jueves, 29 de diciembre de 2011

151.- Carta del ATLÁNTICO


1941: LA CARTA DEL ATLANTICO, 
gana el colonialismo


La "blitz-krieg" (guerra relámpago) desencadenada por Hitler con tremendas pérdidas humanas (no tanto en Coventry, según he podido demostrar en algún otro lado), pero sí en Londres, en el estuario del Támesis, por ejemplo, cuya cobertura estaba a cargo de cineastas famosos -Sir Alexander Korda, por ejemplo- y los mejores fotógrafos, hizo que Roosevelt pensara en echar una mano a Churchill, sin que nadie se diera cuenta.

El hijo de Roosevelt, aviador, Elliot, había elegido con cuidado en la bahía de Argentia, cercana a la base de las fuerzas norteamericanas de San Juan de Terranova, llena de naves de guerra, un lugar para una reunión secreta.

Allí llegó Churchill en el acorazado "Príncipe de Gales", acompañado por Harry Hopkins con un séquito de miembros de la prensa. En seguida el Primer británico puso al corriente a Roosevelt de que los límites de producción de armamento y subsistencia de Inglaterra estaban prácticamente agotados y que si Hitler emprendía una segunda ofensiva tendrían que rendirse o negociar.
Según Roosevelt hijo, que estaba presente y es el único que ha escrito sobre el tema, decía lo siguiente: "Ya durante la primera cena, Churchill se adueño de todos nosotros (Roosevelt y todos los altos militares y prensa), estuvo brillante, con la convicción de que éramos suyos. Echaba atrás la silla, movía el cigarro puro de un lado al otro de la boca, se adelantaba con hombro de toro, agitaba elegantemente sus manos, le centelleaban los ojos. Ahí estaba el león. Y al final -termina Elliot- cuando veía la partida ganada, Sir Winston dijo: "Hitler y sus generales son necios. Inglaterra siempre gana las guerras".
Churchill y Roosevelt fueron los artífices del tratado.
La partida de la ayuda del Tío Sam estaba ganada por el genio del Premier. Quería que en virtud del acuerdo de "préstamos y arriendos", parte de la ayuda al Tío Joe (Stalin) fuera a Inglaterra. No obstante Roosevel habló de, si se deseaba una paz estable, al vencer a Hitler quedarían anulados los convenios económicos de nación favorecida (frente al sudeste asiático), que los aliados brindarían ayuda a los pueblos atrasados, nada de seguir chupando la sangre a un país colonizado ni sus materias primas. Fin del siglo XIX. Cuando Roosevelt mencionó -como ejemplo- a India y Birmania- Churchill le dijo: ¿Y qué hay de las Filipinas?

"La paz sin despotismos" -terminó el presidente norteamericano. "Pero será posible respetar convenios económicos existentes" -replicó Churchill. Luego en conversación, Roosevelt dijo a su hijo: "Es un verdadero viejo Tory, de la vieja escuela. Trataré de entenderme con él: lo necesita. Siempre y cuando -dijo Elliot- que no toques a la India, ni a Birmania, ni a Java, ni a Indonesia, ni a Egipto, ni a Palestina, ni..."

La Carta del Atlántico., Se aprobó de hecho en el camarote del yate "Augusta", gracias a la tenacidad de Sumner Welles. Churchill firmó lo que le presentó Roosevelt que era una severa sentencia condenatoria del colonialismo en todos los aspectos: nada de cambios territoriales, respeto a los derechos de todos los pueblos, nada de amenazas, etc.

Elliot Roosevelt publicó, a la muerte de su padre, un grueso libro, muy opuesto a la actitud postbélica de Churchill y prologado por su madre Eleanor Roosevelt, que dice que "no tomó ninguna parte en su redacción", quizá porque era una profunda admiradora de Gandhi y su causa.

Pero también es cierto que en la declaración de los Derechos del Hombre de 1948, en que ella corrigió los borradores de nuestro René Cassin, su redactor, está todo lo que no se cumplió en la Carta del Atlántico, incluido el criterio de un mundo no violento de Gandhi. Pero eso también está cayendo en el olvido.


La carta la manejó Churchill al volver a Inglaterra, con maestría, sin citar a ningún país del Tercer Mundo. La frase de "No estamos solos" creó un entusiasmo enorme en las islas y en la Europa ocupada, aunque, en teoría, era el fin de los Imperios, incluido el suyo.

El 7 de diciembre de 1941, es decir, cuatro meses después de la Carta del Atlántico, los pilotos japoneses con sus vendas de seda rituales en sus frentes, tuvieron la osadía de atacar a la flota norteamericana en Pearl Harbour, en las islas Hawaii y la guerra llegó a todas las casas norteamericanas.

En sí ese tipo de aventuras, las cabriolas militares tras las líneas enemigas y los ejércitos secretos -costaran o no vidas- las unidades y operaciones especiales, el minado de ríos y mares, fascinaban a Sir Winston aunque, Hiro-Hito era su amigo personal que había visitado Inglaterra años antes como príncipe.
Esta vez era diferente y telefoneó a Roosevelt, diciéndole que iba a declarar de inmediato la guerra a Japón. Pero añadió: "Así, al fin y al cabo, hemos vencido ya", lo que hizo fruncir el ceño al vapuleado y deprimido Roosevelt. Las versiones sobre la cuestión de Pearl Harbour y sus secretos y enigmas llegan al infinito. Es difícil llegar a la verdad.

Alberto Elosegui

http://albertoelosegui.blogdiario.com/1145004540/








Esta declaración se basaba en ocho puntos:

1. Ninguna de las dos naciones busca engrandecerse territorialmente.
2. Ambos países rechazan la idea de cambios territoriales a no ser que se hagan con el consentimiento de los pueblos afectados.
3. Respetan la libertad de los pueblos al elegir su forma de gobierno y proponen que los derechos de soberanía fueran devueltos a los pueblos a los que se les había arrebatado.
4. Se esforzarían por ofrecer las mismas condiciones de comercio a todos los estados por igual, así como el abastecimiento de las materias primas.
5. Pretenden conseguir la colaboración entre todas las naciones con el objetivo de mejorar las condiciones laborales, el desarrollo económico y las condiciones sociales.
6. Al vencer la tiranía nazi, pretenden establecer la paz mundial en la que todos los países se sientan seguros dentro de sus propias fronteras.
7. La paz mundial permitiría navegar en los mares y océanos en libertad y sin miedos.
8. Con el objetivo de conseguir la paz en el mundo, se propone la renuncia a la fuerza, es decir, el desarme voluntario de las naciones para evitar amenazas.





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