Cartas de Alfonso XII a Elena Sanz
(fragmentos)
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«A LOS NENES, UN BESO DE TU ALFONSO»
LA TORRIDA RELACION que Alfonso XII mantuvo con la cantante Elena Sanz queda perfectamente recogida en las cartas de amor que el enamorado envía a la madre de sus dos hijos naturales. CRONICA ha tenido acceso a las cartas que guarda la nueva tía bastarda del Rey CONSUELO FONT
Elena Sanz, cantante de ópera, y Alfonso XII se conocieron en 1878 tras el estreno de la ópera 'La Favorita'
Idolatrada Elena: siempre que puedo, bien te miro y se me van los ojos detrás de ti y tras ellos, mi corazón y mis sentidos. Mil besos de tu invariable. Alfonso».
Estas arrebatadas palabras reflejan fielmente la pasión de un hombre enamorado. Están escritas a pluma en un papel que el paso del tiempo ha amarilleado. Son un documento histórico. Porque el Alfonso que firma la carta es nada menos que el rey Alfonso XII. Y su destinataria, la cantante de ópera Elena Sanz, su gran amor en la sombra.
Forman parte del tesoro particular que guarda María Luisa Sanz de Limantour. La dama francesa de 81 años, afincada en Marbella, que la semana pasada reveló en CRONICA su identidad de nieta de Alfonso XII. Su padre, Alfonso Sanz, según afirma, fue uno de los dos hijos que nacieron de los amores de este monarca y Elena Sanz. María Luisa subraya el sacrificio que hizo su abuela por el amor del rey. «Lo dejó todo: su carrera, el éxito y la fortuna que empezaba a ganar con el bel canto. ¿Puede haber mayor prueba de amor? Pienso que el rey también estaba enamorado. Fue la mujer con la que mantuvo una relación más larga, y la primera que le dio un hijo».
En un maletín bajo llave, María Luisa guarda celosamente las únicas cartas que se conservan de esta historia de amor. Misivas que muestran a un Alfonso XII entregado a la bella cantante, a quien se dirige como «mi adorada» o «mi idolatrada o Elena». A veces se muestra ardiente: «Te hubiera comido a besos y me pusiste Dios sabe cómo». Otras, impaciente: «Cada minuto te quiero más y deseo verte». Pero también, llano y castizo cuando denomina «la guita» al dinero. En todo caso, las cartas demuestran que dentro de su armazón de rey se escondía un hombre tierno y, probablemente, enamorado.
Elena Sanz Martínez de Arrizala nació en Castellón en 1844. Su padre era primo del marqués de Cabra, por lo que, aunque sin fortuna, tenía cierta pátina aristocrática. Con 10 años ingresó en el madrileño colegio de las Niñas de Leganés, donde aprendió canto, llegando sus dotes a oídos de la reina Isabel II, madre de Alfonso XII, que se convertiría en su más rendida admiradora. Tras estudiar en el Real Conservatorio, entró en la compañía de la diva Adelina Patti, con la que cosechó éxitos por todo el mundo. María Luisa afirma: «Mi abuela fue una gran estrella: actuó en el Teatro Real de Madrid con el tenor Gayarre, en Suramérica tuvo enorme éxito, y llegó a cantar en la Scala de Milán y la ópera de Viena».
En la capital austriaca tuvo lugar su primer encuentro con el futuro Alfonso XII, en 1872. Éste contaba 15 años, y la cantante era una mujer de 28. La cita fue auspiciada por Isabel II -exiliada en París tras ser destronada por la Revolución de 1868- que le pidió: «Visita a mi hijo, que estudia en el colegio Teresiano». Alfonso quedó extasiado ante la diva, como reflejó Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales. «Vestida con suprema elegancia, la belleza de la insigne española produjo en la turbamulta de muchachos una especie de estupor».
Parece que la soberana empujo a su hijo a los brazos de Elena para evitar que se casara con su prima Mercedes, hija de la Infanta Luisa Fernanda, con cuyo padre, el traidor duque de Montpensier, había hecho un pacto. De nada valió la treta a la reina. Elena Sanz se fue de gira por Suramérica, de donde regresó madre de un varón de padre, éste sí, desconocido. María Luisa lo confirma: «Sí, es cierto, tío Jorge, era el hermano mayor de mi padre». Y Alfonso cayó rendido ante su prima Mercedes al conocerla. Se casó con ella en la madrileña basílica de Atocha el 23 de enero de 1878, siendo ya rey. Pero Mercedes murió seis meses después de la boda. Alfonso XII se sumió en tal desesperación, que sus allegados temieron que cometiera una locura.
Su consuelo llegó gracias al estreno de la ópera La Favorita en el madrileño Teatro Real, en la que actuaba Elena Sanz. Cuando subió al palco a cumplimentar al monarca, renació la fascinación de éste. Alfonso XII se convirtió en su fiel seguidor, como atestigua otra de las cartas, donde dice: «Idolatrada Elena: mucho gusto he tenido en verte todos los días en estas funciones».
¿Echó de nuevo Isabel II a Elena Sanz en brazos de su hijo? María Luisa así lo atestigua. «Alfonso estaba desolado y a la reina le alegró que recuperara la ilusión. Ahora, no sé si hubiera llegado a apoyar una boda entre ambos, en aquel tiempo los reyes se casaban con miembros de familias reales».
Elena Sanz acabó sucumbiendo al amor del rey, abandonando los escenarios. Alfonso XII, loco de pasión, aprovechaba cualquier resquicio para ver a su amante, como demuestran sus cartas. «Amor mío, mañana miércoles 15, a las 11 menos cuarto, espero estar en tus brazos». Hay una escrita en el soporte de una foto, donde aparece el sello P. M. Hebert. Fotógrafo de SSMM. En ella de despide «hasta el próximo día que cacemos en furtivo, amor mío». La foto, donde aparece un inédito Alfonso XII con atuendo de caza, preside hoy el salón de la vivienda de María Luisa.
Al año siguiente, en 1879, sobre la pareja planean las primeras sombras. Cánovas, jefe de Gobierno que propició la Restauración, plantea al Rey la urgencia de una nueva boda para dar un heredero. Consciente de sus deberes, Alfonso XII accede a su pesar. «Me casaré si me buscan ustedes novia». La elegida fue María Cristina de Habsburgo, sobrina del emperador de Austria, inteligente, pero poco agraciada. Se casaron en Madrid ese 28 de noviembre, mientras su romance con Elena Sanz seguía viento en popa. Dos meses después, el 28 de enero de 1880, la cantante dio a luz un niño, al que puso Alfonso. Era el padre de nuestra protagonista, María Luisa.
LA SEÑORITA «X»
Aunque nació en París, fue un secreto a voces, del que la prensa se hizo eco. El diario La Publicidad informó. «Hace unos días, la señorita X dio a luz en París un niño. Se asegura que el acta de nacimiento, hecha en presencia de un embajador, se ha redactado de forma que el recién nacido sería llamado a recoger la sucesión al trono». Cierta o no la noticia, María Luisa asegura: «Había gente que al ver a mi padre, que era entonces un niño muy pequeño, gritaba ¡Viva el Rey!».
La reina María Cristina no lograba alumbrar un varón. Tuvo dos niñas seguidas, las infantas Mercedes y Teresa. Alfonso XII, decepcionado, vivía en una encrucijada: por una parte, su amor por Elena y el ansiado varón, que no podía subir al trono. Por otra, su deber como rey. Una compleja situación que se refleja en sus escritos. «Adorada Elena: perdón si anoche te hice tanto sufrir. Varias veces me desperté pensando en ti y lleno de remordimientos».
Después de tener a Alfonso, la cantante regresó a Madrid, donde en febrero de 1881 nació su segundo vástago. Otro varón, Fernando, para desgracia de María Cristina. En plena lactancia del bebé, la reina lanzó un ultimátum: o salía de Madrid la cantante con su innoble prole o ella regresaría a Austria. Elena Sanz tuvo que afincarse en París con sus hijos, sobreviviendo con las 5.000 pesetas mensuales que le mandaba el rey. No siempre puntual. «Querida Elena: hasta hoy no te he podido remitir lo que va adjunto porque cerré el mes con deudas y sin un cuarto», se excusaba en una carta.
Dicen que la pasión del monarca perdió fuelle con la distancia. O quizá por la tuberculosis, que acabó con su vida el 25 de noviembre de 1885 con 28 años. María Cristina, embarazada del futuro Alfonso XIII, se convirtió en regente y retiró la pensión a Elena Sanz. Para sobrevivir tomó una difícil decisión: en el Acta de París, firmada en 1866, entregó a un representante de la Casa Real 110 documentos, en su mayoría cartas, que acreditaban la paternidad de Alfonso XII. A cambio se garantizó a sus hijos 31.000 francos en un depósito de deuda exterior, que podían retirar en su mayoría de edad, convertidos en 700.000. De su custodia se encargó Prudencio Ibáñez, banquero de la familia real.
Sin embargo, tras morir Elena Sanz en 1898, el banco que custodiaba los títulos quebró. Cuando los hermanos reclamaron su fortuna, no había nada. Según María Luisa, «la reina y ese banquero Ibáñez les quitaron todo. Lo malo es que mi abuela firmó documentos donde quedaba despojada de todo, incluso del título de conde de Valencia que Alfonso XII concedió a mi padre».
En 1907, Alfonso Sanz, padre de nuestra protagonista, inició un pleito reclamando su filiación como hijo de Alfonso XII, pero lo perdió. El juez dictó que «un monarca no estaba sujeto al Derecho común». Es decir, no se le podían reconocer hijos fuera del matrimonio. A partir de ahí, decidió borrar su pasado. Fue director de Peugeot en París. Y su matrimonio con la hija de un millonario mexicano, Guadalupe de Limantour, le colocó en la órbita de la alta sociedad. Jamás quiso recordar sus orígenes. María Luisa recuerda «Mi padre sufrió mucho por su madre. Veía que la habían despreciado y engañado». También se negó a tener relación alguna con la familia real. «Salvo con Isabel II y su hija, la Infanta Eulalia, no quiso saber de nadie. Don Jaime, hermano de don Juan, quiso verle pero mi padre le daba largas». A punto estuvo de producirse un encuentro entre el rey Alfonso XIII, ya exiliado, y Alfonso Sanz. «Llamó la infanta Eulalia para decir que la cita se cancelaba. Supongo que Alfonso XIII no se atrevió a enfrentarse con mi padre».
Han pasado muchos años, y en María Luisa no han hecho mella viejos rencores. «No quiero hacer daño a la Familia Real. Sólo pido que se me reconozca quién soy, y llevar el apellido Borbón. Es mi derecho. Las cosas no son como antes». En España, la justicia reconoció por vez primera a un bastardo, Leandro de Borbón, como hijo de rey. Un portavoz de Zarzuela ha comentado a CRONICA, a raíz del reportaje donde María Luisa dice ser nieta de Alfonso XII: «La Casa de Su Majestad nada tiene que decir. Todo ciudadano es libre de ejercer sus derechos para demostrarlo, como hizo don Leandro. Hay que recordar que la Casa de Su Majestad jamás se opuso».
«DIME SI NECESITAS GUITA»
La correspondencia de Alfonso XII con Elena Sanz se prolongó durante seis años (1878-1885, año en que fallece el rey). María Luisa Sanz conserva ocho de esas cartas, que su padre guardaba en un cofre.
IDOLATRADA ELENA: Cada minuto te quiero más y deseo verte, aunque esto es imposible en estos días. No tienes idea de los recuerdos que dejaste en mí. Cuenta conmigo para todo. No te he escrito por la falta material de tiempo. Dime si necesitas guita y cuánta. A los nenes un beso de tu (firma) Alfonso.
ELENA MIA: Qué monería de retratos y cómo te lo agradezco. El chico hace bien en agarrarse a lo mejor que tiene y por eso le va a gustar tocar la campanilla. Tú estás que te hubiera comido a besos y me pusiste Dios sabe cómo. Daría cualquier cosa por verte mas no es posible. Recibe un abrazo, (firma) Alfonso.
QUERIDA ELENA: Hasta hoy no te he podido remitir lo que va adjunto porque cerré el mes con deudas y sin un cuarto. Me castigo por el retraso, según verás, remitiéndote 500 pesetas de plus. Seré más exacto en adelante. Me alegro de que el nene esté bueno. Mil besos de tu (firma) Alfonso.
PARECIDOS RAZONABLES
C.F.
Nadie puede dudar de que entre la Familia Real española y María Luisa Sanz y sus hijos existe un indudable aire de familia. Ella misma, cuando era adolescente, tenía unos rasgos muy parecidos al infante don Alfonsito, el hermano pequeño del Rey Juan Carlos, que falleció trágicamente de niño al dispararse un arma. Nuestra protagonista asegura que ahora, cuando ve al Monarca, le impresiona por su parecido cada vez más acentuado con su padre, Alfonso Sanz. «Tanto, que podría ser hijo suyo», precisa. Además, dice también que muchos creen que un retrato de su primogénito varón, Leslie, que está colgado en su cuarto, es del Príncipe Felipe. E incluso hay quienes cuando ven una foto de su hijo pequeño, Jaime, cuando era un bebé, le confunden con la Infanta Leonor.
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