Mapa que muestra la ubicación de todos los campos de exterminio, la mayoría de los campos de concentración, campos de trabajo, prisiones, ghetos, las principales rutas de deportación y los lugares de masacres.
Cantidad aprox. de asesinatos en los campos de exterminio
(Datos: Yad Vashem)
Nombre del campo Muertes Ref.
Auschwitz 1.400.000
Belzec 600.000
Chelmno 320.000
Jasenovac 600.000
Majdanek 360.000
Maly Trostinets 65.000
Sobibór 250.000
Treblinka 870.000
HOLOCAUSTO ( III )
HOLOCAUSTO ( III )
Los campos de exterminio
El Holocausto está directamente asociado en la mentalidad popular a los llamados «campos de exterminio». Aunque no todos los judíos que murieron a causa de las políticas nazis lo hicieron en estos campos, lo cierto es que en ellos se pusieron en práctica de forma concentrada todos los sistemas y métodos (especialmente, el uso de cámaras de gas) que configuran la violencia extrema contra los judíos que desplegó el nazismo.
Los primeros campos: la operación Reinhard
Unas semanas antes de que se celebrase la Conferencia de Wannsee, Himmler había encargado a Odilo Globocnik, jefe de la policía y las SS en Lublin, que organizara el exterminio de los judíos del Gobierno General. Con el nombre de «operación Reinhard», el objetivo del plan era liberar espacio en los guetos para dejar sitio a los judíos deportados del oeste. Globocnik se rodeó para ello de varios de los participantes en la operación T-4, que quedaron empleados en los tres campos que se crearían dentro de la operación; se trataba de oficiales y suboficiales de las SS, ayudados por un personal básico compuesto de auxiliares ucranianos reclutados en campos para prisioneros de guerra.
Los campos se situaron al oeste del río Bug, con buenas conexiones por ferrocarril con otras zonas de Polonia y con los principales guetos. El primer campo, el de Belzec, se empezó a construir el 1 de noviembre de 1941, a partir de las instalaciones de un campo de trabajo. Su comandante era Christian Wirth, al que prestó ayuda uno de los especialistas en eutanasia. Contaba con cámaras de gas fabricadas con madera, aunque herméticamente cerradas; el gas se bombeaba al interior desde unos vehículos, y no haciendo uso de botes de monóxido de carbono puro, como se había hecho en el plan de eutanasia, debido a la dificultad de hacerse con grandes cantidades de ellos. El campo empezó a funcionar en febrero de 1942. Se probó primero el gaseamiento de grupos pequeños de judíos, incluidos los que habían ayudado a construir el campo. A partir del 17 de marzo, se empezó el gaseamiento de los judíos deportados. En un mes, se asesinó a 75.000 judíos, 30.000 de los cuales provenían del gueto de Lublin (que contaba con 37.000 habitantes), siendo los demás de otras zonas del Gobierno General.
La disposición de algunos elementos del campo buscaba no levantar sospechas entre los judíos: se les decía que era un centro de tránsito, que iban a ser desinfectados antes de recibir ropa limpia y que sus objetos de valor les serían devueltos. Las cámaras de gas parecían habitaciones con duchas.
Entre junio y julio, se sustituyeron las cámara de madera por una construcción de hormigón con capacidad para seis cámaras de gas, que podían albergar al mismo tiempo a un total de 2000 personas. Hasta 600.000 judíos, tanto de la Polonia ocupada como de otros lugares de Centroeuropa, fueron allí asesinados antes de finales de año.
El segundo campo de exterminio que formaba parte de la operación Reinhard se empezó a construir en marzo de 1942 cerca de Sobibor, también sobre la base de un campo de trabajo, en este caso para mujeres judías. En mayo se finalizó: contaba con las áreas administrativas y de recepción al lado del correspondiente ramal ferroviario, y sus cámaras de gas (con capacidad para 100 personas cada una de ellas) estaban en un edificio de ladrillo fuera de la vista de quienes llegaban al apeadero, a unos 150 metros de distancia a través de una vereda conocida como «el tubo». El gas se tomaba desde un motor y detrás del edificio había fosas para los cadáveres, a las que se podía acceder también por vía férrea, dado que muchos de los que llegaban en tren lo hacían ya muertos. En sus tres primeros meses de funcionamiento, murieron en el campo hasta 100.000 judíos, de Lublin, Austria, Bohemia y Moravia, y del Antiguo Reich.
Durante el calor del verano, los cuerpos sepultados empezaron a generar problemas de salubridad. Se tomó entonces la decisión de incinerarlos, haciendo para uso de un grupo especial de judíos, el llamado Sonderkommando, que fue asesinado después.
A principios de 1943, Himmler visitó el campo y pudo observar un gaseamiento; posteriormente, concedería ascensos a varios oficiales de las SS y la policía y a otros responsables del campo. Respecto del cierre del campo, ordenó la eliminación de todas las huellas y su transformación en almacén de la munición capturada al ejército soviético. Durante este proceso, en octubre de 1943, hubo una rebelión de los trabajadores judíos que terminó con la fuga de varios de ellos, que contactaron con grupos de partisanos. El desmantelamiento final del campo se produjo en diciembre. Casi 250.000 judíos murieron en Sobibor.
El tercer campo estuvo en Treblinka. Construido al lado de una vieja cantera, sus orígenes estaban en un campo de trabajo abierto en la primavera de 1941, con el objeto de conseguir materiales para las fortificaciones de la frontera germano-soviética de Polonia. Un año después, en junio de 1942, se empezó a reconvertir en campo de exterminio por parte de las SS, siguiendo las indicaciones del constructor de Sobibor, Richard Thomalla. Contó con tres cámaras de gas, que estaban situadas en una edificación oculta en la zona más elevada del campo, a la que se llegaba desde una estación por una vereda, llamada por las SS «el camino hacia el cielo». Los gases provenían de motores diesel. En la parte de atrás, había un grupo de zanjas para sepultar los cadáveres.
Los gaseamientos se iniciaron el 23 de julio. Una media de 5.000 judíos llegaron al día a Treblinka durante las primeras semanas; sin embargo, desde agosto el número aumentó considerablemente, de forma que a finales de mes ya habían sido gaseados un total de 312.000 judíos. Por otro lado, miles de judíos murieron durante los transportes en tren, sin ventilación, sin agua y sin servicios sanitarios, y con un tiempo caluroso. Además, y según el testimonio de un superviviente, Oskar Berger, que llegó al campo el 22 de agosto,
los soldados de las SS, los alemanes y los ucranianos se situaban en los techos de los barracones y disparaban contra la multitud indiscriminadamente. Hombres, mujeres y niños caían sangrando. El aire se llenaba de gritos y llanto.
En los casos de grandes cantidades de judíos llegados, muchos eran fusilados en la zona de recepción; en ocasiones, los trenes debían esperar llenos durante días, hasta que los judíos podían ser llevados a las cámaras de gas, que o bien no daban a basto, o bien se habían estropeado. En el mismo sentido, la excavación de zanjas no podía seguir el ritmo de los asesinatos, y los cuerpos quedaban habitualmente sin enterrar.
Ese mismo mes de agosto, se nombró a Christian Wirth inspector general de los tres campos para que se encargase de racionalizar las operaciones de matanza. Wirth entregó, a su vez, a Franz Stangl, comandante ya en Sobibor, el mando de Treblinka en septiembre. La apariencia externa del campo mejoró, pero las escenas de sadismo y crueldad continuaron.
La incineraciones de cuerpos comenzaron en diciembre, en Chelmno y Belzec, y en abril de 1943 en Treblinka. A finales de julio, con la orden de Himmler de cerrar los campos dado que la inmensa mayoría de los judíos de los guetos habían sido asesinados, ya se habían desenterrado e incinerado unos 700.000 cuerpos sepultados en fosas comunes.
Los cálculos modernos cifran el número de asesinados en los tres campos de la operación Reinhard en 1.700.000.
Auschwitz
La creación de campos de concentración por parte de los alemanes desde septiembre de 1939 fue algo habitual en los territorios ocupados. Uno de ellos, cerca de la localidad de Oswiecim, en alemán «Auschwitz», se creó en abril de 1940 con el objetivo de albergar presos políticos polacos. En mayo, se nombró a Rudolf Höss comandante del mismo, quien colocaría a la entrada un cartel con el lema Arbeit macht frei, «el trabajo libera». Tras un periodo en que el campo constituía un lugar para reclutar trabajadores, finalmente se convirtió en un centro permanente para presos políticos polacos. Posteriormente, a partir de septiembre de 1941, tras el inicio de la operación Barbarroja, se le fueron añadiendo nuevos campos asociados, como por ejemplo el situado en Birkenau, para prisioneros de guerra soviéticos, que terminaría siendo el más grande, pues era también un campo de concentración y de trabajo industrial.
Probablemente a principios de 1942, Himmler anunció a Höss que el campo debía convertirse en un centro adicional a los de la operación Reinhard, que no eran suficientes para completar la «solución final»; Auschwitz estaba bien comunicado y, al tiempo, suficientemente alejado de núcleos de población importantes. Según indicaciones posteriores de Eichmann, la función de Auschwitz habría de ser la de matar a los judíos del resto de Europa. Los primeros deportados, llegados en marzo, provenían de Eslovaquia y Francia.
Los métodos empleados fueron desde el principio diferentes a los de otros campos. En julio de 1941 se había descubierto casualmente (durante una desinfección de ropa) que el pesticida químico conocido como Zyklon-B había sido capaz de matar rápidamente a un gato. En septiembre se probó con 600 prisioneros de guerra soviéticos (clasificados como «fanáticos comunistas») y 250 enfermos del campo, que fueron gaseados en un sótano del campo. El mismo mes, otros 900 prisioneros soviéticos fueron gaseados en el depósito de cadáveres. Tras una visita de Einchmann, se decidió usar el gas de forma sistemática.
Dado que los gritos de los gaseados podían ser oídos por el personal del campo, se decidió realizar las matanzas en Auschwitz-Birkenau. Allí se construyeron dos cámaras de gas (para 800 y 1200 personas) que empezaron a funcionar el 20 de marzo de 1942. A ellas se enviaba directamente a los menores de 16 años, las madres con hijos, los enfermos, los ancianos y los débiles físícamente. El resto pasaba al campo, tatuados todos con un número de serie en el brazo izquierdo y registrados. Posteriormente, selecciones periódicas iban decidiendo la muerte de los que ya no estaban en condiciones de trabajar.
El extermio sistemático de judíos (franceses, eslovacos, polacos, belgas y holandeses) dio comienzo en mayo. Paralelamente, en julio de 1942, Himmler ordenó que el reasentamiento de toda la población judía se completase antes del final del año. En su visita de ese mismo mes a Auschwitz, ordenó que se intensificasen las matanzas y apremió a Höss en lo relativo a las construcción del campo en Birkenau. Por su parte, en su discurso anual ante los antiguos combatientes nazi, Hitler afirmó en noviembre que la guerra habría de finalizar con el «exterminio» de los judíos, una palabra que se le escaparía a Goebbels en un discurso radiado de febrero de 1943; en mayo de 1943, y en palabras dirigidas al mismo Goebbels, Hitler estaba ya justificando el exterminio de los judíos como una condición necesaria para que el dominio alemán se extendiese al mundo entero. Por lo demás, la propaganda antisemita se recrudeció por esas fechas.
Desde julio, empezaron a llegar judíos de Alemania; después, desde casi todos los países europeos: Rumanía, Croacia, Finlandia, Noruega, Bulgaria, Italia, Hungría, Serbia, Dinamarca, Grecia y el sur de Francia. En este contexto, entre 1942 y 1943 se ampliaron y perfeccionaron las instalaciones para gasear en Auschwitz. En junio de 1943 había una cámara más y se había ampliado a 4 el número de crematorios, conforme a los planes de la empresa Hoch-und Tiefbau AG Kattowitz; los hornos crematorios y las instalaciones de gaseamiento habían sido fabricados por la empresa J. A. Topf & Söhne de Erfurt.
El procedimiento de gaseamiento era el siguiente:
Una vez introducidas las víctimas como si de ganado se tratara en la cámara de gas, los hombres de las SS que se encontraban sobre el techo de hormigón reforzado volcaban los botes de Zyklon-B en cuatro aberturas, derramando las bolitas a través de unos condutos con rejillas, lo cual hacía posible que las bolitas se disolviesen en un gas letal tan pronto como el calor corporal de las víctimas había elevado la temperatura del aire. Al cabo de veinte minutos aproximadamente, volvían a levantar los botes para eliminar la posibilidad de que todavía continuara saliendo gas, mientras se procedía a ventilar la cámara y un destacamento especial de prisioneros judíos llevaba los cadáveres a rastras hasta otra sala, les arrancaban los dientes y los empastes de oro, cortaban el cabello de las mujeres, les quitaban los anillos de oro, las gafas, las prótesis y demás impedimentos y ponían los cuerpos en montacargas que los subían al crematorio situado en la planta baja, donde eran introducidos en hornos crematorios y reducidos a cenizas. Los huesos que quedaban se desmenuzaban y las cenizas se utilizaban como fertilizante o se tiraban en los bosques y los arroyos de las inmediaciones.
Cuando los crematorios se vieron desbordados por el número de cadáveres acumulados, la instalación se resintió y hubo que retomar la práctica anterior de quemarlos sobre parrillas extendidas sobre zanjas.
En Auschwitz murieron entre 1.100.000 y 1.500.000 personas. Alrededor del 90% (cerca del millón) eran judías, lo que supone entre una quinta y una cuarta parte de los judíos que murieron durante la guerra. Por lo menos, la mitad de los muertos lo fueron por desnutrición, enfermedades, agotamiento e hipotermia.
Auschwitz recibía a muchos de sus judíos desde el campo de Theresienstadt. Construido desde noviembre de 1941 al norte de Terezin (en alemán, Theresienstadt), en Checoslovaquia, este campo constituía la prisión central de la Gestapo en el Protectorado. Recibió a 10.000 judíos checos durante los primeros días del año siguiente y se trataba inicialmente de un centro de reagrupamiento organizado como un gueto. De las 140.000 personas que llegaron deportadas al campo, al final de la guerra solo seguían con vida menos de 17.000.
Otros campos
Otro campo, el de Majdanek, se construyó en la parte oriental de Lublin; desde julio de 1942 se construyeron en él hasta siete cámaras de gas. Al final, habrían muerto en él unas 180.000 personas; 120.000 de ellas, judíos.
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En octubre de 1942, Heinrich Himmler determinó que todos los judíos debían ser trasladados a Auschwitz o Majdanek. Ejecuciones masivas tuvieron lugar entre el 8 de mayo y el 29 de julio de 1944. Rudolf Höss, por orden de Heinrich Himmler, debía gasear a más de 400.000 judíos húngaros en Auschwitz. En determinados días fueron asesinadas cerca de 24.000 personas, muchas de las cuales fueron quemadas en hogueras al aire libre por la escasa capacidad de los crematorios.
Se estima que aproximadamente 1,2 millones de judíos murieron en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau, junto con un número mucho menor de polacos, gitanos y prisioneros de guerra soviéticos.
Rudolf Höss cuenta en sus memorias que en el verano de 1941 fue recibido personalmente por Himmler y éste le dijo:
"El Führer ha dado la orden de proceder a la solución final del problema judío. Nosotros, los SS, somos los encargados de llevar a cabo esta orden. A usted le incumbe esta tarea dura y penosa".
Al finalizar la cita, le exigió guardar silencio, incluso ante sus superiores.
Eichmann confesó en 1961, durante el juicio en Jerusalén, que durante esta conferencia ‘’se estudiaron con rigor los mejores métodos para exterminar a todo el pueblo judío que vivía en Europa’’.
En su totalidad, la “Solución Final” exigió el exterminio de los judíos de Europa por gaseamiento, fusilamiento y otras medidas de asesinato en masa. En la Europa ocupada por los nazis, vivían aproximadamente unos ocho millones de judíos. Algo más de seis millones de judíos murieron, o sea, dos tercios de todos los judíos que vivían en Europa en 1939.
Las víctimas
Junto con los judíos, otros grupos humanos como gitanos, soviéticos (especialmente, los prisioneros de guerra), comunistas, Testigos de Jehová, polacos étnicos, otros pueblos eslavos, los discapacitados, los hombres homosexuales y disidentes políticos y religiosos, fueron también objeto de persecución y asesinato durante el nazismo.
Según el criterio más o menos restringido que se adopte para definir el Holocausto, la cifra de víctimas varía. Algunos historiadores lo circunscriben al genocidio judíos a manos del Tercer Reich (algo más de 6 millones de víctimas). Otros estudiosos consideran que debe aplicarse asimismo a las víctimas polacas y a otros pueblos eslavos y gitanos. Un tercer grupo amplía el término para que abarque igualmente a los homosexuales, los disminuidos físicos y mentales y los Testigos de Jehová, de modo que se estiman en 11 o 12 millones las víctimas del Holocausto, de las cuales más de la mitad eran judíos.
Cementerio de Buchenwald.
Se calcula que murieron víctimas de este exterminio algo más de 6 millones de judíos, aparte de unos 800.000 gitanos, 4 millones de prisioneros de guerra soviéticos o víctimas de la ocupación (fueron también objeto de exterminio sistemático), polacos e individuos calificados de asociales de varias nacionalidades (presos políticos, homosexuales, discapacitados físicos o psíquicos, delincuentes comunes, etc.).
Las aproximaciones oficiales son las siguientes:
Las aproximaciones oficiales son las siguientes:
polacos judíos (15,56 %) y no judíos (13,78 %)
alemanes judíos (13,33 %)
eslavos ( 26,66 %)
prisioneros de guerra soviéticos (17,78 %)
gitanos ( 3,56 %)
alemanes «arios» opositores políticos (generalmente personas con ideas de izquierda y librepensadores) (6,67 %)
discapacitados (1,34 %)
homosexuales (1,12 %)
personas negras
La resistencia ante el genocidio
La resistencia ante el genocidio
La población alemana en general
Por extraño que pueda parecer, la Cuestión Judía no despertó el mínimo interés en la inmensa mayoría de los alemanes durante los años de la guerra en los que los asesinatos en masa de los judíos estaban teniendo lugar en los territorios ocupados. [Por lo demás], los judíos, una minoría en general poco estimada, estaban (...) prácticamente aislados del resto de la sociedad alemana [y su] despersonalización (...) había sido el gran éxito de la política nazi y de la propaganda sobre la Cuestión Judía.
De acuerdo con lo anterior, ni el decreto que impuso a los judíos la estrella amarilla, ni las primeras deportaciones efectuadas en el otoño de 1941 (e invierno de 1941-1942), fueron hechos respondidos por la población alemana de manera significativa. Sin embargo, fue la respuesta popular contraria la que consiguió parar la retirada de crucifijos en Baviera y la gasificación de miles de enfermos mentales.
En cuanto a la reacción ante el genocidio, existen evidencias incontrovertibles de que el conocimiento de las atrocidades y los fusilamientos en masa de los judíos en el este estaba bastante extendido, mayoritariamente en forma de rumor transmitido a casa por los soldados que regresaban de permiso. Si los rumores, en su mayoría, carecían de concreción, los relatos de testigos presenciales de los fusilamientos, así como las emisiones desde radios extranjeras, proporcionaban material suficiente para que [las autoridades nazis buscasen cómo] contrarrestar los rumores acerca de las «medidas muy duras» que estaban emprendiéndose contra los judíos en el este. (...) Los detalles concretos se desconocían, pero el conocimiento de que con los judíos estaban sucediendo cosas horribles era suficiente.
En cuanto a las gasificaciones, fueron llevadas mucho más en secreto y tuvieron poco eco dentro de Alemania.
Con todo, mucha gente de Alemania consideró en su momento que los bombardeos aliados sobre sus poblaciones eran una venganza y un desquite por el trato dado a los judíos.
Los rumores en Alemania sobre el destino de los judíos fueron generalizados y contenían datos suficientes como para entender que en el este se estaba produciendo un asesinato masivo de judíos. Incluso, el conocimiento de las gasificaciones y del exterminio en los campos fue relativamente limitado.
Y aunque la planificación y ejecución de la Solución Final se llevó con un grado muy elevado de secretismo, lo que probablemente demuestra que los jerarcas nazis eran conscientes de que no podían contar para ello con el respaldo popular, la misma no
se habría hecho realidad (...) sin la colaboración activa de la Wehrmacht, la única fuerza aún capaz de contener el régimen nazi; o en cualquier caso, sin el consentimiento equivalente a la complicidad activa de la burocracia civil, que se esforzó por satisfacer los requerimientos de vertiginosa discriminación, o de los líderes de las industrias alemanas, que fabricaron la maquinaria de la muerte e instalaron sus fábricas en los campos de concentración. Y dentro del complejo organizativo de las SS-SD-Gestapo, fueron menos los fanáticos raciales que los organizadores ambiciosos y los administradores competentes como Eichmann, y los ejecutores a sangre fría como Höss, quienes convertieron la infernal visión en un infierno en la tierra. [Y tampoco habría sido posible] sin los pasos progresivos que fueron excluyendo paulatinamente a los judíos de la sociedad alemana y que tuvieron lugar delante de todo el mundo, en su forma legal recibidos con la aprobación general de la población, y dando como resultado la despersonalización y la degradación de la figura del judío. No habría sido posible sin la apatía y la indiferencia generalizada, que fue la respuesta común a la propaganda del odio. Y, finalmente, no habría sido posible sin el silencio de las jerarquías de la Iglesia, que no lograron expresar la oposición que pudiera haber a las políticas raciales nazis, y sin el consentimiento en forma de complicidad activa de otras destacadas secciones de la élites alemanas.
La exacta valoración de la actitud de los alemanes ante el destino de los judíos ha provocado divergencias entre algunos historiadores. Ian Kershaw ha insistido en el concepto de «indiferencia moral», que se reflejó en el hecho de que los alemanes apartaron la vista deliberadamente eximiéndose de cualquier responsabilidad personal. La razón principal habría sido que la población aceptó con naturalidad el derecho del Estado a decidir sobre la Cuestión Judía, un asunto que para ellos tendría poca relevancia personal. Por su parte,
Kulka y Rodrigue adoptan la postura de que «la imagen de conjunto que el régimen obtenía a partir de los informes sobre la opinión popular apuntaba hacia una pasividad general de la población frente a la persecución de los judíos», demostrando así la «complicidad objetiva de la población en la Solución Final», aunque rechazan el concepto de «indiferencia» como excesivamente limitado en cuanto a su alcance y por no transmitir «toda la complejidad de la opinión popular».
Los judíos
Respecto de los propios judíos, fueron varios los impedimentos con los que se encontraron para planificar o idear una resistencia ante las acciones genocidas de los nazis: en primer lugar, su subestimación del peligro que éstos suponían cuando Hitler llegó al poder, esto es, no reaccionaron a tiempo ante la propagación del terror; en segundo lugar, el nazismo se esforzó constantemente en alentar falsas expectativas, ilusionando muchas veces a sus víctimas con la idea de que la sumisión y el trabajo podía ser causa de su salvación; en tercer lugar, que la idea misma del exterminio total resultaba más bien producto de una imaginación enferma que de un plan con alguna posibilidad de hacerse realidad; en cuarto lugar, que la aplicación sistemática de castigos terribles e indiscriminados por parte de los alemanes ante cualquier amago de rebelión ejercía un serio efecto de intimidación; en quinto lugar, que el ambiente antisemita y colaboracionista de muchos de los países europeos (sobre todo de Europa oriental) durante la guerra, hacían muy dificultosa una escapatoria a través de ellos para cualquier judío; y, en sexto lugar, que el grado de agotamiento físico y psicologíco de los judíos, en guetos, campos, etc., era de tal envergadura, que dificultaba enormemente cualquier expectativa que fuese más allá de garantizar la supervivencia del día a día.
Con todo, y a pesar de esta situación de enorme desventaja en la que se encontraron, hubo diversos casos de resistencia.
Durante los años previos a la guerra, hubo judíos que intentaron organizar grupos para hacer frente a la catarata legislativa antijudía. Destacó entre ellos el conocido como «Grupo Baum», liderado por Herbert Baum, que durante 1937 se reunió semanalmente en Berlín y que llegó a realizar sabotajes contra el nazismo.
Ya en plena época de exterminio, el joven líder de la resistencia judía Abba Kovner lanzó en la noche del 31 de diciembre de 1941 un manifiesto en el que proclamaba que Hitler planificaba la destrucción de todos los judíos de Europa; se trata de la primera llamada pública a la resistencia. Desde el día siguiente, quedó organizada la resistencia en el interior del gueto de Vilna, que sería el primero en sublevarse. En este sentido, los judíos se sublevaron en unos veinte guetos de Europa oriental, primero el de Vilna en Lituania en enero de 1942, y luego en guetos como los de Varsovia (entre el 19 de abril y el 15 de mayo de 1943) y Bialystok y, más tarde, en diversos campos de exterminio.
Los precursores de la resistencia militante [surgieron] de la comunidad judía lituana, que fue la primera que se vio sometida a matanzas salvajes y masivas perpetradas por los alemanes con la participación entusiasta de la población popular. Fue como si comprendieran que Lituania era una especie de laboratorio experimental de la "solución final".
De Vilna lograron escapar algunos combatientes judíos en el verano de 1943, tras lo cual formaron unidades partisanas para ayudar a la liberación de la ciudad.
La revuelta más conocida fue la sublevación del gueto de Varsovia, que duró casi un mes, entre el 19 de abril y el 15 de mayo de 1943 y que estuvo protagonizada por la Organización Judía Combatiente, compuesta por unos 600 miembros y dirigida por Mordechai Anielewicz, de 24 años de edad, y la Organización Militar Nacional, con 400 miembros. El gueto fue finalmente arrasado por las fuerzas alemanas, muriendo unos 15 000 judíos y siendo enviados posteriormente a campos de exterminio más de 50 000.
Levantamiento del Gueto de Varsovia
Asimismo, se produjeron diversas revueltas de prisioneros en los campos de exterminio, incluidos los de Auschwitz (donde se voló un horno crematorio) y Treblinka, donde en agosto de 1943 tuvo lugar una importante sublevación. El 14 de octubre se rebelaron los prisioneros de Sobibor, y dos días más tarde hubo de cerrarse el campo, tras conseguir escapar al menos un centenar de ellos.
Más allá de los campos y los guetos, muchos judíos se alistaron en los grupos de partisanos que lucharon contra los nazis en los bosques de Ucrania y Polonia, en los montes Cárpatos, en Bielorrusia y en Lituania. Especialmente conocida fue la Brigada Judía liderada por Abba Kovner y que actuó en los bosques cercanos a Vilna. Hubo también grupos resistentes en Bialystok, Kovno y Minsk.
En Europa occidental y meridional, participaron en grupos de resistencia en casi todos los países, llegando a constituir en algún momento el 15% de los resistentes en Francia.
En Alemania, a pesar de las extraordinarias limitaciones, probablemente unos dos o tres mil judíos se involucraron activamente en el movimiento antinazi clandestino alemán.
En conclusión, aproximadamente un 10 por ciento de la comunidad judía mundial (1,6 millones sobre una población total de dieciséis millones en 1939) luchó en la guerra, incluidos los treinta y cinco mil voluntarios judíos de Palestina que formaron la Brigada Judía del ejército británico.
La singularidad histórica del Holocausto
La eliminación física de los judíos se realizó de forma sistemática, meticulosa y efectiva conforme a una estrategia bien elaborada que se ha llegado a calificar de «industrial». De hecho, ningún otro genocidio en la historia se ha llevado a cabo mediante medios mecánicos en instalaciones especialmente construidas, como las cámaras de gas que funcionaron en Auschwitz o Treblinka. Con todo, y a pesar de las declaraciones de los nazis en el sentido de que veían a sus víctimas más como cargas o piezas que como seres humanos, existió una clara implicación emocional en muchos de ellos ante la matanza ininterrumpida de civiles indefensos que realizaron.
Por otro lado, la creencia generalizada en ellos era que estaban cumpliendo órdenes de Hitler, y que el objetivo era acabar con los enemigos no solo presentes, sino futuros, de la raza alemana. En este sentido, la característica de los dirigentes nazis era que compartían un antisemitismo exacerbado, no menor que el de sus subordinados. Así, el contacto con judíos, ya fuese un individuo o grupos pequeños, solía despertar un grado de brutalidad personal, sádica, un deseo de humillar y destruir, que raras veces se manifestaba en el contacto con simples polacos, rusos u otros eslavos.(...) Los simples soldados, tanto los hombres de las SS como los del ejército, estaban fuertemente influidos por la propaganda y el adoctrinamiento y, si eran jóvenes, con años de educación en el sistema escolar del Tercer Reich, inclinados a creer que los judíos en general, y los judíos del este en particular, eran sucios, peligrosos, falsos y enfermizos, los enemigos de toda la civilización.
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Ello no quiere decir necesariamente que el Holocausto tuviera un plan definido desde el principio: precisamente este es uno de los puntos que divide a los estudiosos, entre intencionalistas y funcionalistas:
Niños supervivientes del campo de concentración de Buchenwald. Están vestidos con uniformes alemanes debido a la escasez de ropa.
Los intencionalistas consideran que existió un plan calculado minuciosamente de antemano, destinado desde el principio a dar muerte a todos los judíos que estuviesen en la órbita del Tercer Reich. El plan habría sido esbozado por Hitler desde muchos años antes, y ejecutado en sus diferentes etapas por funcionarios y soldados sumisos al líder una vez obtenido el poder. Algunos historiadores hacen mención a comentarios en privado que hizo Hitler antes incluso de publicar Mein Kampf, que podrían sugerir la matanza masiva de judíos. Públicamente, la única declaración al respecto del partido nazi se encuentra en el programa del partido, adoptado en febrero de 1920: allí se reclamaban leyes antijudías, que les anulara la ciudadanía y les impidiera votar o inmigrar, y expulsara a los judíos llegados con posterioridad a 1914 y se comprometía a castigar con pena de muerte a "usureros y especuladores" y los que cometan "delitos fundamentales contra el Pueblo".
Los funcionalistas sostienen, por el contrario, que cuando el partido nazi llegó al poder ninguno de los dirigentes del Tercer Reich tenían una idea clara de cómo actuar con respecto a los judíos. En su opinión, la idea de la liquidación en masa se fue desarrollando sobre la marcha. Los historiadores que defienden esta postura suelen presentar el asesinato en masa como un proceso de "radicalización acumulativa", a partir de iniciativas individuales de funcionarios del partido, del gobierno y del ejército y en las que Hitler tuvo poca intervención directa, limitándose a trazar las líneas generales sobre el "peligro" que representaban los judíos, pero sin decirles qué hacer para afrontarlo. Eso habría dado lugar a distintas estrategias, a veces incoherentes entre sí, antes de que desembocaran en el exterminio.
En términos generales, la estructura del Holocausto fue la siguiente:
Primero, se creó el concepto de judío de acuerdo a unos criterios muy distintos de los utilizados hasta entonces. Una parte de la población europea quedó así marcada como enemiga según el ideario nazi.
Segundo, se procedió a desposeer a los ciudadanos marcados de sus derechos de ciudadanía y sus bienes, separándolos así virtualmente del resto de la sociedad.
Tercero, se emprendió la separación física de los judíos, con su concentración en guetos o su deportación a otros territorios.
El cuarto paso era solucionar definitivamente el problema judío: se pensó inicialmente en deportarlos fuera de Europa y después se optó por su asesinato masivo, fundamentalmente por dos medios: ejecución por unidades militares creadas a tal efecto (en la Unión Soviética ocupada, sobre todo) o ejecución en campos de exterminio también creados al efecto (en el caso de los restantes judíos europeos).
Dos elementos distinguen al Holocausto de otros casos de genocidio o asesinatos masivos.
El primer elemento es la ideología nazi, la cual es fervientemente nacionalista, aunque de corte político centralizado con un componente mítico añadido, que divide al mundo en cuatro categorías:
La raza aria, superior al resto de las razas y destinada a dominar el mundo (y los arios que no estuvieran de acuerdo deberían ser eliminados);
el resto de las razas, consideradas inferiores y destinadas a ser dominadas (y aquellos de esas razas que se resistieran deberían ser eliminados);
los «impuros» (gitanos, homosexuales, enfermos, discapacitados, dementes, etc.), que estaban destinados a ser exterminados;
los judíos, considerados la antítesis de la raza aria y encarnación del mal, destinados a la exterminación masiva y sistemática.
El discurso y la estructura ideológica nazi están cargados de significación religiosa y mitológica.
El segundo elemento es la sistematización de los procesos de asesinatos masivos, los cuales comenzaron con la concentración de la población judía en guetos y posteriormente en campos de concentración y culminó con la implantación de la llamada «solución final al problema judío», que consistió en el asesinato masivo y sistemático de la población judía.
El principal elemento de dicha «solución» fueron los campos de exterminio, los cuales funcionaban como auténticas fábricas de muerte, cuya materia prima era la población a ser exterminada.
Mapa del Holocausto en Europa, 1939-1945. Muestra todos los centros de exterminio, la mayoría de los campos de concentración y las principales rutas de deportación.
Durante el Holocausto, unos seis millones de judíos (alrededor de dos tercios de la población judía mundial de la época) fueron exterminados. En algunos casos desaparecieron comunidades enteras, entre ellas la floreciente comunidad judía de Polonia (de más de tres millones de miembros) y la comunidad sefardí de Salónica (en Grecia).[cita requerida]
El número exacto de personas asesinadas durante el régimen nazi no se ha podido determinar, aunque se consideran fiables las siguientes cifras:[cita requerida]
5.600.000 a 6.100.000 de judíos, de los que del 49 al 63 % eran polacos,
3.500.000 a 6.000.000 de civiles eslavos,
2.500.000 a 4.000.000 de prisioneros de guerra soviéticos,
2.500.000 a 3.500.000 de polacos no judíos,
1.000.000 a 1.500.000 de disidentes políticos,
200.000 a 800.000 gitanos,
200.000 a 300.000 discapacitados,
10.000 a 250.000 homosexuales,
En total las víctimas suman una cifra de 15.510.000 a 22.450.000 (quince a veinte millones de personas, aproximadamente).
El Holocausto dio el empuje final a la creación del Estado de Israel, ubicado sobre parte del territorio del Mandato Británico de Palestina, que acogió a los judíos supervivientes del exterminio.
Controversia
Controversia
Algunos sectores minoritarios sostienen que la "Solución Final" no suponía el exterminio de los judíos, sino que era un plan que pretendía deportar a los judíos de Alemania y de los países ocupados y aliados de Alemania, y que a largo plazo suponía la creación de un Estado sionista en la isla de Madagascar, territorio en dominio de Francia y poco poblado en esos momentos
La idea de que para los nazis la "Solución Final" no significaba el asesinato sistemático de los judíos, sino su desplazamiento hacia el este de Europa, se basa en la reinterpretación de documentos tales como la carta del 31 de julio de 1941 donde Hermann Göring escribió a Reinhard Heydrich lo siguiente:
Complementando la tarea que le fuera encomendada a usted por Decreto del 24.1.1939, para llegar en la cuestión de los judíos a una solución lo más favorable posible, según las circunstancias actuales en forma de su emigración y evacuación, le encargo por la presente tomar todas las medidas preliminares necesarias de organización y de índole material para la solución integral del problema judío dentro de la zona de influencia alemana en Europa... Le encargo, además, presentarme a la brevedad un proyecto integral referente a tales medidas para dar cumplimiento a la deseada solución final del problema judío.
Citado según Raul Hilberg, en Die Vernichtung der europäischen Juden (La aniquilación de los judíos europeos), Editorial Fischer, 1990, p.420
Martin Luther, del Ministerio de Asuntos Exteriores y uno de los participantes en la conferencia de Wannsee, escribía en un memorándum el 21 de agosto de 1942:
El principio de la política alemana referente al tema judío, después de la toma del poder, consistió en fomentar la emigración judía por todos los medios... La guerra actual le otorga a Alemania la posibilidad y también el deber de solucionar el problema judío en Europa... Sobre la base de la citada directiva del Führer se ha comenzado con la evacuación de los judíos de Alemania. Resultaba apropiado incluir en estas acciones a los ciudadanos judíos de los demás países que también habían tomado medidas respecto de los judíos... La cantidad de judíos desplazados de esta manera hacia el este no alcanzaba a cubrir allá la mano de obra necesaria.
Prisioneros famosos
Prisioneros famosos
En Buchenwald:
Jean Améry, escritor austríaco judío.
Bruno Apitz, escritor.
Bruno Bettelheim, psicólogo.
Léon Blum, político francés judío.
Dietrich Bonhoeffer, teólogo.
Rudolf Breitscheid, político socialista.
Ernst Heilmann, político socialista, asesinado por Martin Sommer, miembro de las SS, mediante una inyección letal.
Hermann Louis Brill, político socialista.
Emil Carlebach, editor del Frankfurter Rundschau.
Édouard Daladier, primer ministro francés.
Hans Eiden, quien jugó un importante papel en la liberación del campo.
Alexander von Falkenhausen, general alemán y gobernador militar de Bélgica.
Roman Felleis, cofundador del RSJ, Juventudes Socialistas Revolucionarias.
Maurice Halbwachs, sociólogo francés, muerto en 1945 en el campo.
Werner Hilpert, político.
Heinrich Eduard Jacob, escritor alemán judío.
William Katz (Wilhelm Katz), teólogo judío.
Imre Kertész, escritor húngaro judío, premio Nobel de Literatura 2002.
Heinar Kipphardt, dramaturgo.
Walter Krämer, político comunista.
Hermann Leopoldi, compositor austríaco.
Hans Litten, jurista.
Fritz Löhner-Beda, autor austríaco.
Jacques Lusseyran, miembro de la resistencia francesa y escritor.
Paul Morgan, actor austríaco.
Herbert Sandberg, caricaturista alemán.
Mafalda Maria Elisabetta di Savoia, hija del rey italiano Víctor Manuel III, muerta en Buchenwald.
Paul Schneider, el "predicador de Buchenwald".
Jorge Semprún, escritor y político español, Ministro de Cultura de España (1988-1991).
Jura Soyfer, escritor y dramaturgo de origen judío.
Ernst Thälmann, político comunista.
Alexander Ulrych, político polaco.
Ernst Wiechert, escritor.
Walter Wolf (KPD), ministro de cultura en la región de Turingia tras la caída del fascismo.
Herbert Zipper, compositor austríaco.
En Auschwitz:
Józef Cyrankiewicz, presidió el gobierno de la República Popular de Polonia entre 1947 y 1952, y entre 1954 y 1970. Fue también presidente entre 1970 y 1972.
Anne Frank, fue internada en Auschwitz-Birkenau entre septiembre y octubre de 1944; luego fue trasladada a Bergen-Belsen donde murió de fiebre tifoidea.
Maximilian Kolbe, santo polaco, fue prisionero en Auschwitz I. Fue voluntario para morir de hambre en lugar de otro prisionero en 1941.
Witold Pilecki, soldado polaco del Armia Krajowa, voluntario para internarse en Auschwitz, organizó la resistencia en Auschwitz (Związek Organizacji Wojskowych, ZOW) e informó a los aliados sobre las atrocidades que allí ocurrían. Luego formó parte del levantamiento de Varsovia.
Edith Stein, monja católica de origen judío que murió en las cámaras de gas de Auschwitz II.
Elie Wiesel, sobrevivió a su reclusión en Auschwitz III Monowitz y escribió sobre sus experiencias.
Petr Ginz (1928–1944), joven editor de Vedem, conocido por el diario escrito antes de su deportación, descubierto solo recientemente, y editado por su hermana Chava Pressburger.
Primo Levi escritor italiano de origen judío. Capturado y deportado a Auschwitz en el invierno de 1944, sobrevivió y escribió Si esto es un hombre, estremecedor relato de la vida diaria del campo y de la cruel lucha por la supervivencia.
Władysław Bartoszewski
Olga Lengyel, habitó el campo para mujeres en Auschwitz- Birkenau, colaboró en la resistencia en la cual fue destruido uno de los hornos crematorios de dicho campo y escribió el célebre libro Los hornos de Hitler.
Viktor Frankl, fue psiquiatra antes de su reclusión en el campo de Theresienstadten, en el que ingreso en 1942. En 1944 fue trasladado a Auschwitz, y después fue destinado a dos subcampos de Dachau. En su reclusión planteó una terapia psiquiátrica llamada logoterapia.
Violeta Friedman, a los catorce años de edad ingresó en Auschwitz junto a su hermana. Violeta Friedman sobrevivió a las selecciones alemanas debido a que dentro del campo se sentía segura y decidió no salir de el, escapándose día tras día cuando era elegida para morir debido a su incapacidad de realizar trabajos forzados. Después fue ingresada en el campo de Bergen-Belsen. Destacan sus memorias.
En Mauthausen-Gusen:
Józef Cyrankiewicz, primer ministro polaco (1947-1952 y 1956-1970).
Stanisław Grzesiuk, poeta polaco.
Gilbert Norman, agente de fuerzas especiales.
Antonin Novotny, presidente de Checoslovaquia.
Kazimierz Proszynski, inventor polaco.
Ota Sik, economista y político checo.
Stanisław Staszewski, poeta y escritor polaco.
Simon Wiesenthal, cazador de criminales de guerra nazis y autor. En 1946 publicó el libro "KZ Mauthausen, Bild und Wort" (Campo de concentración de Mauthausen - escenas y palabras).
Joaquim Amat-Piniella, escritor español que escribió en 1946 "K.L. Reich", relato novelado de su experiencia en los campos nazis.
Peter Van Pels (Peter van Daan, en libro de Anne Frank), joven que murió el 5 de mayo de 1945 en Mauthausen, y que convivió junto a Anne Frank en su escondite en Amsterdam (Holanda).
Francisco Boix, fotógrafo; autor de algunas de las más impactantes imágenes sobre el cautiverio y la liberación de este campo. Fue el único testigo español en los juicios de Núremberg.
José Ester, miembro del Grupo Ponzán y secretario general de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos en Toulouse.
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