miércoles, 28 de diciembre de 2011

118.- Carta de NICOLÁS SACCO y BARTOLOMÉ VANZETTI a los compañeros y a los amigos

Bartolomé Vanzetti y Nicolás Sacco





Carta de Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti

A LOS COMPAÑEROS y A LOS AMIGOS 
Y A LOS QUE SIGUIERON NUESTRO VIA CRUCIS


18 de octubre de 1921.

Cárcel de Dedham, Mass.

Hemos sido erróneamente condenados por un atroz asesinato que otras personas cometieron. El crimen es completamente extraño a la lucha de los trabajadores para mejorar su situación.

No tenemos miedo a la muerte.

Todo trabajador, como siervo del capitalismo, afronta millones de veces la muerte en el cumplimiento de sus tareas. No tememos la muerte, pero nos rebelamos angustiados al pensar que debemos morir por un delito que no hemos cometido, por un hecho que no tiene ningún significado social. Desde los primeros años de nuestra juventud hasta el momento de la detención dimos nuestro tiempo, nuestras fatigas y los medios que ganábamos penosamente a la educación de los trabajadores, preparándolos para el día que el proletariado sepa emanciparse.

No somos vulgares malhechores que robamos y matamos. Ningún hombre en condiciones mentales normales comete un asesinato. Los delitos de violencia son la demostración precisa de que la actual sociedad está en condiciones anormales que determinan esas formas especiales de delincuencia.
Funerales de Sacco y Vazetti

No es preciso aquí repetir la historia de nuestro proceso y de nuestra condena. Una red diabólica de mentiras fue construída en nuestro daño y algunos inocentes actos nuestros fueron hábilmente falseados por la mentalidad insidiosa de aquellos que en los defensores del trabajo, ven solamente enemigos de la sociedad.

El capitalismo americano no llega a comprender que un trabajador pueda ser un activo luchador contra la explotación y al mismo tiempo tener una inteligencia y un corazón que repudien los hechos de violencia. El complot tuvo el último retoque al ponerse en evidencia nuestra fe en la justicia de las reivindicaciones de los trabajadores. Esta razón fue suficiente para condenarnos.

Si vamos a la silla eléctrica iremos, no porque se haya demostrado que somos culpables del delito que se nos atribuye, sino por nuestros ideales. E iremos permaneciendo fieles a nuestros principios, los cuales, si hoy son rechazados y combatidos, mañana dominarán la vida.

Si morimos, moriremos con la convicción de que los hómbres de vanguardia deben morir siempre. Deseamos, mientras tanto, que nuestra muerte no ocurra en vano y que vosotros, trabajadores que hacéis posible la vida de la sociedad moderna, haréis que nuestro sacrificio sea más elocuente y útil al progreso social que lo sería nuestra vida.

No queremos morir inútilmente.

Si hemos de morir, haced al menos que nuestro sacrificio contribuya a abrir el camino a un mundo en el que no existan más las clases dominantes, sofocando las aspiraciones de la libertad.

Nicolás Sacco
Bartolomé Vanzetti





Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti eran dos inmigrantes italianos, acusados del asalto y homicidio del pagador de una fábrica, Frederick Parmenter, y su escolta Alessandro Berardelli, en el pueblo de South Braintree, Estados Unidos, el 15 de abril de 1920. El proceso judicial causó un gran escándalo internacional y fuertes protestas, sobre todo en Europa aunque también tuvo grandes dimensiones en Latinoamérica, debido a las escasas e insuficientes pruebas.(wikipedia)

Pero no pudieron matarlos en la memoria. Sacco y Vanzetti pasaron a ser, para siempre, “Héroes del pueblo”. Publicaciones, actos, conferencias, obras de teatro, filmes, hermosas canciones, los recuerdan. Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, un zapatero y un vendedor de pescado, así de humildes. Dos italianos inmigrantes. Pero saltaron a la gloria. A los jueces, a los funcionarios que actuaron en este increíble crimen legal ni se los recuerda. Pero se los nombra. Principalmente al juez Fuller. En realidad, todos los jueces que interpretan las leyes a favor del poder quedan en la lista negra de la historia.


Situación Histórica en EE.UU.:La toma del poder de Rusia por los bolcheviques en 1917 y su proclamación de la revolución mundial alarmó a los líderes políticos de Europa Occidental y los Estados Unidos. En 1919, el procurador de los EUA, A. Mitchell Palmer, previno que 60 mil radicales extranjeros se proponían iniciar la revolución roja en el país, recordando las bombas postales enviadas a funcionarios en abril y que el 3 de junio hubo explosiones en casas de políticos de ocho ciudades, incluyendo la suya en Washington.

Según el procurador, ya era hora de poner de lado las “muy liberales” normas de la declaración de derechos y actuar prontamente contra la subversión. Valiéndose de agentes del Departamento de Justicia, Palmer infiltró los partidos Comunista, Comunista Obrero y Socialista, consiguiendo coordinar reuniones de éstos y otros grupos radicales el 2 de enero de 1920. Esa noche los agentes del procurador apresaron en 33 ciudades a 3.000 personas, casi todos extranjeros, a quienes se acusó de querer deponer al gobierno de los Estados Unidos.

Las llamadas incursiones Palmer continuaron durante junio, arrestando a 6.000 extranjeros indeseables y deportando a casi mil de ellos. Fue durante esta histeria antirradical y antiextranjera cuando se llevó a cabo el asalto en South Braintree (próximo ítem) y, subsiguientemente, las detenciones e inculpaciones de Sacco y Vanzetti que causarían tanta controversia.

El asalto en South Braintree: Hacia las tres de la tarde del día jueves 15 de abril de 1920, el pagador de la compañía zapatera Slater & Morrill, con sede en South Braintree, Massachusetts, salió de la oficina acompañado de un guardia armado para llevar la nómina semanal, unos 16.000 dólares, a la fábrica, a unas cuantas cuadras de ahí. Dos hombres morenos los detuvieron y les dispararon.

El guardia murió instantáneamente y el pagador murió poco después. Cuando uno de los pistoleros se agachó para tomar el arma del guardia, se le cayó su gorra. Mientras los pistoleros tomaban las cajas con dinero, apareció un tercer asaltante con un rifle. Los tres huyeron en un coche azul descapotable, tripulado por dos hombres: la huida fue cubierta por un rifle que salía de la ventana trasera. El coche, un Buick sin placas, fue hallado dos días después en un bosque cercano. Cerca había huellas de un vehículo más pequeño, al que el grupo pasó su botín y huyó, cumpliendo así la última parte del plan.

Dos hombres sospechosos que tenían características similares a las buscada por la policía y que caminaban hacia una parada de tranvía camino a Brockton, fueron denunciados. Enseguida el jefe de policía de Bridgewater, Michael Stewart, telefoneó a su contraparte de Brockton, el siguiente pueblo al norte, pidiéndole arrestar a los dos hombres. A las 22:00, dos oficiales abordaron el tranvía en Brockton y arrestaron a los dos sospechosos: Nicola Sacco, un zapatero de 29 años, y Bartolomeo Vanzetti, un vendedor ambulante de pescado de 32 años.

Ambos llevaban armas y se mostraron evasivos respecto a lo que hacían esa noche en Bridgewater. Tampoco recordaban lo que hicieron el 15 de abril. Varios testigos del asalto en Braintree identificaron a Sacco como uno de los pistoleros. Otros testigos no estaban seguros. Sólo uno identificó a Vanzetti. No obstante, cinco meses después de los incidentes se inculpó a Sacco y a Vanzetti por el delito.



Polémico proceso por asesinato celebrado en Massachusetts, que duró desde 1920 hasta 1927. Nicola Sacco (esposado a la izquierda)y Bartolomeo Vanzetti,
dos emigrantes italianos que llegaron a Estados Unidos en 1908, fueron acusados del asesinato de un cajero y
e un vigilante y del robo de más de 15.000 dólares

Sacco Nicola: Italiano de Torre Maggiore, provincia de Foggia, nació el 23 de abril de 1891. A los 17 años, fundamentalmente la situación de su familia lo llevó a emigrar. Llegó a la tierra prometida en 1908, año de hambre y desocupación. A pesar de tener conocimientos de mecánica no encontró trabajo en este oficio. Los extranjeros no eran considerados para las tareas especializadas y apenas si conseguían trabajo en fábricas.Trabajó primero como mozo de agua, consiguiendo luego colocación como zapatero en la fábrica de calzados de Kelly. Su capacidad de amor y de ternura hacia su compañera Rosina y hacia sus hijos se vuelca a todos los seres humanos, a su clase explotada, y lo impulsa al combate.

Vanzetti Bartolomeo: Nació en Villafalleto, en el Piamonte, en 1888. Le gustaba el estudio pero sólo pudo hacer la escuela. Empezó a trabajar a los 13 años de edad, eran 15 horas diarias sin descanso semanal, sólo tenía un asueto de tres horas dos veces al mes. A los 20 años de edad decide abandonar Italia. Llega a Norteamérica en 1908. Lo espera un largo peregrinar en busca de trabajo, muchos días de hambre, sin ni siquiera un lugar donde descansar. Recibe en su andar el desprecio de los patrones, la solidaridad de sus iguales. En su oficio de confitero no encuentra plaza fija. En muchos lugares lo echan a los pocos meses de trabajo. Trabajó de picapedrero, albañil, foguista, barredor de nieve. Hacía jornadas de 12 y 14 horas en verdaderos tugurios insalubres, recibiendo, por ser extranjero, la mitad del jornal de un norteamericano, de por sí bajo. Con ansias de leer y estudiar se quedaba de noche, después del trabajo, dormido sobre los libros.Vanzetti no se casó y se dedicó a la venta de pescado en Plymouth.

Con el tiempo, ambos fueron influidos por un filósofo anarquista llamado Luigi Galleani, quien abogaba por derribar el capitalismo. Entre 1917 y 1918, ambos huyeron a México por las movilizaciones de la Primera Guerra Mundial. Al ser interrogados por la policía, en un principio ambos negaron sus afiliaciones radicales, pero posteriormente Sacco y Vanzetti admitieron que en la noche de su arresto buscaban un coche para deshacerse de literatura anarquista comprometedora que poseían.

El hecho de portar armas, las declaraciones falsas y evasivas, las actividades izquierdistas y la identificación tentativa de los testigos fueron más que suficientes para inculparlos del asalto y asesinatos de South Braintree. Pero antes de ser juzgados juntos, Vanzetti fue procesado por separado y se le sentenció a prisión por su participación en un asalto en Bridgewater el 24 de diciembre de 1919. El juez de este proceso fue Webster Thayer, quien luego juzgó a Sacco y Vanzetti en Dedham, el 21 de ruayo de 1921. “Dado que los testigos son italianos”, instruyó el juez Thayer al jurado en el primer juicio, “no se deberá inferir nada en su contra. Se supone que son honestos, sinceros e inocentes.” En el juicio llevado a cabo en Dedham, siete testigos del fiscal identificaron a Sacco como uno de los pistoleros de Braintree, y cuatro identificaron a Vanzetti.

De los 12 testigos de la defensa que dijeron que los acusados estaban en otra parte el día del asalto y asesinatos, 11 eran italianos. Los jurados, pueblerinos de clase media, eran predominantemente anglosajones. Uno de ellos dijo después, procurando dar dirección al juicio, que el testimonio contradictorio de cada testigo era anulable. “Pero las balas , añadió, “no hay forma de dar la vuelta a esa evidencia.” La fiscalía pudo al fin establecer que las balas y casquillos hallados en la escena del crimen fueron disparados por el revólver que tenía Sacco al ser arrestado. La identificación del arma de Vanzetti como aquella que se tomó del guardia, fue menos concluyente. Pero el fallo de culpabilidad del 14 de julio, aunque esperado, no fue el acto final de la tragedia.

Mientras Sacco y Vanzetti permanecían bajo custodia, la defensa reunió durante los años siguientes varias solicitudes para que fuera reabierto el caso. Todas fueron denegadas. En todo el país y en el mundo entero hubo protestas por lo que se consideró como absurdas y persecutorias condenas por creencias políticas impopulares más que por culpabilidad criminal.

A fines de 1925 pareció haber una pausa en el caso cuando un tal Celestino Madeiros, reo en la prisión de Dedham, condenado a muerte por asaltar un banco, confesó tener parte en el asalto de Braintree. Madeiros juró que los pistoleros no eran Sacco y Vanzetti. Aunque no pudo hacer un recuento coherente del asalto ni identificar a los otros participantes, Madeiros consiguió ganar dos años de vida antes de que se llevara a cabo su sentencia de muerte. Su “confesión” no fue de ninguna ayuda para los esfuerzos legales de Sacco y Vanzetti. En la primavera de 1927, el profesor en derecho Felix Frankfurter, de Harvard, que luego fue juez de la Suprema Corte de Justicia, publicó una indignada denuncia del juicio de Dedham: “Fuera del juzgado campeaba la histeria antirroja... y dominó al proceso.” El alegato de Frankfurter produjo otra ola de protestas contra el veredicto. Cediendo ante la presión, el gobernador de Massachusetts, Ailvin Fuller, nombró al rector de Harvard, A. Lawrence Lowell, para dirigir una comisión de tres miembros que revisaría minuciosamente el caso. En otro juicio más largo que el de Dedham, de seis semanas y medial, la comisión Lowell leyó la copia estenográfica, llamó a testigos y entrevistó al juez Thayer, al fiscal y al jurado. La conclusión: Sacco era sin duda culpable y Vanzetti también, aunque la evidencia contra él era “más débil”. El 8 de agosto se negó un aplazamiento de la sentencia de muerte.

Hacia la medianoche del 23 de agosto de 1927, Sacco y luego Vanzetti fueron ejecutados en la silla eléctrica. “Viva el anarquismo!”, clamó Sacco en italiano. “Soy inocente”, protestó Vanzetti.

La noticia de las ejecuciones inició una ola de disturbios antiestadunidenses. Desde mediados de la década de 1950, y durante tres décadas, el escritor Francis Russell estudió y escribió acerca del caso Sacco-Vanzetti. En un principio, aceptó la opinión general de que el juicio fue una falsedad y que su sentencia fue un error de la justicia. Pero cuando publicó su primer libro acerca del tema, Tragedia en Dedham, tomó la postura de que Sacco era culpable y Vanzetti inocente.

Sacco pudo salvar a su colega confesando, pero quizá sintió que eso sería traicionar al movimiento anarquista. En lo que se refiere a Vanzetti, le pareció válido morir, no por un crimen que no cometió, sino en aras del avance de su movimiento.

En noviembre de 1982, Russell recibió lo que parecía confirmar su tesis: una carta del hijo del último miembro sobreviviente del comité de defensa de Sacco y Vanzetti, Giovanni Gambera. Poco antes de su muerte, unos meses atrás, el anciano Gambera confió a su hijo que todos en el círculo anarquista de Boston sabían que Sacco era culpable y Vanzetti era inocente, pero nadie quería romper el acuerdo de silencio, aunque le costara la vida a Vanzetti. “Entre usted y yo”, escribió el joven Gambera a Russell, “ésta es la última palabra.”

Ultimas palabras de las víctimas

"Muero como he vivido, luchando por la libertad y por la justicia. ¡Oh, si pudiera comunicar a todos que no tengo nada que ver con ese horrendo crimen... Mi corazón está lleno, rebosante de amor por los míos. ¿Como despedirme de vosotros? ¡Oh, mis queridos amigos, mis bravos defensores, a todos vosotros el afecto de mi pobre corazón, a todos vosotros mi gratitud de soldado caído por la causa de la libertad! ...Continuad la soberbia lucha, que yo también en lo poco que pude, he gastado mis energías por la libertad y por la independencia humana. ...¿Que culpa tengo si he amado demasiado la libertad? ¿Por qué he sido privado de todas las cosas que hacen deliciosa la vida? Ningún reflejo de la propia naturaleza, del cielo azul y de los esplendidos crepúsculos en las tétricas prisiones construídas por los hombres para los hombres. Pero yo no he llevado mi cruz en vano. No he sufrido inútilmente. Mi sacrificio valdrá a la humanidad a fin de que los hermanos no continúen matándose; para que los niños no continúen siendo explotados en las fábricas y privados de aire y luz. No está lejos el día en que habrá pan para todas las bocas, techo para todas las cabezas, felicidad para todos los corazones. Tal triunfo será mío y vuestro, compañeros y amigos." Bartolomé Vanzetti

"¡No hay justicia para los pobres en América! ...¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas -altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia. ...Por eso muero y estoy orgulloso de ello! No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruida..." Nicolás Sacco

"Queridos amigos y compañeros del Comité de defensa. Mañana, inmediatamente después de la media noche, deberemos morir en la silla eléctrica. No tenemos ya ninguna esperanza. ...Hemos decidido, por eso, escribir esta carta para expresar nuestro reconocimiento y admiración por todo lo que habéis hecho en favor de nuestra defensa en estos siete años, cuatro meses y once días de lucha. El hecho de que hayamos perdido y que debamos partir, no disminuye para nada nuestra actitud y nuestra apreciación de vuestra conmovedora solidaridad hacia nosotros y nuestras familias. Amigos y compañeros: ahora que la tragedia de este proceso toca a su fin, unamos nuestros corazones, nuestros errores, nuestras derrotas, nuestra pasión, para las batallas futuras, para la emancipación final. Unamos nuestros corazones en esta hora, la más negra de nuestra tragedia. Armaos de valor, saludad a los amigos y a los compañeros de todo el mundo. Os abrazamos a todos y os damos el último adiós, con el alma desgarrada, pero llena de amor. Ahora y siempre un viva a todos nosotros, un viva a la libertad. Vuestros en la vida y en la muerte" Nicolás Sacco - Bartolomé Vanzetti




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