jueves, 3 de octubre de 2013

615.- ESPAÑOLES EXPATRIADOS POR LA CRISIS



ESPAÑOLES EXPATRIADOS POR LA CRISIS

Desde que la crisis se iniciara en 2008, casi medio millón de españoles se han marchado. Aquí relatan a nuestros periodistas sus experiencias desde una veintena de países con bajas tasas de paro y crecimiento económico. Pincha en cada punto del mapa para conocer lo que han vivido, saber más del destino o de los requisitos para trabajar y también, si eres uno de esos expatriados, para ayudar con tus consejos a quienes decidan dar el salto.


Un paraíso con poco aforo

Miles de españoles llegan cada año a Alemania en busca de futuro, pero los aventureros se estrellan con múltiples dificultades

JUAN GÓMEZ Berlín 19 SEP 2013 



Algunos españoles que han decidido probar suerte en Alemania. / EBERHARD 

Entre las primeras frases que aprendió en alemán, el electricista Javier Lázaro recuerda el “aquí no entran más españoles” que le espetaron en la discoteca donde quería celebrar la primera nómina que cobró en Múnich. “¡Precisamente en Pachá, que es una discoteca española!”, ríe señalando un edificio muy próximo a la obra donde trabaja con otros inmigrantes españoles. En la céntrica franquicia bávara de Pachá niegan ahora esa discriminación, pero sus colegas no parecen sorprendidos cuando Lázaro evoca entre carcajadas cómo tuvo que optar por “un bar alemán” para celebrar que, por fin, dejaba el nada selectivo club de los seis millones de parados españoles. En los 16 meses pasados desde entonces, el manchego Lázaro se ha casado con la también emigrante Leila Martínez, ha tenido en Múnich su primer hijo y sigue aprendiendo alemán. Trabaja con Miguel Ángel López, otro electricista de formación que tampoco había cumplido los 30 cuando decidió “venir solo con el coche, después de siete meses sin encontrar nada” en Vic. Se trajo después a la esposa, a sus dos hijos y al perro.

El buen humor predomina en el pequeño grupo que conforman junto al canario Werner Santiago, de 34 años, y el cordobés Pedro Lara, de 38. Estos electricistas son parte de la cara amable de la gran ola migratoria forzada por la crisis española. Son cuatro de las 50.582 personas que entre 2011 y 2012 se registraron en el padrón alemán como llegados desde España. Hacía 40 años que no aterrizaban tantos emigrantes españoles en Alemania. Como entonces, los españoles llegan buscando empleo a un país donde se dice a bombo y platillo que escasea la mano de obra. Pero pese a los tremendos problemas en casa y a las oportunidades que depara Alemania, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha revelado que dos tercios de los españoles que llegaron a Alemania en 2011 se marcharon antes de un año. El paraíso laboral alemán les cundió lo que una excursión.

Por su potencia económica y tecnológica, muchos emigrantes prefieren Baviera. Múnich, dicen los electricistas, no es tan caro como lo pintan, y a fin de cuentas los recién llegados ya ganan tanto como en los años de la burbuja inmobiliaria española. La edad y la formación profesional los convirtió en candidatos idóneos para suplir la falta de mano de obra cualificada en Baviera. La Cámara de Artes y Oficios regional lanzó un programa de captación de españoles al que se acogieron cuando ya estaban en Alemania. El capataz de la obra en la que trabajan, el alemán de madre española Manfred Sirges, supervisa su adaptación a la empresa. Los cuatro la dan por muy satisfactoria mientras Sirges sonríe de medio lado: “¿Quieres que te hable yo de los problemas o nos quedamos con lo bonito?”.

“Los españoles”, cuenta Sirges, “necesitamos como mínimo medio año largo para adaptarnos al sistema alemán: hay problemas de precisión, de seguridad, de normas”. “Pulir esas aristas es un proceso complicado, un desafío. Aquí son muy rígidos”, dice el capataz y todos asienten, graves. “Aunque algo resuelva un problema, los alemanes no lo aceptan si no se ajusta a la norma”, termina. Cuando Sirges describe cómo la “obsesión por las reglas de los cabezas cuadradas” centroeuropeos les complica el trabajo en la obra, es inevitable recordar al Bundesbank oponiéndose a la compra ilimitada de deuda por parte del Banco Central Europeo. Aunque la medida alivió problemas muy graves, incluso sin ponerse en marcha, en el Bundesbank decían que “bordeaba la ilegalidad”. La experiencia de Sirges, emigrante de ida y vuelta nacido en Alemania hace 48 años, que trabajó en España casi dos décadas, resume así sin pretenderlo las tensiones políticas entre Berlín y sus socios. Del tornillo a la macroeconomía, los alemanes reverencian las reglas.

El programa que captó a los cuatro electricistas fue idea de Heinrich Traublinger, jefe de la Cámara de Artes y Oficios de Alta Baviera. El exdiputado de la Unión Social Cristiana (CSU) es un espécimen perfecto del mediano empresario bávaro. Su panadería emplea a 160 personas, entre ellas un español traído con su programa, “que se desenvuelve muy bien”. Decía en mayo Traublinger, mientras su considerable Mercedes se deslizaba junto al aeropuerto de Múnich, que la región necesita “miles de trabajadores jóvenes y bien cualificados”. El primer ministro regional y jefe de Traublinger en la CSU, Horst Seehofer, dijo en agosto que “la juventud de Europa debería venir a Baviera”. La Cámara cuenta con “cientos de perfiles” idóneos para trabajar ya en alguna de sus 77.000 empresas, así como con “miles solicitudes pendientes”. Hablaba desde el lugar del copiloto tras ceder cortésmente la parte del asiento trasero disponible entre papeles de trabajo, su chaqueta a medida meciéndose de una percha y varias novelitas de quiosco con las aventuras interestelares de Perry Rhodan. Su experiencia como diputado conservador cuaja en frases redondas: “El peligroso drama del 56% de paro juvenil en España puede aliviarse por nuestra necesidad de mano de obra cualificada”.

Ida y vuelta en Berlín



Los españoles en Alemania. / EBERHARD THONFELD

(De izquierda a derecha) 
1. Miguel Ángel Liceras (Madrid, 29 años). Este abogado llevaba cuatro años en Alemania. El último año dejó una empresa para pasar a otra en prácticas. Esta semana volvió a España.
2. Ignacio U. (Cáceres, 25 años). Llegó en abril tras licenciarse en Periodismo. Va a clase de alemán tres horas al día y buscará un trabajo relacionado con la comunicación a partir de septiembre.
3 (sentada). Esther C. (Almería, 29 años). Llegó a Alemania hace un año tras renunciar a su empleo como trabajadora social porque le pagaban irregularmente. Está contratada en un jardín de infancia donde “cobra más por 38 horas semanales que por 40 en una residencia de ancianos en España”.
4. Sara Grana (Oviedo, 26 años). Llegó en enero de 2011, después de terminar sus estudios de Relaciones Públicas. Trabaja en una empresa de intercambio de ‘au pairs’.
5 (sentada). Irene Tamayo (Madrid, 27 años). Esta bióloga trabajaba como técnico de iluminación para teatros y festivales. Los recortes la dejaron sin encargos. En agosto de 2012 se fue a Alemania. Tiene un ‘minijob’ de 450 euros como ‘comunity manager’ en una empresa de ‘software’.
6. Andrés Pérez (Córdoba, 34 años). En España trabajaba como comercial en un banco. Llegó a Berlín en mayo. Estuvo estudiando alemán, pero ha decidido volver a España.
7. Marina Román (Lanzarote, 24 años). Licenciada en Comunicación Audiovisual. A principios de año aceptó una oferta de trabajo en Berlín, que dejó para ponerse "a tope con el alemán" mientras trabaja en un bar. Pero ha encontrado empleo en España y vuelve en octubre. En Berlín veía pocas oportunidades para contrato bueno
Sin embargo, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el grupo de desplazados españoles que más ha aumentado desde que estalló la crisis, por encima del de los jóvenes, es el de las personas de entre 45 y 54 años. La franja más alejada de los programas de promoción del empleo juvenil y también de la noción del inmigrante joven, con idiomas y buscador de horizontes nuevos. Pertenece a aquella Octavio Ndong, que desde que cumplió los 52 años protagoniza una crónica muy representativa de los seis años largos que van de desastre económico español.

Llegó a Barcelona en los ochenta desde Guinea Ecuatorial, donde nació cuando aún era colonia española. Estudió ingeniería técnica industrial, trabajó en varias compañías, y abandonó la última, Seat, para hacerse autónomo “con una empresa de mensajería y transportes”. Corría 2002 y la burbuja inmobiliaria, ya desaforada, hinchaba también los servicios. Aquellos, recuerda tomando un zumo de naranja frío ante la mole de la Estación Central berlinesa, “fueron los mejores años”. Añade: “Los años de Aznar”. En un buen mes ingresaba 3.000 euros netos.

Nacionalizado español y abuelo desde hace 11 años, Ndong quiso un día redondear su felicidad ibérica comprándose un piso, como sus flamantes compatriotas. La CAM le dio una hipoteca de “20 millones de pesetas”, unos 120.000 euros. Pero “en 2007, muchos clientes empezaron a echar la persiana y, aunque hubo suerte al principio, en 2008 y 2009 las cosas empeoraron. Ya no sonaba el teléfono: quedaban cuatro gatos”. Se dio de baja de autónomo en 2011. Pidió el paro porque le “habían dicho que algo darían a los que cotizaban. Pero los autónomos dejaron de cobrar prestaciones en 2010 y me quedé sin nada”. Así hasta ahora. Con una nieta a su cargo y una hipoteca de 700 euros al mes, miró a Alemania, y empezó la segunda catástrofe.

“Fui demasiado inocente porque Berlín presentó un montón de dificultades: primero, el idioma; después, el alojamiento”. “Los últimos meses en España lo pasamos fatal y aquí ha sido lo mismo”. Octavio Ndong no ha tenido vivienda fija desde que llegó a Berlín hace 13 meses. Limpió hoteles, pero la cadena Ibis lo puso en la calle cuando le tuvieron que operar de la rodilla. Le gusta Españoles por el mundo, pero no cree que lo saquen a él porque, según explica sin el menor aspaviento, no tiene “ni dinero ni casa”. Ahora lleva algunas semanas trabajando otra vez de limpiador en hoteles.

En sus peores días lo atendió Regina Thiele, de un centro de Cáritas para gente sin hogar. La asistente habla perfecto español, así que a ella le llegan los que no dominan otra lengua. Conoce el desarrollo de la inmigración hispanohablante más desesperada: “Hasta hace poco llegaban latinoamericanos desde regiones en crisis y algún español suelto ya en situación extrema”, expresidiarios, adictos o enfermos. En su sencilla oficina del último piso del centro de Levetzowstrasse, el mayor establecimiento berlinés de atención a gente sin techo, la veterana explicaba con evidente alarma cómo, en 2010, notó el aumento drástico del número de indigentes españoles. En 2011 se puso a contarlos: solo a su centro “vinieron 59 y en 2012, 65”. Un 10% más en un solo año. En 2013, la tendencia sigue al alza.

Thiele está acostumbrada a tratar con gente muy necesitada. Pero desde hace tres o cuatro años también ha empezado a atender a “arquitectos o licenciados, como una ingeniera medioambiental que vino hace unos meses”. Todos españoles. ¿Algún aprovechado buscando que le solucionen la vida? “Los que vienen aquí no buscan gangas, son desamparados que no tienen nada. Llegan con una mano delante y otra detrás, sin saber ni palabra de alemán, perdidos. Algunos encontraron trabajo por Internet, pero dieron con estafas, con que no les pagan o con que les dan una miseria que no llega”. Los mayores lo tienen más difícil. Y muchos lo son. “Lo peor es cuando vienen con la familia, pero sin contactos, sin idioma y sin nada, solo por la pura desesperación acumulada durante años”.

Caritas no tiene albergues permanentes en Berlín, pero ofrece ayuda sin condiciones. Tras un primer diálogo de orientación, Thiele trata de que los sin techo “hagan pie”. Les da direcciones de hogares públicos y de cocinas de beneficencia. Después, de oficinas de empleo. Si lo necesitan, los manda a clínicas gratuitas para personas sin seguro, como la que regenta en pleno centro de Berlín la doctora peruana Jenny de la Torre. También ella nota el aumento de ciudadanos españoles, “sobre todo jóvenes, en situaciones personales que hace años no se daban de ninguna manera”. Ante las historias de Thiele sobre “familias enteras durmiendo en los parques”, aquel “impulso aventurero” que la secretaria de Estado española Marina del Corral identificó como motor de la emigración adquiere un sesgo siniestro.

También los medios alemanes prefieren dar estampas positivas de la inmigración. Los liberales, como Die Zeit, quieren identificarla con una nueva popularidad de Alemania en el mundo. Dedican largos reportajes, comentarios lúdicos o análisis sesudos a ponderar el “atractivo” de su país entre los jóvenes. Alemania aparece como “tierra prometida” (sin ironía en Die Zeit, 2011). El infortunio de los abocados a emigrar queda en segundo plano. También se obvia delicadamente la posibilidad de que la política de austeridad a rajatabla propugnada por el centroderecha de Angela Merkel tenga algo que ver con la nueva pobreza. Una reciente encuesta de la Fundación Bertelsmann revela que el 55% de los alemanes considera necesario atraer mano de obra cualificada extranjera. En este sentido, el conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung contaba la historia de Víctor Marí Cervera, un bioquímico valenciano que escapó del paro trabajando de au pair en una familia hispano-alemana de Fráncfort. Un ejecutivo lo leyó y le ofreció un buen contrato. El diario de la City de Fráncfort lo celebró a finales de mayo con un edificante reportaje de superación y triunfo.

Empleado de hotel



Octavio Ndong / PATRICIA SEVILLA

Octavio Ndong (Guinea Ecuatorial, 58 años). Ciudadano español, estudió ingeniería técnica en Barcelona. Decidió marcharse en 2012 tras quedarse sin dinero para pagar su hipoteca. Ha conseguido trabajo en un hotel tras pasar meses "fatales", sin ingresos ni techo, en Berlín.
Isabel Grasa Vilallonga lo comenta con aire preocupado: “Lo de Víctor fue una excepción, una suerte, lo de Nacho es la realidad dura”. Mira al sucesor de Marí, frente a ella en el jardín de su casa en Fráncfort. Nacho es Juan Ignacio Salinero, tiene 25 años y relevó a Víctor al cuidado de los dos hijos de Isabel y su esposo Christoph en un barrio residencial en la capital financiera de Europa. En 2011 se licenció en ingeniería medioambiental y se puso a mandar solicitudes de trabajo, “cientos, quizá miles”. Logró alguna entrevista. “Pero irse a Madrid o a Barcelona por 12.000 euros anuales es pagar por trabajar”.

En 2012 dio el salto a Alemania y se puso a buscar empleo mientras estudiaba alemán y cuidaba niños. Isabel Grasa cuenta que Salinero se esfuerza en conocer a fondo el nuevo país. Ironiza sobre los nuevos españoles en el mundo: licenciados de hasta 35 años que la “bombardean con solicitudes” cuando saca un anuncio buscando au pair. Salinero habla con una mezcla de esperanza y azoramiento, como temiéndose ser el único que no conquista el edén alemán en un reportaje de historias de éxito. Un par de semanas después de hablar con este periódico se fue para trabajar de camarero. Ahora está de enhorabuena: el 1 de octubre, dos años después de licenciarse en España, entrará de ingeniero en una empresa de Dortmund llamada Bronkhorst-Mättig, que fabrica sofisticados sistemas de medición y dosificación. Está “muy contento” con el sueldo que le ofrecen incluso en el periodo de prueba. Cree que los 15 meses invertidos en perfeccionar su alemán han sido “esenciales, porque el inglés no vale”. Una oferta así “es casi imposible” en España. Al final, otra historia de tesón y éxito.

Electricistas en Múnich




Manfred Sirges y Werner Santiago. / PATRICIA SEVILLA

Manfred Sirges (48 años). Hijo de alemán y española, regresó hace dos años a Múnich tras pasar dos décadas en España (a la izquierda, en la foto). Werner Santiago (Canarias, 34 años). Llegó a la capital bávara hace un año. Ambos trabajan de electricistas en una empresa de construcción.
En el Instituto de Investigación Laboral IAB, el profesor Herbert Brücker concede no obstante que “muchos españoles no encuentran nada, es común dar con camareros licenciados”. Dos tercios de los nuevos inmigrantes del sur de Europa tienen título superior y están mejor formados que la media alemana. El idioma es su gran obstáculo, pero hay otros problemas, como el clima o [1.200 EUROS]as costumbres. Así y todo, Brücker cree que esta inmigración seguirá aumentando durante otros dos años. En esta transferencia de capital humano, “Alemania es la gran beneficiada, sobre todo si los inmigrantes se quedan”, confiesa. “La contribución a las pensiones compensará con creces los posibles gastos en los subsidios sociales o de desempleo”. Los países emisores se benefician de ver reducido el paro y con él, el gasto social. Alemania necesita inmigrantes para no sucumbir en su crisis demográfica. Pero las autoridades dificultan las ayudas sociales a los inmigrantes europeos, mientras muchos caen en la precariedad. El abogado Íñigo Valdenebro montó una asesoría gratuita para recién llegados en Berlín-Friedrichshain, vinculada a la página de Internet berlinwiebitte.wordpress.com y al Movimiento 15-M. Explica en su espartano despacho que muchos españoles “desconocen su derecho a cobrar el paro, que aquí es para todo el mundo”. Los que no tienen dinero podrían aprender alemán y buscar empleo con cierta tranquilidad mientras cobran las ayudas, pero en 2012 el centroderecha de Merkel impuso trabas que dificultan el acceso de los no alemanes al subsidio básico conocido como Hartz IV. Mientras, la Agencia Federal de Empleo postula a Alemania como destino laboral de ensueño, con cientos de miles de trabajos vacantes y bien retribuidos.

Pero no todos terminan de creerse los números oficiales, que hablan de carencias de “más de 200.000 trabajadores cualificados”. Thomas Liebig comenta desde la sede parisiense de la OCDE que “la falta de personal se limita a algunos sectores, como ciertas ingenierías y otros especializados en informática”. Destaca que “muy pocos de los que aseguran necesitar mano de obra cualificada están dispuestos a contratar extranjeros. Solo lo haría un 20% de los empresarios”. Aunque, eso sí, todos prefieren que aumente la oferta para mejorar la selección.

Cuidando niños



Juan Ignacio Salinero. / KIRILL GOLOVCHENKO

Juan Ignacio Salinero (manchego, de 25 años). Emigró a Fráncfort hace un año tras buscar trabajo sin resultados en toda España. Trabajaba de ‘au pair’ mientras aprendía alemán. Acaba de encontrar empleo como ingeniero.
La estadística nubla la luz alemana al final del túnel del desempleo en el sur. De los siete jóvenes berlineses que participaron en la foto para este reportaje, tres ha decidido volverse ya. Andrés Pérez, tras de estudiar alemán en Berlín sin encontrar trabajo durante tres meses. Marina Román regresará en octubre para instalarse en España, aunque su nuevo empleo en Comunicación “lo podría hacer también desde Berlín”. Miguel Ángel Liceras vuelve a Madrid después de casi cinco años, disconforme con su contrato de prácticas y confiando en encontrar allí nuevas oportunidades: “Los españoles más inteligentes y capacitados que he conocido ya están volviendo porque en Alemania les cuesta encontrar un empleo acorde con su formación”. Pese a todo, él recomienda la experiencia. Otros quieren quedarse más tiempo. Como Sara Grana, aunque “cuanto más tiempo llevas aquí, más ganas tienes de irte”, confiesa. No es que perciban rechazo por su procedencia. Como explica el profesor Brücker, los inmigrantes españoles son bien aceptados, en contraste con los turcos o los africanos. La bióloga Irene Tamayo habla más bien de cierto trato “paternalista, desagradable en ocasiones”. El barcelonés Ndong, el manchego Lázaro y el cordobés Lara, el primero en Berlín y los otros dos al unísono en Múnich, coinciden tajantes en que preferirían estar en España.




Un destino para profesionales

Con una tasa de desempleo del 6,3%, Chile es un país especialmente recomendable para españoles que posean máster y doctorados


Ofertas de empleo en Chile


Sofía Boza trabaja en el Departamento de Economía Agraria de la Universidad de Chile.

ROCÍO MONTES / RODRIGO CEA Santiago de Chile 24 SEP 2013 


Perros callejeros, aglomeraciones en el transporte público, aire contaminado. Eso fue lo que más llamó la atención a Noemí Soler, de 30 años, cuando hace seis meses viajó desde Valencia a Santiago de Chile. "Me siguen impactando las desigualdades sociales y salariales, que son más abruptas que en España. Cuesta acostumbrarse también a los sistemas sanitarios y educativos privados, difíciles de concebir cuando has crecido pensando que eso son derechos y no privilegios", dice. Máster en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Noemí llegó a Santiago animada por amigos y sin contrato. Hoy trabaja media jornada en su área de estudios, y el resto del día como dependienta en una tienda de artesanía. Si es con oferta laboral desde Chile, asegura, ni hay que pensárselo para emigrar. Si es para "probar suerte" como ella, su consejo es traer un colchón económico: "Es posible encontrar un futuro, pero tampoco es pan comido ni es barato arrancar".

El primer país sudamericano miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Chile es la economía emergente mejor evaluada de la región. Con una política de apertura económica internacional basada en acuerdos comerciales con medio centenar de países -entre ellos Estados Unidos, China y los de la Unión Europea-, su PIB ha crecido a tasas mayores a 4,5% por año desde hace una década. En el sector financiero, infraestructura, telecomunicaciones, energía y agroindustria, entre otros, en el país hoy operan alrededor de mil empresas tanto de matriz como de capitales españoles. Más allá de las cifras macro, para los inmigrantes quizá el indicador clave es la tasa de paro del 6,3%.

En 2012 Chile extendió permisos de residencia temporal para 2.416 españoles: 54 para estudiantes, 1.119 temporales y 1.243 sujetos a contrato, la mayoría de estos profesionales. Mariela Ardizzone, directora de Selección y Calidad de la consultora de recursos humanos Adecco en Santiago, dice que las empresas están preguntando cada vez más por españoles, especialmente en el área minera y energética.

Ardizzone comenta que la tramitación de los visados de residencia no resulta especialmente problemática. Con un contrato de trabajo y el resto de papeles, el trámite tarda entre 30 y 90 días, y otorga un permiso de trabajo por un año, que luego es renovable. La valenciana Amparo Romero, de 33 años, da fe de la velocidad de los trámites. Asistente en servicio técnico y ventas, a fines de diciembre pasado aterrizó en Santiago, donde pese a venir a buscar suerte encontró un trabajo en su área de formación.

Chile en corto

- Tasa de desempleo: 6,5%.
- Tasa de desempleo juvenil: 18,0%.
- Crecimiento del PIB 2013: 4,9%.
- Número de españoles: 44.691 (censo, julio 2013).
- Entre 2008 y 2013, ha habido un incremento del 75,14% en el número de españoles censados en Chile.
- Los extranjeros deben obtener un permiso de trabajo que tiene dos modalidades: visa sujeta a contrato y visa temporaria. En la primera, se otorga un permiso de dos años prorrogable por periodos iguales presentando el contrato de trabajo. La segunda modalidad de permiso se concede por un año prorrogable por otro, tras el que se solicita la visa definitiva. Está pensada para profesionales y técnicos.

El principal obstáculo para los profesionales es el reconocimiento de sus títulos académicos, sobre todo para quienes pretenden trabajar en el sector público, pues deben ser validados por la Universidad de Chile en un trámite que tarda seis meses. Además de las ingenierías, en el país existe una gran demanda por personas con estudios superiores de máster o doctorado.

El mejor ejemplo de eso es el Programa Académico Internacional Regular de la Universidad Autónoma de Chile, una entidad privada con 22.000 alumnos que hoy cuenta con 90 profesionales extranjeros -85 de ellos, españoles- trabajando en sus sedes de Santiago y Talca, una ciudad agrícola de 200.000 habitantes ubicada a 220 kilómetros al sur de la capital chilena.

Hasta ahí llegó desde Valencia en febrero pasado Albert Ferrer, un doctor en Historia del Arte de 48 años, ganador del Premio Europa Nostra 2012 por su trabajo en investigación patrimonial. "Trabajé siete años en un instituto y a tiempo parcial en una universidad. El caso es que tenía que hacer muchas cosas y no podía cumplir mi sueño de desarrollar mis facetas docente e investigadora", recuerda Albert, quien hoy tiene cuatro proyectos de investigación en marcha centrados en el patrimonio arquitectónico talquino: uno de los más afectados del país por el terremoto que asoló la zona centro-sur del país en 2010.

Con un sueldo de alrededor de 3.000 euros mensuales, Albert dice que gana más que antes, pero que -aunque los precios de los vegetales son baratos en las ferias populares- los productos en el supermercado son más caros que en España. Se ha adaptado perfectamente, asegura, y en eso ha ayudado que se encuentra acompañado de 25 compatriotas pertenecientes al programa.

Sí supo aprovecharlos Hernán Viguera, vicerrector de Extensión y Comunicaciones de la Universidad Autónoma de Chile. En 2011 él comenzó con el programa de contratación de docentes extranjeros con grado de doctor, que se espera que sumen 250 a fines de 2014. "La primera sorpresa fue tener 1.700 postulaciones en 15 días, y que el 95% correspondiera a españoles. La segunda fue que muchos no querían venir solos, sino con sus gatos, esposos y niños. Darnos cuenta de que eran familias completas aumentó nuestro compromiso con ellos", dice Viguera.

Como la mayoría de los profesionales españoles en Chile, Sofía Boza, de 28 años, se instaló en Santiago. Nacida en Cádiz, vivía en Madrid cuando en 2009 decidió emigrar. Doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid, hoy es académica en el Departamento de Economía Agraria de la Universidad de Chile, la pública más importante del país. Además del idioma y baja tasa de desempleo, ella destaca la seguridad como otra de las ventajas de la ciudad.

Sofía vive en el centro de Santiago donde, según dice, cada vez más escucha el acento español cuando camina por la calle. Concentrados en el sector Bellas Artes -un barrio histórico dominado por cafés, tiendas de diseño y librerías-, los españoles prefieren también Providencia, un sector próximo al centro con parques y bien conectado con el resto de la ciudad.



Donde el tapeo da trabajo

La mayoría de los españoles que llegan a Holanda encuentra empleo en
el sector de la hostelería
Casi todos los que emigran quieren volver

ISABEL FERRER La Haya 24 SEP 2013 

Holanda no se caracteriza por su gastronomía, pero el sector de la hostelería es el más requerido por los jóvenes españoles en busca de empleo. Ya sea para montar un restaurante o para colocarse como camarero y cocinero, el gusto del cliente autóctono por la palabra mágica, tapas, ha disparado las consultas dirigidas a la Embajada española, en La Haya. No todos llegan a lo mismo, pero el Consulado General español en Ámsterdam calcula que unas 800 personas pidieron información sobre vida y trabajo en el país durante el primer semestre de 2013. En los dos últimos años, el aumento de llamadas ha sido considerable y sus protagonistas respondían a tres modelos: contrato temporal, beca de estudios o la intención de colocarse en alguna parte.

El inglés es muy usado pero para trabajar es mejor saber el neerlandés
Como Rocío de la Herrán, malagueña de 26 años y licenciada en Administración y Dirección de Empresas. Después de trabajar como teleoperadora y en la Agencia Tributaria, entre otros contratos temporales, la vida le dio un vuelco cuando su novio, un búlgaro criado en España, se fue a Puerto Rico seis meses con una empresa de cruceros. “Él estudió Turismo, habla seis idiomas y estaba en paro. Era una oportunidad. Yo decidí marcharme de Málaga y busqué unas prácticas en los hoteles NH, en La Haya. Pero no las llegué a hacer”. El relato de Rocío es frustrante y esperanzador. Después de pagar 500 euros a una agencia privada de Málaga para que gestionara las prácticas, resultó que no eran en La Haya, sino en otra ciudad de Holanda. “Cometieron un error con la localidad. Me dio tanto coraje que rechacé la oferta”. Antes del fiasco, Rocío trabajó en un restaurante de Ámsterdam regentado por un holandés enamorado de las tapas españolas. Ascendió rápidamente en el negocio. “Mi primo estaba en el paro. Su novia es holandesa y se vinieron a ver qué encontraban. De camarero en este mismo local, pasó a chef. Me llamó porque faltaban camareras, y empecé sirviendo mesas. A los dos meses, el dueño ya me puso de encargada. Luego pasó lo del hotel. Había dejado la casa donde vivía y no tenía nada. Por suerte, el dueño me renovó el contrato. He firmado por seis meses y quiere hacerme fija, pero estaré hasta diciembre. Mi novio vuelve a Málaga. A lo mejor le sale algo aquí. Si no, tal vez yo regrese a casa”, dice, y agrega: “Da mucha rabia haberse esforzado tanto para tener que salir de España y hacer cosas donde no necesitan tus estudios. Espero volver. Estoy bien aquí, pero es una frustración personal”.

Países Bajos en corto

- Tasa de paro: 6,2%.
- Tasa de desempleo juvenil: 10,5%.
- Crecimiento del PIB 2013: -0,5%.
- Número de españoles: 16.677 (censo, julio 2013).
- Entre 2008 y 2013, ha habido un incremento del 15,51% en el número de españoles censados en los Países Bajos.
- Para encontrar un trabajo es preferible buscarlo antes de llegar a los Países Bajos. El asesor de EURES (Servicio Europeo de Empleo) en España puede ser de utilidad. Si se desconoce el idioma neerlandés es recomendable buscar empleo en las agencias de trabajo temporal dirigidas en especial a extranjeros.

Para Ana Pinedo, de 26 años y de Toledo, la aventura hostelera holandesa ha sido algo menos accidentada. Licenciada en Ciencias Ambientales, cuando trabajaba becada en una consultora despidieron a una compañera con contrato fijo y pensó que su suerte estaba echada. En ese momento, su novio encontró un buen empleo en una compañía holandesa en Ámsterdam. “Dos meses después me vine con una beca para trabajar en los hoteles NH. Me ocupo de coordinar el departamento de limpieza con la recepción. Pero esto se acaba en agosto y luego seguiré buscando. Ya conocía Holanda porque estuve en 2008 con el programa Erasmus”, explica. En su círculo de amigos hay dos ingenieros agrónomos que trabajan en Alemania, también en la hostelería. “Volver a España depende de muchas cosas. Es mejor hacer algo que estar parado. Eso sí, me veo regresando en algún momento”, concluye.

La situación española también ha afectado a José Luis Blanco, abogado de Mataró (Barcelona) de 25 años. Especializado en Derecho Mercantil. En su caso, la situación es doblemente difícil: apenas se constituyen empresas y el Derecho cambia en cada país. “En Holanda, trabajo en una firma de abogados de Ámsterdam, donde puedo aplicar mis conocimientos del derecho español. Es un contrato de prácticas que finaliza en agosto, aunque hay otras firmas que tienen lazos con España y América Latina. Ya veremos qué depara el futuro”, apunta.

El coste de la vida en los Países Bajos es más caro que en España
José Luis llegó a la capital holandesa tras un periodo de prácticas en Santo Domingo y en el Parlamento Europeo, en Luxemburgo. “Trabajar fuera es duro y yo vine a Holanda solo. Los países los hacen la gente, y el día a día es bueno. Los fines de semana, la cosa cambia. Si te descuidas, pasas hambre porque los horarios de comida son distintos. Lo importante es no tener miedo a las nuevas experiencias”, asegura mientras insiste en que sigue buscando trabajo en España. Igual que sus cuatro compatriotas. Todos piensan en volver.





Argentina, parecido pero diferente

El número de españoles que iniciaron los trámites de residencia en 2012 se ha triplicado desde 2007
El país ya no crece tanto, pero hay trabajo

ALEJANDRO REBOSSIO Buenos Aires 25 SEP 2013 

“La experiencia es un peine que te lo dan cuando te quedas pelado”, decía el mítico boxeador argentino Ringo Bonavena, asesinado cuando tenía 33 años en EE UU en 1976. Sin embargo, el relato de las experiencias de algunos españoles que en los últimos años ha migrado a Argentina puede resultar útil para los que quieran seguirles los pasos. En general, han conseguido trabajo. En algunos casos tardaron meses hasta encontrarlo o debieron aceptar condiciones laborales peores que las que podían hallar en España en el hipotético caso de encontrarlo en su país, pero otros han prosperado como nunca lo hubiesen hecho allí. A los que vengan a este país donde tantos españoles habían migrado en la primera mitad del siglo XX sus compatriotas les recomiendan quitarse de encima la soberbia, armarse de paciencia y tener conciencia de que Argentina es un país más desigual e inseguro que el propio.

Andrés Mira, geólogo murciano de 37 años, se había quedado en el paro en 2010. Se puso a hacer un máster y una profesora le comentó que hacían falta geólogos en Argentina. Ella lo puso en contacto con un investigador de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Andrés le envió su currículum y poco después consiguió una beca por tres años de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina. Es que la mayoría de los geólogos en este país se marchan a trabajar en petróleo o minería, y faltan aquellos que quieran investigar en la universidad. Andrés se marchó en 2011 a Azul, una ciudad al sur de Buenos Aires y a los tres meses le siguíó su esposa, trabajadora social en el paro que en Argentina tampoco encontró empleo en su profesión y ha rechazado trabajos que no tuviesen que ver con lo suyo. “Por mi parte la experiencia es muy buena”, dice Andrés, pese a que le cuesta adaptarse a un país con un 23% de inflación anual. “He llegado a un sitio donde la gente trabaja muy bien, me tratan bien, investigo lo que me gusta. Pero no estoy acostumbrado a que los precios cambien cada mes. Si tienes trabajo, vives mejor en España, pero el problema es tenerlo”, compara el geólogo su país, con un paro del 26%, con otro donde es del 7%, aunque el empleo informal, sin cotización en la Seguridad Social, alcanza a por lo menos un tercio del total y es el habitual para inmigrantes sin papeles. Además, el paro juvenil asciende al 19%.

“Si uno sale de su país, tiene que salir con un trabajo”, recomienda Andrés. “A mí me costó obtener el visado (de residencia), abrir una cuenta bancaria, y eso que venía con un contrato. Sin eso, se te vence cada 90 días el visado de turista, solo consigues trabajos en negro (sin cotización en la Seguridad Social), en los que se cobra poco", advierte Andrés.

Argentina en corto

Tasa de desempleo: 7,1%. Juvenil: 19,0%
Subida del PIB 2013: 2,7%
Número de españoles: 357.937 (censo, julio 2013)
Incremento del 3,01% en el número de españoles censados entre 2008 y 2012.
La entrada en el país para ciudadanos españoles es libre y dentro de los 90 días que permite el visado de turista, el trabajador deberá regularizar su situación ante la Dirección Nacional de Migraciones. Para solicitar su residencia temporal o permanente, deberá presentar un precontrato laboral que especificará datos personales, tareas a realizar, duración de la jornada, duración de la relación laboral, domicilio donde se desarrollará y remuneración.
Desde el inicio de la crisis, en 2008, cada año migran más españoles a Argentina. En 2012, unos 2.509 iniciaron el trámite de radicación, el triple de la cifra registrada en 2007, que se añaden a los 94.000 españoles censados aquí en 2010. La economía argentina ya no crece tanto como en el pasado reciente, pero se expandió al 2,8% en la primera mitad de 2013, según el Centro de Estudios Ferreres.

Hay trabajo para chefs con experiencia internacional, obreros de la construcción o textiles, ingenieros en petróleo, minería, civiles... Y también para músicos, bailarines y otros empleados para grandes cruceros. “También hay necesidades en servicios de salud: enfermeros, camilleros, servicios para la tercera edad", explica Ezequiel Sabor, subsecretario de Trabajo.

Bernat Sanz es un arquitecto barcelonés de 36 años. En 2010 perdió el trabajo y comenzó a dirigir un bed and breakfast en su ciudad, pero quería volver a su profesión y en 2012 decidió junto a su esposa probar suerte en Buenos Aires. Ella consiguió empleo al mes de llegar. "A mí me costó", cuenta Bernat, que se apuntó como profesor ad honorem en la Universidad de Buenos Aires para comenzar a tejer una red de contactos. Casi un año después consiguió un empleo en un estudio de arquitectos para emprender un proyecto de urbanismo en un municipio de la periferia pobre de la capital, Moreno. "El ambiente de trabajo es más relajado, pero se trabaja igual o más", describe Bernat, padre de una niña de dos años.

“No estoy acostumbrado a que los precios cambien cada mes”
Sanza advierte sobre la dificultad para comprar o alquilar vivienda: "Para alquilar te ponen muchos requisitos, como pagar por adelantado". También resulta difícil ingresar el dinero a Argentina para adquirir una propiedad por los controles de capitales que rigen en este país.

Este arquitecto de Barcelona encuentra desafiante la desigualdad social, y no la inseguridad, de la que tanto hablan los argentinos e incluso algunos españoles: "Hay realidades duras a las que los españoles no estamos acostumbrados. Vas al Gran Buenos Aires (periferia) y hay mucho contraste. No todo es Palermo (barrio de moda de la capital). Puedes tener rechazo por esa realidad, pero te acostumbras y eso es malo. A mí la injusticia me genera mucha rabia".

No hay déficit de médicos, pero sí de enfermeros o camilleros
Sheila González, actriz, pinchadiscos y presentadora de televisión madrileña de 29 años, vino a Argentina en 2010 por un novio. Ya lo ha perdido, pero desde que ha llegado siempre ha trabajado, primero en Mendoza y después en Buenos Aires. En España era reportera de cotilleo en Antena 3. "Pasé de ganar 3.500 euros a menos de 200", recuerda Sheila, pero buscó y buscó empleos de esto y aquello y ha prosperado. "Cuando eres extranjero, tiene que tener cinco o seis profesiones", advierte González, que actúa en dos series de televisión, en teatro y pone música en discotecas. "La corporación de actores funcionan aquí de maravillas, te ayuda en los impuestos. Además, las relaciones laborales son más cálidas. Al llegar al trabajo le tienes que dar un beso a todo el mundo, se comparte el mate con todos, con tu jefe. En España sería como el pincho de tortilla a las 12. Es verdad que aquí hay más burocracia, todo es más lento, buscas un papel en una oficina y se cae el sistema. Económicamente estoy peor, pero socialmente estoy mejor porque, como trabajo en televisión, me invitan al gimnasio, a la peluquería, al restaurante. Aquí hay más ofertas de trabajo. Con simpatía y caradura (morro) se puede conseguir empleo. Allá tienes que enviar el currículum. Aquí la gente es más emprendedora, está más acostumbrada a ganar y perder", describe Sheila, que está feliz, pese a que no le gustan cosas como "el machismo que sigue latente".

Deja sus pistas para futuros emigrantes: "Si quieren venir, que se preparen porque esto es la jungla. Primero te llaman la gallega (apodo con el que los argentinos designan a todos los españoles) y te quieren, pero después te la tienes que buscar. Si vienes, no vengas a ganar plata (dinero), sino experiencia".

Juanma Linares, barcelonés de 36 y especialista en estrategia digital, vino a Buenos Aires en 2010 porque su novia, argentina, echaba de menos su país. "Desde que llegué llevo trabajando para algunos clientes en Barcelona y con cada vez más proyectos en Buenos Aires. El sector de la comunicación digital en Argentina está en clara expansión y eso hace que sea un momento muy excitante para dedicarse a esto aquí", cuenta Juanma. Encuentra ventajas y desventajas de vivir en Buenos Aires: "Para mí la principal ha sido la buena aceptación y predisposición que me encuentro en la gente cuando descubren que soy de Barcelona. El carácter amigable, en general, del argentino y la interpretación más intensa de la amistad que se hace aquí también es un factor positivo. Las dificultades tienen que ver con la aclimatación a un entorno muy voluble. Otra cosa a la que cuesta adaptarme es la diferencia en algunos códigos cívicos: ensuciar la calle, estacionar (aparcar) mal, transportar a niños sin cinturón de seguridad". A los españoles que quieran seguirle los pasos les sugiere: "Que se informen bien de cómo es la ciudad y la sociedad argentina, que se preparen para vivir en un entorno más inestable, y que tengan una mirada abierta cuando analicen por qué las cosas aquí son como son y no lo analicen con parámetros de una sociedad como la española dentro del contexto europeo".

El pasado jueves, en la fiesta de la Diada en el Casal de Catalunya en Buenos Aires, Cristina Dubra, barcelonesa de 35 años, que se siente tanto española como catalana, comentaba que también había venido por un hombre, que es ahora su marido y padre de sus dos hijos y con quien montó aquí una agencia de reservas hoteleras y compró siete hoteles, cinco en Argentina y dos en Brasil. A sus compatriotas que quieran venir por estos pagos les recomienda paciencia y humildad: "Hay que aceptar al argentino tal como es. Parecemos iguales, pero somos distintos. El argentino da muchas vueltas. Nosotros somos más directos. El español suele mirar por encima del hombro. Pues que no venga de listillo". Cuando Cristina llegó en 2007, ella y su pareja trabajaban en una agencia europea de reservas hoteleras. "Para lo que hacíamos, había más posibilidades de crecer aquí", cuenta esta barcelonesa que emprendió camino por cuenta propia. No le fue difícil conseguir primero la visa de empresaria y después obtuvo la residencia permanente cuando dio a luz a su primer hijo en territorio argentino.

"El mundo laboral es más o menos parecido", opina Cristina. "El trabajador tiene más derechos que el empresario cuando van a la justicia. Para el que quiere cobrar por no hacer nada, este no es su país. Aquí, mis hijos van a un buen colegio, ya he comprado casa y sin hipotecas, tengo tres coches. Esto en España sería inimaginable", destaca la hotelera barcelonesa, aunque no deja de criticar al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

En el festejo de la Diada también estaba Salvador Camet, barcelonés de 40 años, que se siente "más catalán que español". Lleva aquí desde 2005 porque se enamoró de una argentina, que ahora es su esposa y madre de su hija. "Al principio nos preguntamos si íbamos a vivir acá o allá y elegimos acá porque yo quería un cambio. Mi situación en España no me terminaba de convencer: era cajero de Opencor", relata Salvador, diplomado en diseño web.

Tardó medio año hasta conseguir trabajo porque carecía de papeles y entonces solo le ofrecían empleos informales. Por Internet consiguió una entrevista laboral en una fábrica de ropa y allí comenzó como administrativo, con un salario "bastante bajo" y en parte en negro. "Para empezar, estaba bien", admite Salvador. Después de seis meses, otro anuncio en la web lo llevó a trabajar en Citibank, con todo en regla, y allí sigue desempeñándose como nexo entre el área tecnológica y la administrativa. "En España no estamos acostumbrados a las changas (trabajos transitorios menores) para sacarnos del apuro. Aquí, si estás preparado, puedes encontrar trabajo”, observa Salvador.

Manuel Casilla, madrileño de 52 años, casado y con tres hijos, migró a Buenos Aires en 2006 por “asuntos personales”. Ha trabajado en el área de seguridad de varias empresas y entidades públicas y solo hace 20 días se quedó sin trabajo por primera vez. Comenta que, a diferencia de España, el mercado laboral argentino se paraliza en campaña electoral, como la actual, previa a las legislativas del 27 de octubre, o en las vacaciones de verano, pero destaca que aquí “hay mucho trabajo, mucho por hacer”. Manuel dice que venir a Argentina “es una aventura, hay que estar preparado para cualquier cosa, hay que tener mucha paciencia para las reclamaciones, por la idiosincrasia, aquí se vive con más estrés personal”. De todos modos, destaca: “El que quiera venir a trabajar puede venir tranquilamente. A mí me abrieron los brazos. Aquí vivo mejor que en España, menos apretado. Allá no me quedaba (dinero) para nada especial”. Al igual que Arantxa, Manuel elogia que en Argentina se cultive más la familia que en España.

Elena Máñez, valenciana de 46 años, vino a Argentina por un amor en 2005 y no está “nada arrepentida” de su pareja, con quien no se casó, pero tuvo un hijo. Ella trabajaba como oficial de notaría en su país, pero en Argentina esa función no existe. “Me ofrecían ser secretaria, pero no tenía un mes de vacaciones, el sueldo no me convenía y así no podía visitar España”, se refiere Elena a la ley de contrato de trabajo del país sudamericano, donde en los primeros cinco años de empleo se descansan apenas dos semanas y solo al décimo se consiguen cuatro. Entonces esta valenciana desempolvó su viejo título de diseñadora de interiores y comenzó a dedicarse a comprar pisos, reformarlos y revenderlos. “Vi cómo los gremios funcionaban aquí. El nivel es muy desparejo”, cuenta Elena.

“Conseguir la residencia fue de terror”, recuerda esta valenciana. “La inicié como rentista. Estuve cuatro años yendo a (la Dirección Nacional de) Migraciones, haciendo colas, mil papeles, transferencias bancarias. Finalmente la conseguí porque hace tres años tuve a mi hijo y desde entonces soy madre de un argentino”, explica Elena, que ahora se encarga de la imagen del restaurante y la cafetería de su pareja en Buenos Aires.

Elena ha encontrado otras trabas burocráticas, por ejemplo, para hacer trámites bancarios. También le sorprende la “informalidad de la gente, que es más tranqui, que tienes que estar detrás de camareros y proveedores”. Sin embargo, valora a los argentinos: “En general la gente es de diez. Hay más calor humano, la gente piensa más en el otro, es más suelta, más libre en sus opiniones”.

A sus compatriotas que quieran invertir en un negocio propio, Elena les advierte: “Hay que remar en dulce de leche repostero”, que es el más espeso, “pero les va a ir bien”. Distinto es para quien quiere una vida de empleado, según ella. “Para eso te quedas en España porque aquí se te hará más difícil acceder a la vivienda, pues casi no hay crédito, alquilar en un lugar digno, salir a restaurantes o de compras. Con un sueldo base de 1.000 euros no vas a salir adelante. Yo veo a mis camareros, que ganan bien, pero hacen dos horas de transporte público de ida y dos de vuelta cada día”, advierte Elena.



ESPECIAL EXPATRIADOS POR LA CRISIS .   El País

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