vicesecretario de Organización y jefe de las campañas de Aznar en 1996 y 2000. O sea, todos ellos, con Correa, en un pañuelo.

Sus modos en la época los relata uno de los empresarios que hacía de verdad los actos, porque Correa se limitaba a ser un mero intermediario, sin tener que desempolvar ni un alicate. “Pagaba siempre en negro. Cuando llegaba a nuestras oficinas parecía el anuncio de Michelín hasta que se iba sacando los sobres con fajos de billetes —entonces eran pesetas— que llevaba metidos entre la ropa”. Y le gustaba alardear: “La nueva mujer de Cascos y la mía se entienden de maravilla, y eso me viene muy bien, porque…”.

Su vida familiar ya había pegado un cambiazo. En 1996 se casa con Carmen Rodríguez Quijano, de la que se separaría una década después. La boda se celebra en Marbella. Les casa Marisol Yagüe, la alcaldesa tránsfuga que, vaya por dios, fue condenada posteriormente a seis años de cárcel por su participación en el llamado caso Malaya. Y aquí, un inciso, porque tiene su explicación que los novios eligieran la localidad malagueña. Y es que el padre de la novia, Emilio Rodríguez Bugallo, amigo y quizá algo más de Juan Antonio Roca y Jesús Gil, constructor y promotor de numerosas viviendas de lujo en la misma ciudad, con su empresa Construcciones Salamanca, S.L, también fue uno de los principales imputados en la operación Malaya. Su hijo y por tanto hermano de Carmen también se llama Emilio, y por la zona se le conoce como Don Emilione. Hay que ver qué gusto tienen en esta familia por los nombres italianos…

Correa hizo entonces una gran jugada. Primero, soltó los 500.000 euros de la fianza que pidió el juez para que se liberara provisionalmente a su suegro, a quien parece, además, que nunca le había gustado el yerno. Era igual: la pasta es la pasta. Luego, ya en 2003, y a través de Luis de Miguel, uno de los primeros removedores del dinero de Correa, se va haciendo con cinco fincas del suegro en Marbella como pago de esa fianza. La nueva propietaria, Inversiones Kintamani. Posteriormente intervendrán para la misma función Blanco Balín y Pablo Crespo. Rodríguez Bugallo murió en 2008. La casa de Madrid de Correa, en la exclusiva urbanización de La Finca, en Pozuelo, todavía estaba a su nombre cuando fue detenido.

Porque esa es otra de las características de Correa: no tiene nada a su nombre, y ni siquiera hacía declaraciones de la renta. Contaba todo a todo el mundo… menos a Hacienda. Así que tenía ocultas, entre otras cosas, que no sabemos, algunas bagatelas como las siguientes: cuentas corrientes en Suiza que alcanzan los 21 millones de euros. ¿Descarta esto que haya más cuentas tal que en las Islas Vírgenes, algún otro paraíso fiscal o en cualquier país latinoamericano? Pues en absoluto. Pero sigamos. Tuvo unas 50 casas —siempre con propietario interpuesto— en Andalucía, las ya citadas de Marbella y en Sotogrande, Baleares, Madrid o Barcelona, entre otros lugares; dos barcos, 22 automóviles de alta gama, garajes y atraques para barcos. Unos 20 millones de euros tirando por lo bajo. Anoten, además, otras residencias en el extranjero: Estados Unidos, Colombia o Panamá.

La mañana del 6 de febrero de 2009 detuvo la policía a Correa en su chalé

Ya entonces había comenzado su ampliación del negocio hacia donde de verdad se hallaba la pasta: el sector inmobiliario. Sus jóvenes amigos del PP, a los que había conocido a través de Alejandro Agag, ya eran alcaldes en importantes ayuntamientos madrileños, feudos históricos del PP y que iban a crecer de forma desmesurada en la entrada al siglo XXI. Majadahonda, Pozuelo, Boadilla o Arganda. En 2004 se frena su relación con Génova. Hay quien cree que Bárcenas prescinde de él porque ya el tesorero ha volado a más altas cumbres, y hay quien asegura que fue Rajoy quien ordena el corte tras un extraño episodio de un posible chantaje (Véase Los otros métodos de Correa). Desde entonces, los actos los prepara la empresa Free Handicap, de Elena Sánchez Álvarez, esposa del exministro Juan Costa y cuñada, por tanto, del Ricardo Costa valenciano, tan amante de los relojes y los coches caros. Este mundo, ya se sabe, es como una escalera de gallinero. Así que el conseguidor traslada sus cuarteles a la Comunidad de Madrid, donde encuentra la inestimable colaboración del consejero José Luis López Viejo, que le contrata para ocuparse de todos los actos de la presidenta. Una amistad fructífera, de varios ceros. También se llega a Valencia, donde su empleado Álvaro Pérez, más conocido por El Bigotes, logra hacerse con el absoluto dominio de los contratos de la Generalitat. Iremos viendo cómo el crecimiento del patrimonio de Correa va necesitando apoyos superiores. Tiene que contratar a Crespo, pero tendrá que recurrir a expertos en movimientos de dineros más allá de los Pirineos: serán De Miguel y Blanco Balín. Etiqueta negra, división de honor.

El 6 de febrero de 2009 hacía un día nublado en Sotogrande, la lujosa urbanización gaditana. Decenas de agentes desplegados para su detención acabaron con el sueño de aquel botones de hotel. Trasladado a Madrid, Garzón decretó su ingreso en Soto del Real. Solo el mucho ejercicio y el seguimiento de sus cuentas, en España y fuera de España, le sacaban de periódicas depresiones.

Atrás quedó el gran Correa —ya tan conocido y del que tanto se ha escrito— que tenía permanentemente pagadas dos suites contiguas en el hotel Fénix, su oficina habitual, el que hablaba de las mujeres y sus presuntos ligues en el club Pigmalion como se oye en el CD, el de las propinas de 100 euros o el Correa que se sentaba a comer con alguna señora o caballero importante para hablar de negocios y le dejaba un paquetito en el borde la mesa.

“Ábrelo luego, decía”.





Del ‘hombre de negro’ a las islas Vírgenes

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO Madrid  FEB 2014 - ElPaís

El PP pagó a las empresas de Correa más de 15 millones de euros por organizar actos públicos

La organización de Correa era omnívora y no despreciaba ni el menor de los alimentos. La trama se nutría de todo lo que hiciera falta, siempre con el Partido Popular como cliente prácticamente único. Bastarán algunas cifras de la Agencia Tributaria. Durante el segundo mandato de Aznar, de 2000 a 2004, recordemos que con mayoría absoluta, el PP de Génova pagó a las empresas de Correa más de 15 millones de euros por la organización de sus actos públicos, incluidos los mítines de campañas electorales. Si se suman, solo durante esos años, las adjudicaciones directas de Ayuntamientos y demás, se alcanza la cifra de 26 millones. Y es solo una parte, porque faltan todos los años anteriores más los contratos de AENA y otros apéndices.

Quizá la cifra más aproximada sean los 50 millones que se calculan en la instrucción. Pero esa cantidad es solo si hablamos de dinero legal, porque los informes policiales creen que esta facturación era ficticia y que hay actos en los que se abona la mitad en dinero negro. Seguramente esa cuenta B “continua en el tiempo” de la que habla el juez Pablo Ruz en uno de sus autos sobre Bárcenas. Ninguna sorpresa.

Desde el arranque de sus actividades, Correa practicaba siempre —siempre— el pago en negro, como han reconocido a EL PAÍS algunos proveedores, con su correspondiente opacidad fiscal. Pero además creó decenas de empresas con titulares ficticios y sin actividad alguna para enmascarar pagos y cobros y así ejercitar el deporte de la facturación entre ellas mismas para seguir burlando a Hacienda. Correa no tenía nada a su nombre: ni empresas, ni casas. Durante diez años no hizo declaración de IRPF.

Cuando la actividad se trasladó a los Ayuntamientos y a las Comunidades de Madrid y Valencia, preferentemente, los métodos se ampliaron, y lo mismo se amañaban concursos que se hacían proyectos desmesurados que no pasaban por los controles adecuados o que se troceaban para saltarse la ley. Y, por supuesto, se presentaban facturas falsas a empresarios de la zona por trabajos ficticios que en realidad estaban pagando —bajo cuerda— al PP.

Para ello, como ya se señala en el auto de Baltasar Garzón, “los imputados, en unión de otros, establecieron un conglomerado de empresas para nutrirse de fondos de entidades públicas, en particular de algunos Ayuntamientos y comunidades cutónomas para obtener un beneficio propio utilizando para ello, como norma común y frecuente, las dádivas y sobornos a funcionarios y autoridades públicas (…) a la vez que entregaron regalos, presentes, cantidades de dinero, para mover voluntades de quienes tenían responsabilidades en las áreas que coincidían con los intereses económicos del grupo organizado, y así obtener contratos, eventos y actividades”. Ahí estaban Correa, Pablo Crespo y El Bigotes. Método sencillo.

Correa no tenía nada a su nombre: ni empresas ni casas. Durante diez años no hizo declaración de IRPF

¿Y el PP, qué pasaba con este pagador tan generoso, a cuya acogedora sombra, y casi como proveedor único, Correa se hacía de oro y manejaba el dinero negro con esa facilidad tan pasmosa? Pues que en la dirección del partido, sea cual sea el último responsable de la firma de los dineros, Luis Bárcenas, Álvaro Lapuerta o algún secretario general, además de dirigentes regionales y municipales, estaban encantados. Hasta cinco veces cita la UDEF, en su informe definitivo del 30 de diciembre de 2013, que todos estos tejemanejes de facturas falsas de un lado para otro tenían un único fin: “Se trata realmente de una actividad que solapa los verdaderos servicios que se prestaban, siendo estos la financiación de actos electorales del PP”. La frase está en la página 13 del informe y se refiere al PP de Madrid y los trapicheos pertinentes con la Fundación Fundescam. Un simple ejemplo, porque también al PP de Valencia le adjudica el mismo método.

Pero ya con montones de dinero en las manos, hay que hacer algo más. Y ahí entra la trama exterior: Luis de Miguel, Ramón Blanco Balín, Arturo Fasana y otros. Suiza es el lugar preferido para las cuentas de los integrantes de la trama. Correa y Crespo tenían allí 21 millones. También varios de los implicados. Y obviamos a Luis Bárcenas y sus adláteres. Pero es que además una nube de empresas en paraísos fiscales tenía otras funciones. De nuevo los papeles del sumario y la Agencia Tributaria.

Así lo resumía EL PAÍS el 27 de octubre de 2011: “Para ocultar la titularidad de patrimonios y sus rentas, estos se inscriben bajo la titularidad formal de una sociedad española que recibe fondos (a través de su constitución y ampliaciones de capital o préstamos) de un socio único extranjero. Este socio es realmente una sociedad que, a su vez, es propiedad de una tercera mercantil residente en un paraíso fiscal o territorio no cooperante”. El titular suele ser “un hombre de paja, alguien vinculado al despacho de los asesores fiscales”. Y “si es preciso, la cadena de sociedades puede alargarse hasta el infinito”, a la vez que “su residencia situarse en países convenientes a los fines que se persiguen”. De ahí las comisiones rogatorias a 19 destinos. Esta es la lista: Colombia, Francia, EE UU, Holanda, Antillas Holandesas, isla de Man, islas Caimán, islas Saint Christopher and Nevis, islas Vírgenes, Luxemburgo, Marruecos, Mónaco, Panamá, Portugal, Reino Unido, Suiza, Singapur, Gibraltar e isla de Jersey. Este sistema, conste, no es más que una de las numerosas modalidades empleadas por los cerebros del asunto.

¿Qué mejor asesor para engañar a Hacienda que José Ramón Blanco Balín, aquel inspector fiscal amigo de Aznar?







Nunca lleves zapatos marrones a una boda de Estado en El Escorial

1.100 invitados llenaron la basílica de El Escorial en la boda de la hija de José María Aznar

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO Madrid 2 FEB 2014 - ElPaís

Los Reyes de España, tres jefes de Gobierno —Tony Blair, Silvio Berlusconi, José Manuel Durão Barroso— y un jefe de Estado, el presidente de El Salvador, Francisco Flores; decenas de ministros y exministros, representantes de todos los poderes del Estado, presidentes autonómicos, banqueros, empresarios, ilustres de todo tipo. No faltaba ni Julio Iglesias. Así, hasta 1.100 invitados llenaron la basílica de El Escorial el 5 de septiembre de 2002, cuando la Iglesia española, en manos del arzobispo Antonio María Rouco Varela, protagonizó una genuflexión histórica y abrió aquellas colosales puertas para que don José María Aznar, a la sazón jefe de Gobierno de España, pudiera casar a su hija Ana con el joven Alejandro Agag como el jefe de Estado que no era.

Y allí, en aquella culminación de una carrera desde la proclamada austeridad hasta la ostentación, el boato, la jactancia y la soberbia, se encontraban semiescondidos algunos personajes de menor relumbrón, pero que con el tiempo lograrían más primeras páginas que muchos de los más encopetados asistentes. Francisco Correa, mirada altiva, barba retocada, gomina en el pelo y caracolillos montados sobre el cuello de la camisa, llevaba al brazo a su entonces esposa, Carmen Rodríguez, ataviada con un vestido de Lorenzo Caprile. Era “largo con corpiño en shantung y tul entolado con falda de tres capas de gasa plisadas y chal de gasa”. Merecidos, se supone, los 3.485 euros que le fueron abonados al modisto, según factura que consta en los papeles judiciales.

Había más personajes interesantes. Un señor, por ejemplo, de andar jacarandoso, cual novillero en el paseíllo, que lucía unos bigotes desmesurados y esgrimía un puro de reglamento. Calzaba, además, zapatos marrones. ¿Cómo se pueden llevar unos zapatos marrones cuando te invitan a una boda de Estado en el mismísimo monasterio de El Escorial? Algo fallaba y seguramente aquel personaje, por muy amigo que fuera de otros invitados, pues se le veía alegre y confiado entre ellos, provenía de alguna galaxia distinta. Pero ambos, Correa y El Bigotes, son amigos del novio y conocidos de todos los ministros y demás cargos del PP que por allí paseaban. ¡Cómo no iban a serlo si desde 1993, nueve años ya, circulaban por Génova hola presidente, hola Luis, hola Paco, hola Javier! Tan amigo era Correa del novio que hasta firmó como testigo, junto, por ejemplo, a Silvio Berlusconi. ¡Qué gran hombre, se diría el engominado organizador de mítines, este sí que es un crack de verdad!

Porque al final, esta historia de Gürtel es, entre otras cosas, una historia de amigos. Todos ellos muy amigos. Ya lo reconoció paladinamente el propio Alejandro Agag cuando intentó responder a las informaciones de este periódico sobre aquellos regalos de más de 32.000 euros que el rumboso Correa tuvo a bien regalar a la pareja en la estrepitosa ceremonia: luz y sonido monumentales en la fiesta monumental, en Arcos del Real, que siguió a la boda monumental que con tanto primor había organizado Alfonso Bosch, concejal del Ayuntamiento de El Escorial y otro de los amigos, en contacto con el secretario personal de Aznar, Antonio Cámara, que luego encontraría acomodo en las empresas de Correa. La fiesta se calcula que costó unos 120.000 euros. Así que Correa pagó la cuarta parte, porque además de esa iluminación se hizo cargo —esté o no en la factura— de otras muchas cosas. Y ya hablaremos en otro lugar de la despedida de soltero. Más amigos.

Volvamos ahora al comunicado del joven novio: “D. Francisco Correa fue invitado por el Sr. Agag a su boda, hace 10 años y medio, y debido a su relación de amistad en esa época, fue uno de los testigos del Sr. Agag en el enlace”. Pues eso, lo que decimos, que estamos, y así vamos a verlo, en una entrañable historia de amigos. Por eso se podían decir entre ellos, con propiedad en el lenguaje, tú eres uno de los nuestros. Como un Día de Reyes también le llamó el señor de los zapatos marrones al presidente valenciano Francisco Camps “amiguito del alma”. Lo dicho, uña y carne.

Su calzado delataba que El Bigotes, por muy amigo que fuera de todos, provenía de alguna galaxia distinta

Y es que la trayectoria de Correa va indisolublemente unida al arranque y esplendor del aznarismo. Cuanto más crecía Aznar, cuanto más poder tenía Aznar, más crecía Correa y más poder tenía Correa. Y es así desde los neblinosos inicios, allá en los primeros años noventa. Tiene declarado Francisco Correa el 30 de abril de 2009 ante el juez Antonio Pedreira, lo siguiente: “Les envié una oferta a través de que conocí yo a una, creo que lo dije con la anterior declaración, creo que está por ahí, creo que conocía a Elvira la hermana del presidente, tú dijo manda una oferta y tal, y bueno mandé una oferta de trabajo a nivel de agencia de viajes (...) y empezamos poco a poco a trabajar con el Partido Popular...”.

Bien, ya aparece el apellido Aznar, Elvira Aznar, siempre según las palabras del interesado. Y es ahí, a partir del año 1993, cuando Correa y sus empresas se encargaron de organizar todos los actos para las decenas de campañas electorales que se celebraron en aquellos diez años. Con José María Aznar, como es evidente, de estrella principal.

Cuenta Correa, también ante el juez Pedreira, que fue Alejandro Agag quien le presentó a El Bigotes. No le gustó mucho en los primeros encuentros, pero por indicación de Agag le colocó cerca del presidente. “Bueno, pues lo pusimos y Ana Botella se enamoró de él, en el buen sentido, le encantó, y empezó a trabajar con él y tuvo un éxito tremendo”. Luego trabajó con Juan Villalonga. Ya saben, el amigo de pupitre del presidente que fue nombrado a dedo para llevar Telefónica. Amigos.

Correa fue proveedor externo, primero, compañero de trabajo, amigo y socio entre los meandros de la corrupción, después, de esa nueva clase que se iba haciendo con el poder en el partido y en el país, llena de funcionarios o políticos estirados y austeros —o eso decían— que acabaron de hoz y coz en la ostentación del arribista, del nuevo rico. Amantes de la gomina, mitad monjes de acendrado catolicismo y mitad soldados, armados con la ideología neoliberal que les insuflaban sus muchos maestros de las escuelas de negocios. Por ejemplo, aquellos jóvenes del PP que formaron el llamado “clan de Becerril”, del que salieron no pocos de los futuros socios de Correa en sus chanchullos inmobiliarios, amén de cerebros de la FAES. Allí estaba Correa, al lado de Alejandro Agag y de José María Aznar, que tan cómodo se encontraba entre aquellas muchachas y muchachos tan sanos. Pues de aquellos arranques de los años noventa a la boda de El Escorial. Y Correa acompaña, paso a paso, toda esa triunfante carrera.

Como un buen amigo. Tanto que cuando Isabel Jordán, una de las empleadas distinguidas de Correa —aunque hoy odiada— viaja a Nueva York, su jefe le da un toque a José María Aznar, hijo, entonces cursando estudios financieros en la ciudad, para que la acompañe y guíe. El mismo José María hijo que luego tanto se enfadó con otro amigo, este de nombre Miguel Blesa, que su padre había puesto al frente de Caja Madrid. ¡Para eso era su compañero en la inspección fiscal!

Pero esta no era solo una relación de simples conocidos de tomar alguna copa juntos para echarse unas risas. Cuando en 1998 el presidente José María Aznar decide apoyar a la candidata Irene Sáez —ex Miss Universo— a las elecciones presidenciales de Venezuela, en un intento de impedir el triunfo de Hugo Chávez, los enviados especiales a aquel país son Alejandro Agag, Pedro Arriola y… Francisco Correa. ¿Este señor, autollamado Don Vito y que ahora conocemos tan bien, en una misión de Estado, al lado de quien Aznar encargó hablar con ETA? El logro de la gestión fue como sigue: Irene Sáez, 2,8% de los votos, Hugo Chávez, 56% de los apoyos.

Pocas bromas, que estamos hablando de cosas serias.





No hay comentarios:

Publicar un comentario