sábado, 18 de octubre de 2014

822.- El suicidio de Felipe Trigo


El suicidio de Felipe Trigo

Por TOMÁS MARTÍN TAMAYO
Escritor y analista político
17/10/2014

A las once y diez, del sábado 2 de septiembre de 1916, una detonación, procedente de la planta baja de Villa Luisiana, estremeció a toda la familia de Felipe Trigo, el médico, militar y escritor villanovense. Desde diferentes estancias de la lujosa casa, con fachada a las madrileñas calles de Arturo Soria y Sánchez Díaz, su esposa e hijos confluyeron ante la puerta del despacho, que estaba cerrada por dentro. Después de llamar insistentemente, con ayuda del servicio lograron entrar un atornillador entre las dos hojas, forzaron la madera a la altura de la cerradura y consiguieron entrar… “¡Fueron cinco minutos de tormento!”, en expresión de su hijo Félix. Sesenta años después su hija Luisa, médico como él, aún recordaba el olor a pólvora que impregnaba la estancia. Todos entraron en tropel, pero mientras los demás miraban desconcertados, ella se arrodilló ante el cuerpo de su padre, tendido boca abajo en medio de un gran charco de sangre y le tomó el pulso: “¡Vive, está vivo!”.

"Ningún escritor de su época podía competir con Felipe Trigo en fecundidad y en ventas"

Felipe Trigo llevaba semanas trabajando intensamente en la que sería su novela póstuma, Murió de un beso, que dejó casi concluida. Aquel sábado, durante el desayuno, rechazó la propuesta de sus hijas, Julia y Consuelo, para ir a ver la respuesta de los lectores a  La novela corta, que salía aquella misma mañana con una entrega de La altísima, que se había publicado en 1907. Se disculpó diciendo que tenía mucho trabajo y todos se quedaron. El escritor, antes de comenzar a trabajar y como hacía todas las mañanas, salió a pasear al espacioso jardín con sus perros, después entró en la casa, recorrió todas las dependencias y se encerró en su despacho. Consuelo recordaba que su padre se había recortado la barba con esmero y que bajó a desayunar perfumado, animoso y dispuesto a dedicar todo el sábado a la trama final de Murió de un beso. Todos sabían que era un escritor compulsivo, que cuando tenía una idea la volcaba inmediatamente en el papel, porque apenas tomaba notas ni corregía. En quince años llegó a publicar diecisiete novelas y se sabe que alguna, como Jarrapellejos, la escribió en un mes. Ningún escritor de su época podía competir con Felipe Trigo en fecundidad y en ventas, y no se conocen muchos casos en la literatura universal de autores capaces de acumular una considerable fortuna en tan poco tiempo, con una muerte tan prematura y habiendo comenzado casi a los cuarenta años. De todo esto hablaremos este sábado en su pueblo. 

Trigo, nació en Villanueva de la Serena el 13 de febrero de 1864, en el seno de una familia acomodada. Su padre era ingeniero. Cursó el bachillerato entre Villanueva de la Serena y Badajoz y el preparatorio y la carrera de medicina lo hizo en Madrid. Estos inicios en la capital los relata en su novela En la carrera. Madrid le abrió los poros literarios a un Felipe Trigo que buscaba una forma directa para expresarse, aunque por aquellos lejanos días parecía que se decantaba por el artículo periodístico. Conseguida su licenciatura, con 24 años, comenzó a ejercer como médico en Trujillanos, un pueblo pequeño, cerca de Mérida.

"Era un escritor compulsivo, que cuando tenía una idea la volcaba inmediatamente en el papel"

En El médico rural describió las dificultades y el aislamiento de un joven médico, como él, acostumbrado al bullicio intelectual madrileño y con aspiraciones de reconocimiento más allá de la medicina. De Trujillanos pasó a Valverde de Mérida y cansado de las limitaciones, viendo el futuro excesivamente constreñido para sus aspiraciones, superó las oposiciones de Sanidad Militar y logró plaza en Sevilla, donde retomó su vocación como articulista. Dos años después es destinado a Trubia, un pueblo asturiano y desde allí solicitó irse voluntariamente a Filipinas, de donde volvió mutilado y aclamado como héroe, tras haber sobrevivido a una sublevación en la que recibió siete machetazos. A los 36 años y con el grado de teniente coronel, abandonó el ejército para dedicarse por completo a la literatura. Es posible que los primeros brotes de la neurastenia ya estuvieran presentes.

“¡Vive, está vivo!”. El grito de Luisa rompió la quietud del momento y entre todos lo subieron a un diván del salón contiguo al despacho, mientras ella se empeñaba en taponar la brecha que había abierto el pistoletazo, con entrada por la sien derecha y salida por la región occipital. Sobre la mesa, con la pluma abierta y usándola como pisapapeles, dejó Felipe Trigo su despedida: “Perdonarme todos, yo estoy seguro de que nada os serviría más para prolongar algunos meses vuestra angustia viéndome morir. Pensar que en esta catástrofe fue motivo el ansia loca de crearos alguna posición más firme. ¡Perdonarme, perdonarme, Consuelo mártir mía, hijos de mi alma! Si mi vida fue una equivocación fue generosa. Con la única preocupación vuestra por encima de todos mis errores. Que sirva esta mi voluntad de testador para declararos herederos míos de todos mis derechos. Perdón. Felipe Trigo”

"Fue un inconformista de libro, carismático, rebelde y contestatario"
Dos horas después fallecía el escritor más prolífico y seguido del momento, un inconformista de libro, carismático, rebelde y contestatario, que escribía con pasión, que decía lo que pensaba, que nunca se alineó con nadie y que sufrió el desdén y la censura desde todos los frentes. El joven militar que lo dejó todo para dedicarse a la literatura, parecía en sus inicios tener todas las preguntas y buscaba las respuestas. Dieciséis años después tenía las respuestas pero le faltaban las preguntas. El pistoletazo en aquella apacible mañana de sábado fue su última interrogante. Su actitud personal, haciendo gala de una independencia atípica para el momento, lo enfrentó a poderosas jerarquías, que concluyeron por silenciarlo en una amañada historia de la literatura española, con la inútil pretensión de ocultarlo. Diecisiete novelas, veinticuatro novelas cortas, cuentos, ensayos y artículos lo reivindican. De los idiotas que lo negaron no se acuerda nadie.



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Felipe Trigo Sánchez (Villanueva de la Serena, Badajoz, 13 de febrero de 1864 – Madrid, 2 de septiembre de 1916) fue médico rural y militar, y posteriormente escritor español.

Nacido en Villanueva de la Serena, en el seno de una familia de clase media con dificultades económicas por la temprana muerte del padre, Felipe Trigo cursó el bachillerato en Badajoz y la carrera de medicina en el Hospital de San Carlos de Madrid. Su experiencia como estudiante forastero en la capital la plasmaría en la novela En la carrera. Tras licenciarse, casado ya con su compañera de facultad, Consuelo Seco de Herrera, ejerció como médico titular en los pueblos pacenses de Trujillanos y Valverde de Mérida, circunstancia biográfica que también novelizaría en El médico rural.

Hastiado de la vida rural, entró por oposición en el Cuerpo de Sanidad Militar. Su primer destino fue Sevilla, donde comenzó su actividad periodística que ya había intentado en Madrid. De Sevilla pasó a Trubia, como médico de la fábrica de armas. Años después marchó voluntario a unas Filipinas en plena rebelión. Destinado como médico en Fuerte Victoria, en realidad un destacamento de prisioneros tagalos, estuvo a punto de perder la vida durante una escaramuza. Los sublevados le asestaron no menos de siete machetazos, dejándolo por muerto. Trigo, sin embargo, consiguió huir a campo través, en espantosas condiciones. Con una mano inutilizada, fue repatriado como mutilado de guerra, con el grado de teniente coronel. La prensa le recibió como «el héroe de Fuerte Victoria» y llegó a ser propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando. Rechazando la posibilidad de capitalizar políticamente su celebridad, en 1900 se retiró del Ejército y fijó su residencia en Mérida para dedicarse en exclusiva a la literatura.

El éxito arrollador de su primera novela, Las ingenuas, en la que relata su dramática peripecia filipina, le convirtió en un auténtico best seller, tanto en España como en América; le permitió llevar una vida de lujo, a caballo entre su Extremadura natal y su chalé de la Ciudad Lineal madrileña, y le dio acceso a los círculos sociales más selectos, ganándose fama de gran señor, dandi y donjuán. En menos de quince años, publicó diecisiete novelas, varias novelas cortas (en las célebres y popularísimas colecciones El Cuento Semanal, primero, y La Novela Corta, ya al final de su vida) y varios relatos, todos ellos con gran acogida del público.

En pleno apogeo de su popularidad, el 2 de septiembre de 1916 Felipe Trigo acabó de un tiro con su vida, siendo enterrado en el cementerio de Canillejas. Las razones de su suicidio no están por completo claras. En la nota de despedida y perdón que dejó a su familia, el escritor parece aludir a una enfermedad incurable y mortal; pero es más probable que la enfermedad que en realidad temiese fuera la locura, que venía acechándole de antiguo en forma de una aguda neurastenia. El propio escritor narra en su novela póstuma Si sé por qué un intento anterior de suicidio que, supuestamente, habría llevado a cabo en 1911 durante una estancia en Buenos Aires.

En su juventud, Felipe Trigo profesó un socialismo marxista ortodoxo, y llegó a publicar una serie de nueve artículos en El Socialista. Más adelante evolucionó a un reformismo radical pequeño-burgués, en la línea de Melquíades Álvarez, al que dedicó encomiásticamente el prólogo de Jarrapellejos, su principal obra.

Durante la dictadura franquista, sobre Felipe Trigo, como sobre tantos otros escritores de su época y características, cayó el silencio editorial y crítico. Sólo a partir de la Transición se reeditaron sus novelas más importantes.

Obra

Ficción

La mayor parte de las novelas y relatos cortos de Felipe Trigo tienen como tema principal el erotismo. Trigo criticaba en estas novelas la hipocresía y los prejuicios de la sociedad española en lo relativo a la moral sexual. El autor es, sin embargo, más recordado por dos obras en las que, aunque lo erótico está también presente, priman sus inquietudes regeneracionistas, cercanas a las ideas de los miembros de la generación del 98. Son éstas El médico rural (1912), en la que, con abundantes elementos autobiográficos, critica enérgicamente la miseria y la ignorancia en la que viven los campesinos extremeños; y, sobre todo, Jarrapellejos, novela varias veces reeditada y llevada al cine en 1988 por Antonio Giménez-Rico, que denuncia los males del caciquismo en la sociedad española de la Restauración.

Una relación casi exhaustiva de la producción de Felipe Trigo sería la siguiente, por orden cronológico:


Cubierta de Cuentos ingenuos.
Las ingenuas (1901)
La sed de amar (Educación social) (1903)
Alma en los labios (1905)
Del frío al fuego (Ellas a bordo) (1906)
La Altísima (1907)
La bruta (1908)
Las posadas del amor (1908)
Sor Demonio (El honor de un marido hidalgo y metafísico) (1909)
En la carrera (Un buen chico estudiante en Madrid) (1909)
Cuentos ingenuos (1909)
Las Evas del paraíso (1909)
Las posadas del amor (1909)
A todo honor (1909)
El cínico (1909)
Mi prima me odia (1909)
Mi media naranja (1910)
Además del frac (1910)
La clave (1910)
A prueba (1910)
Así paga el diablo (1911)
El médico rural (1912)
El náufrago (1912)
El papá de las bellezas (1913)
Los abismos (1913)
Jarrapellejos (Vida arcádica, feliz e independiente de un español representativo) (1914)
En camisa rosa (1916)
En mi castillo de luz (Diario de un alma bella) (1916, póstuma; atribuida por Julio Cejador a Julia, hija del escritor)
Si sé por qué (1916, póstuma)
Murió de un beso (1925, póstuma e incompleta).
Cabe citar también dos volúmenes recopilatorios de novelas cortas: La de los ojos color de uva — Reveladoras — Lo irreparable (1905) y Así paga el diablo — A prueba — El gran simpático (1916).

No ficción

Felipe Trigo escribió también ensayos en los que explicitó sus opiniones políticas. El más destacado es quizá su libro Socialismo individualista, publicado en 1904. 

Cabe citar además:

La campaña de Filipinas (Impresiones de un soldado) (1897)
El amor en la vida y en los libros (1908)
Crisis de la civilización (La guerra europea) (1915).


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